Seguro que las habéis visto. Estos días las calles de Barcelona están llenas de estas banderolas que cuelgan de las farolas. Aparece él, el músico y compositor (quizás, seguramente, lo conocéis por ser el líder del grupo Obeses) Arnau Tordera, con su ademán de genio socarrón: repeinado, patillas extremadamente largas, pendiente en la nariz y unos ojos oscuros, casi negros, dibujando una mirada enigmáticamente húmeda. Anuncian la representación, este mediodía a partir de las 12h, en L'Autori de La gata perduda, la ópera, con libreto de Victoria Spunzberg, que estrenó hace dos años y medio al Gran Teatre del Liceu con gran éxito. Solo fueron dos noches. Después las partituras volvieron al cajón, hasta que meses atrás los miembros de la entidad de cantantes El Cor Canta que habían participado en la ópera quisieron dar una segunda oportunidad a aquel espectáculo que reivindica un barrio que se muestra como un mosaico de culturas donde todo el mundo tiene cabida menos la especulación, la gentrificación y el caciquismo. Ante la imposibilidad de reproducir un espectáculo original de que, entre dentro y fuera del escenario, participaron más de mil personas, Tordera ha reformulado La gata perduda en forma de suite y ha sumado a la función dos piezas más: El poble y Passeig musical per la C-17 creando el concepto que por toda Catalunya hay arrabales donde la gente vive, trabaja y se asocia para luchar contra los abusos. "Ya hemos dado dos conciertos con este nuevo formado. Hemos estado en Vic y hemos estado en Tarragona y los dos han sido extraordinarios, con un gran recibimiento por parte del público y también en términos cualitativos. Poder revivir esta música interpretada en directo, con todo lo que eso supone, contando con un coro de enormes dimensiones, estimula muchas emociones que, de alguna manera, habían quedado en un cajón hace unos cuantos años, cuando estrenamos La gata perduda en el Liceu".

¿Cómo recuerdas el estreno del Liceu?
Fue una experiencia, obviamente, de gran impacto personal, emocional, artístico y, probablemente, en todas las facetas con las cuales me puedo expresar. La gata perduda fue un proyecto con el cual estuve implicado varios años y en la parte estrictamente compositiva fue, probablemente, la obra de más exigencia: creativa, por extensión, por formato, por responsabilidad, que había creado a mi vida. Fue una oportunidad, pero también un reto. No fue un camino fácil ni de resoluciones simplistas. Al contrario, fue complejo. Tuve que batallar contra muchas adversidades propias del hecho creativo. Una ópera muy singular por su vinculación directa con el barrio del Raval. Hubo más de mil personas. Fue un largo camino que tuvo el mejor final posible.

Precisamente por eso era una lástima que un proyecto así solo hubiera sido interpretado dos únicas veces en el Liceo.
Fueron conciertos memorables y extraordinarios en todos los sentidos posibles, pero parecía que esta obra quedaría para siempre guardada en un cajón.

No ha sido así.
Hace cuestión de un año, El Cor Canta, una agrupación coral que ya hace siete años que funciona agrupando a más de un centenar de cantantes, un coro no profesional, pero a pesar de eso de un gran nivel, se enamoraron de este proyecto y me propusieron la posibilidad de encontrar un formato con el cual pudiera volver a interpretar esta partitura. Con esta idea, reformulé la partitura, transformándola en una suite. Es una síntesis, que dura entre 35-40 minutos, de la ópera, de sus momentos más relevantes, de los momentos más icónicos y también de los momentos que, entre comillas, la trama es imprescindible para seguir todo el desarrollo narrativo de la obra.

Arnau Tordera Foto d'Albert Salamé
Arnau Tordera ha revivido con El Cor Canta el espectáculo La gata perduda / Foto: Albert Salamé

La gata perduda me ha servido para que desde algunos ámbitos de la cultura musical autóctona me consideren con un estatus que probablemente antes no tenía

¿Qué influencia ha tenido en tu vida, tanto en el aspecto más personal, como en la parte de creador, de artista, La gata perduda?
La gata perduda me ha servido para que desde algunos ámbitos de la cultura musical autóctona me consideren con un estatus que probablemente antes no tenía. Siempre he sido una persona vinculada a muchos ámbitos diferentes de la música. No he estado estrictamente atado a la música moderna, no he estado estrictamente atado a la música tradicional ni a la música clásica, sino que las he conectado a lo largo de mi carrera. Y eso, en algunos ámbitos de este sector, a veces es visto con cierto recelo. La gata perduda fue un paso importante desde un punto de vista de mi proyección pública, de mi dimensión como compositor. Estamos hablando de una obra sinfónica de dos horas de extensión con coro, solistas... Mi música anterior a La gata perduda responde a los mismos criterios estéticos, pero este tipo de proyectos ayudan a situarte en un ámbito que a veces es difícil acceder, porque la gente tiene prejuicios y no se ha molestado a escuchar lo que dices y lo que haces. Artísticamente, cuando te enfrentas a una creación de estas dimensiones tienes que hacer un ejercicio de comprensión de la globalidad y de la inmensidad de la pieza que no había experimentado hasta entonces. Evolucioné mucho como compositor.

Este fue un encargo que te hizo expresamente el Liceu.
El Liceu había iniciado un proyecto que se llama Òpera Prima, que tiene la voluntad de cocrear entre algunos cuántos profesionales de la materia musical y escénica y gente de un lugar concreto. Ante esta circunstancia, llegan a la conclusión que lo mejor para empezar este proyecto es crear una ópera sobre el Raval, que es el barrio donde está ubicado el Liceu y también es el barrio a que históricamente el Liceo ha dado la espalda por cuestiones de clase, por cuestiones de singularidad de sus vecinos. Justamente, ahora se ha presentado la segunda edición de la Òpera Prima, que se estrenará en el 2027, y en este caso tendrán como epicentro el barrio de Sant Andreu. Es una iniciativa que posibilitará la creación de nuevas óperas contemporáneas catalanas vinculadas al territorio. En el caso de La gata perduda, el proyecto se nos encargó a Victoria Szpunberg, la parte de dramaturgia, y a mí en la parte musical. Se tiene que reconocer la incidencia que La gata perduda ha tenido en el barrio, sobre todo en muchos coros que formaron parte de la ópera, un tejido coral que ya era notable, se ha reforzado y, sobre todo, ha tejido alianzas y complicidades entre ellos. Alguna cosa positiva ha quedado de todo.

Szpunberg, la parte de dramaturgia, y a mí en la parte musical. Se tiene que reconocer la incidencia que La gata perduda ha tenido en el barrio, sobre todo en muchos coros que formaron parte de la ópera, un tejido coral que ya era notable, se ha reforzado y, sobre todo, ha tejido alianzas y complicidades entre ellos. Alguna cosa positiva ha quedado de todo

Para crear la ópera, te zambulliste en el tejido social del barrio.
Tanto la Victoria como yo, estuvimos haciendo muchísimas entrevistas, tanto organizadas por el Liceu como al margen del Liceu. También dediqué muchas horas a observar el ritmo trepidante del Raval, la diversidad absoluta de sonidos, de olores, de colores... La obra tenía que testimoniar todo eso. En este sentido, fue un conocimiento importante.

¿Cuál era, hasta entonces, tu vínculo con el Raval?
Como forastero en Barcelona, dijéramos, el Raval era justamente el lugar donde había ido más. Estudié muchos años en el Taller de Músics, salía de fiesta por el Raval... A pesar de ser un grande desconocedor del barrio, era la parte barcelonesa que más conocía. Siempre me he sentido bastante vinculado al Raval, porque era el lugar que me acogía como forastero cuando venía a Barcelona. La ópera es, de alguna manera, un símbolo que expresa ciertos elementos de la crisis contemporánea global. Las desigualdades que sufre la población actual. Aquello que a veces es invisible a los ojos, se revela a todo el público. Es un espectáculo plenamente vigente y que, desgraciadamente, lo que se explica es nuestro pan de cada día, no solo en el Raval, sino en muchos otros lugares.

¿Crees en el arte como altavoz de denuncia social?
Toda expresión artística tiene un poso político que puede ser más explícito, puede ser menos explícito o puede ser simplemente el hecho de que aquella pieza exista. Mi vinculación con la creación artística, sea musical, escénica o de cualquier tipo, siempre comprende un poso ideológico a la que no puedo renunciar. El arte tiene capacidad de incidir en la sociedad. No solo eso, sino que pienso que lo tiene que hacer.

Más allá de la suite con que has reformulado La gata perduda, el espectáculo actual incluye dos piezas más de tu autoría: El poble y Passeig musical per la C-17.
Cuando me propusieron dar este concierto, llegué a la conclusión de que sería una buena fórmula completar el espectáculo con otras creaciones. Desde El Cor Canta propusieron que todo lo que sonara fueran obras mías, que es una cosa que he celebrado y les estoy muy agradecidos, porque finalmente será un concierto sinfónico monográfico de composiciones mías, que es una cosa que probablemente unos cuantos años atrás no habría podido sospechar que pudiera pasar. Me dieron carta blanca a la hora de componer, pero una de las dos obras tenía que ser estrictamente instrumental y la otra tenía que incluir, en este caso sí, el coro. Empecé justamente por esta segunda obra que incluye al coro. Casualmente llegué a un poema de Miquel Martí i Pol que se llama El poble, e inmediatamente establecí vínculos directos con todos los meses de observación que había hecho el Raval.

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Arnau Tordera, un músico y compositor canónicamente heterodoxo / Foto: Jordi Galderic

Vi una vinculación estrecha (entre Roda de Ter y el Raval), a pesar de ser dos realidades diferentes

Aunque aparentemente son realidades muy diferentes.
Estamos hablando de un pueblo como Roda de Ter todavía vinculado a la industria textil y del Raval contemporáneo. Pero el que me llamó más la atención es que, justamente de estas realidades que, a priori todo el mundo se atrevería a decir que son muy distantes, había simetrías. Lo que Miquel Martí i Pol escribe con tanta concreción de su pueblo, yo también lo percibía en el Raval. Son cosas pequeñas, aparentemente intranscendentes, de las historias humanas, que en muchos casos tienen paralelismos. Vi una vinculación estrecha, a pesar de ser dos realidades diferentes. Este descubrimiento me llevó a musicar este poema y también Meditació última, otro poema de Miquel Martí i Pol, que dialoga también sobre la cuestión de la persistencia de los pueblos y su voluntad invencible de mantenerse firmes en aquello que son. Esta pieza es para cuatro solistas, el coro y la orquesta, con una tesitura muy diferente de La gata perduda precisamente por su origen poético -los dos poemas, El poble y Meditació última, están incluidos, de hecho son el primer y el último, en el poemario El Poble (1956-1958)-.

La otra pieza es Passeig musical per la C-17.
Es una pieza de detalle instrumental. Intentando reflexionar sobre qué podía unir justamente estas dos realidades, llegué a una cuestión puramente prosaica y de carácter más terrenal que es, que, de hecho, aquello que une en términos literales Osona y Barcelona y el Raval es la C-17. Una carretera endemoniada que los que somos de Osona hemos recorrido una infinidad a veces. Es un concierto para guitarra eléctrica y orquesta, un paseo musical por la C-17 que simula en términos programáticos de la salida de Osona hasta la llegada triunfal a Barcelona. Una obra que tiene una tesitura juguetona, divertida, jocosa, incluso. Es una especie de divertimento.

Todo esto es lo que sonará este mediodía a L'Auditori.
Hace muchos años que mi música no suena en el auditorio más importante del país y es una cosa que, naturalmente, me hace ilusión. El día 2 de marzo también actuaremos en la Kurssal de Manresa.

¿Y después?
No lo sé. En este caso, el proyecto con El Cor Canta por ahora acabará aquí, porque la aventura está supeditada al programa anual de la asociación. Pero bien, he hecho el ejercicio titánico otra vez de orquestar toda la suite y prepararla. Son unas partituras que están al alcance de quién lo quiera. La gata perduda, sea en formato suite o también en formato ópera, se puede programar siempre que haya promotores o productores en disposición de hacerlo.