Faltaban pocos minutos por las nueve de la noche cuando todo el público del Liceu estaba impaciente desde las butacas para ver y escuchar el sonido de cuerda de Ara Malikian. La cita era prometedora y el escenario, inmejorable. El artista libanés de ascendencia armenia presentaba su última gira al histórico teatro barcelonés ante un público que con el sonido de las melodías, se mostraba cada vez más desbordado e hipnotizado. El concierto formaba parte de la gira que el violinista encabeza por todo el mundo con el nombre The Ara Malikian World Tour, que lo llevará a tocar en escenarios de Los Ángeles, Nueva York o Miami entre otros, a lo largo de este 2022.

A las nueve en punto empezaba a sonar el sonido de un violín a oscuras y, al cabo de unos segundos, aparecía el violinista iluminado en medio del escenario. Malikian nos trajo una muestra de arte a través de su movimiento de manos y, sobre todo, de dedos; sabía qué cuerdas tocaba y cómo las tocaba. Observando los ojos del público -o de los "búhos", cómo se dirigió a todos nosotros bromeando por el uso de mascarillas que nos tapaban medio rostro dejando al descubierto solo los ojos-, se mostraba ilusionado con una puesta en escena brillante y con una banda que lo acompañaba a lo largo de las dos horas que duró el concierto. El espectáculo -porque más que un concierto fue eso, un espectáculo-, maravilló por la calidad del artista, la prodigiosa memoria que mostró -sin mirar en ningún momento ni una sola partitura-, y para el buen estado físico que presentaba; saltaba, bailaba, se arrodillaba e, incluso, finalizó una de las canciones de la velada completamente tumbado sobre el escenario del Liceu. Y, claro está, lo que tiene más mérito, acompañado siempre de la melodía del violín que no paraba de hacer sonar.

Malikian ofreció un repertorio que contó con temas de su último trabajo discográfico como fueron Cosquillas en uno Mimo, Krikor Aklor o Kalachnikov de Agua, que abrieron el concierto. Tampoco faltaron temas de anteriores proyectos, como Concerto Grosso o Enana Arrugada, que completaron un rato lleno de música y de emociones. Entre tema y tema, Malikian conversaba con el público, y nos explicaba historias sobre su confinamiento. "Después de todo el tiempo que hemos estado encerrados, hay un riesgo real que hagamos un concierto de 28 horas, ahora ya a nadie nos puede echar y no hay toque de queda", decía sonriente a los asistentes, que se reían de los comentarios irónicos que hacía el artista.

"Esta gira es el resultado de ver crecer a mi hijo, es el resultado de mi crecimiento a su lado, es todos estos sonidos y melodías que intentan dar forma a lo que he sentido y me ha inspirado de él y de la vida a través de él. Es un encuentro con el niño que no pude ser y habría soñado ser". Las dos horas del concierto dieron para mucho, y el violinista no desperdició para tener un especial recuerdo para toda su familia, a quien nombró dedicándoles canciones dirigidas a sus abuelos, a su madre, y a sus dos hermanas, a quién les quiso dedicar una misma canción, pero que dice, "no se acabaron de dar por satisfechas, porque resulta que querían una cada una". Con el coronavirus, detallaba Malikian, "he pasado de hacer una media de 120 conciertos anuales a estar en casa cerrado y confinado, y eso me ha hecho darse cuenta de que tenía un hijo, Kairo, a quién he visto crecer". Por eso, muchas canciones, están dedicadas a su hijo que quería saber como por ejemplo, sonaba un calamar robótico -por su afición a los calamares y a los robots-.

Con todas las idas y venidas del artista por encima del escenario, no le llegamos a ver caer ningún pelo, eso sí, de pelos de la horquilla con que tocaba el violín, saltaron unos cuantos, que soltaba por la intensidad y el entusiasmo con que tocaba cada pieza. Con una carrera brillante en la espalda, Ara Malikian conoce sobradamente el arte del violín y de cómo hacerlo sonar. Parecía que el instrumento formara parte del artista en un concierto que se hizo corto por todos los asistentes presentes a la sala, que lo escuchábamos y lo mirábamos embobaos como si el mundo se hubiera paralizado. Por unas horas que se hicieron segundos, desaparecieron los móviles, las stories, el postureo en las redes o los problemas que nos esperaban a todos al salir del teatro. Todo el mundo estaba centrado con la figura del artista que teníamos en frente y que finalizaba la última canción tal como había empezado, a oscuras y con el sonido del violín.

Y unas últimas palabras, porque antes de acabar, Malikian se volvió a dirigir al público ironizando de nuevo y advirtiéndonos: "disculpadme porque a lo largo del concierto os he explicado muchas historias y, algunas, quizás las he tuneado un poco. No quiero decir que sean mentira eh, pero claro está, os he dicho que tocaríamos 28 horas y el portero del Liceu ha recibido un WhatsApp de su mujer, que le dice que tiene que pasar por la farmacia de guardia de Manresa y claro, tiene que cerrar el chiringuito...". Unas palabras que sumadas a la emoción que acumulábamos por el buen rato que habíamos pasado, nos hizo acabar con carcajadas generalizadas y con la esperanza de que pronto, lo podamos volver a disfrutar en casa.