Tordesillas (Corona castellanoleonesa); 29 de octubre de 1511. Hace 514 años. Juana de Aragón y de Castilla; hija de Fernando el Católico, viuda de Felipe de Habsburgo y madre de Carlos de Gante; firmaba la confirmación de una licencia a favor del navegante catalán Juan de Agramonte, para explorar y colonizar Terranova, en la costa atlántica de Norteamérica. Aquella confirmación, denominada “Sobrecarta” y que está depositada en el Archivo General de Simancas, dice: “Por cuanto por parte de vos Juan de Agramonte, catalán, natural de Lérida, que es en el reino de Cathaluña (...) vayais a vuestra costa e misión a descobrir cierta Tierra Nueva (...) con dos navios del grandor que vos paresciere (...) é que la gente que lleváredes sean naturales de estos reinos ecebto dos pilotos (...) sean bretones o de otra nación que allá hayan estado a vuestra costa”.

Carta marina del Atlántico (1505). Fuente: Bibliothèque Nationale de France
Carta marina del Atlántico (1505). Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Quién era Juan de Agramonte?

La cita “vayáis a vuestra costa e misión (...) con dos navíos del grandor que vos paresciere”, es muy reveladora. Nos indica que la empresa de Agramonte, concebida con el objetivo de “descubrir cierta Tierra Nueva” (Terranova, en el actual Canadá) era, indiscutiblemente, de naturaleza privada. En aquel proyecto, Agramonte asumía —en solitario— la totalidad de la inversión (barcos, tripulaciones, abastecimientos). Y, a cambio, obtenía el patrocinio de la Corona. ¿Qué quería decir eso? Pues que Agramonte, en su calidad de negociante, asumía el riesgo de la empresa (botar un grupo para un trayecto ignoto y una destinación desconocida); adquiría el compromiso de tomar posesión de las nuevas tierras en nombre de la monarquía hispánica; y se reservaba una parte importante de los derechos de la extracción de los recursos de aquellas nuevas tierras.

La misteriosa réplica del modelo colombino

Aquella solución, en 1511, resulta muy sorprendente. Porque la cancillería hispánica y Agramonte recuperan aquel modelo que había presidido la empresa privada colombina (1486-1492); y que, más adelante, sería repentina y violentamente usurpada por la Corona y transformada en patrimonio real (1500). Por qué Agramonte que, con toda seguridad, tenía conocimiento del trágico final de los Colón y de su empresa; negocia con la cancillería hispánica y confía en la reina Juana tiene un cierto componente de misterio. Y por qué la reina Juana; que a pesar de la reclusión y la vigilancia a las que era sometida; negocia una empresa tan importante y en unas condiciones que no se ajustan del todo a la estrategia colonial de la monarquía hispánica y la despacha, otorgándole validez y legitimidad; también tiene cierta naturaleza de misterio.

Mapa de la costa oeste de Terranova. El detalle nos muestra un galeote ballenero, una txalupa y un grupo de pescadores vascos (1544). Fuente Euskal Irratia Telebista (1)
Mapa de la costa oeste de Terranova. El detalle nos muestra un galeote ballenero, una txalupa y un grupo de pescadores vascos (1544). Fuente: Euskal Irratia Telebista

¿Qué podía representar para Agramonte aquel negocio?

El riesgo de “la operación Terranova” era considerable. Pero la expectativa de beneficio también lo era. Y esta idea ya podría explicar la voluntad de Agramonte. Pero, además, en aquella misma “Sobrecarta”, hay un dato que aclara algunas incógnitas. Si bien, por una parte, la reina Juana había negociado un modelo de empresa privada opuesto a la estrategia colonial hispánica del momento; por otra parte, imponía la creación de una “Casa de Contratación” —de titularidad pública, como la de Sevilla—, pero, en aquel caso, destinada al control del monopolio del negocio colonial que se generaría desde Norteamérica. Y confirmaba la adjudicación de la gestión y de la explotación de aquella nueva “Casa de Contratación” a un tal Ponce de Agramonte, primo de Juan de Agramonte, partícipe del proyecto y muy bien relacionado con la familia real.

Los pilotos vizcaínos

Cuando la reina Juana pacta la naturaleza del colectivo que tripularía la expedición de Agramonte dice: “la gente que lleváredes sean naturales de estos reinos ecebto dos pilotos (...) sean bretones o de otra nación que allá hayan estado a vuestra costa”. Y eso, nos revela dos detalles muy significativos. El primero es que nos apunta lo que la investigación moderna ha confirmado: que los navegantes bretones y vascos y que en la Sobrecarta identifica como “de otra nación” (los vizcaínos —de la parte peninsular— o los gascones —de la parte continental—); eran grandes conocedores de aquel cuadrante marítimo; porque cazaban ballenas allí antes de que Colón pusiera los pies en la Hispaniola. Y el segundo, que Agramonte sería, muy probablemente, un armador muy relacionado con la actividad ballenera y con los viajes a los bancos de pesca de Terranovaque allá hayan estado a vuestra costa”.

Retrato de la reina Juana de Aragón y de Castilla (circa 1500). Fuente: Museo de Arte de Viena (1)
Retrato de la reina Juana de Aragón y de Castilla (circa 1500). Fuente: Museo de Arte de Viena (1)

La “Casa de Contratación”

La Sobrecarta es muy explícita con respecto a quién asumirá la gestión de la “Casa de Contratación” del negocio norteamericano: “desde agora la hago del oficio de nuestro factor de la dicha casa á Ponce primo de vos (...) por quien vos me lo suplicásteis”. Ponce de Agramonte, quien el historiador leridano Josep Lladonosa identifica como un personaje muy próximo a la monarquía (a la casa Trastámara) durante la Guerra Civil catalana (1462-1472) que enfrentaría la corona contra la aristocracia; es el elegido para ejercer la golosa función de “factor”. Pero, en cambio, en ningún momento se dice dónde estaría situada aquella “Casa de Contratación”. Si bien, todos los datos que orbitan en torno a aquel proyecto, señalan Bilbao como la más que probable ubicación.

¿Por qué Bilbao?

La lucrativa actividad ballenera es la que explica la gran transformación que experimenta la sociedad vasca medieval, que transita de un estadio antiguo hacia un modelo económico mercantil. En aquel momento, los grandes puertos balleneros del País Vasco peninsular (denominado Vizcaya) eran Bermeo, Lekeitio, Ondarroa, Zumaia y Pasaia. Y en el País Vasco continental (denominado Gascuña) lo eran Getaria, Donibane Lohitzune y Bayona. En cambio, Bilbao era un puerto, tradicionalmente, dedicado a la estiba de lana castellana en bruto (hacia los telares de los Países Bajos) y de desestiba de manufacturas textiles flamencas (hacia los mercados castellanoleoneses); y en la “kaia” (el muelle) de la “Areatza” (el Arenal), la actividad ballenera era testimonial. ¿Entonces, por qué Bilbao?

Mapa del golfo de Bizcaya (1556). Fuente: Bibliothèque Nationale de France
Mapa del golfo de Vizcaya (1556). Fuente: Bibliothèque Nationale de France

Bilbao, la “Sevilla del norte”

La posición geográfica del puerto de Bilbao era idéntica a la del de Sevilla, en aquel momento la gran capital financiera de la monarquía hispánica, que ya postulaba a primera potencia del planeta. Situado al fondo de una corriente fluvial navegable (de la ría de Nervión) y protegido y alejado de los peligros y de las amenazas (naves militares y corsarios enemigos) que, permanentemente, se cernían sobre los puertos situados a la línea de la costa; su escasa actividad ballenera probablemente se consideraría un tema secundario. No se sabe si, finalmente, la expedición de Agramonte zarpó del puerto de Bilbao. Ni siquiera se sabe, con seguridad, si llegó a zarpar. Pero si se sabe que el ambicioso proyecto de Juan de Agramonte nos explica la existencia de un curioso y desconocido eje que, a través del ambicioso proyecto Terranova, unía Catalunya y el País Vasco; Barcelona y Bilbao.

Grabado de Bilbao (1544). La ciudad, el puerto y la ría navegable. Fuente: Biblioteca Nacional de España
Grabado de Bilbao (1544). La ciudad, el puerto y la ría navegable. Fuente: Biblioteca Nacional de España