Hay un momento en Cámera Café: La película que dibuja a la perfección quién es Jesús Quesada, por si a algún seguidor de la serie original se le había olvidado, o por si algún espectador despistado llega virgen a la proyección. El amigo Quesada es el jeta que todos tenemos o hemos tenido como compañero de oficina: llega puntual, deja la americana colgada en la silla, enciende el ordenador, revuelve algunos papeles sobre la mesa y se pierde en un desayuno ligerito en el bar, en realidad el cuartel general de este especialista del escaqueo, el lugar al que regresará un par de veces antes de la hora de comer. Aquel personaje, simpático, majete en la ficción (no tanto cuando le tienes a diario en el curro), reveló a Arturo Valls (Valencia, 1975) como un cómico más que eficaz. Cuando la serie Cámera Café llegó a su vida, ya era muy conocido como hombre del negro del icónico programa Caiga Quien Caiga.

De reportero a actor: “Había hecho muy poquita cosa, había tonteado muy poquito con la ficción, y dije que sí sin pensarlo demasiado, por pura inconsciencia, que ha sido siempre un motor en mis elecciones profesionales”, explica. “Después, cuando empecé a encadenar proyectos como actor, me propusieron presentar ¡Ahora caigo! Y me lo pensé mucho, tenía esa cosa en la cabeza de... ¿cómo voy a presentar un concurso si ahora soy actor? Pero acabé aceptando y fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Es que me suelo mover por la búsqueda del placer. No soy nada purista, tengo compañeros actores que probablemente jamás presentarían un concurso, porque consideran que se desvirtuaría su trabajo, porque quizás el público ya no te puede ver interpretando a un personaje. Y a mí me gusta saltarme esos prejuicios, de hecho en el mundo anglosajón ocurre constantemente. Y lo hago por puro divertimento, y, como decía, por pura inconsciencia”. Diversión... ¿y una buena nómina? “Sí, eso es. Me lo pasaba muy bien, eso no se puede forzar. Y tenía mi recompensa. De hecho, fue un trabajo que, entre otras muchas cosas, me permitió producir películas como Los del túnel (2015) o Tiempo después (2018). Pero todo eso tenía que ver con que a mí no se me caían los anillos por presentar un concurso”, admite Valls.
 

El director Ernesto Sevilla ha dirigido el traslado de la serie icónica a la pantalla. / Pólvora Films

Productor arriesgado

Con Cámera Café. La película, Arturo Valls da un paso más en su faceta, quizás la menos conocida, de productor. Desde 2015, cuando fundó Pólvora Films, el actor y showman está desarrollando una interesantísima carrera apoyando proyectos marcados por la libertad creativa, y por apuestas muy poco obvias si nos quedamos con la imagen pública de nuestro hombre. “Es verdad que el cine que he producido hasta ahora obedece a una apuesta un tanto romántica, de disfrutar de todo un proceso, a veces de una forma casi hedonista. ¿Tú sabes el recuerdo que tengo de las reuniones con José Luis Cuerda para Tiempo después, por ejemplo? Todas las comidas, las charlas, yo sabía que en ese proceso me lo iba a pasar muy bien. Y todo empezó con Los del túnel, en querer darle la oportunidad a Montero y Maidagán, por cierto guionistas de Cámera Café, que escribieron un tipo de comedia de las que nunca te llega, y un personaje de esos que nunca te ofrecen, así que decidí provocarlo, generármelo yo mismo”, razona.

Arturo Valls: "El cine que he producido hasta ahora obedece a una apuesta un tanto romántica, de disfrutar de todo un proceso, a veces de una forma casi hedonista"

Ambas son películas muy personales, como lo es también Tótem Loba (2020), el primer trabajo como directora de Verónica Echegui, cortometraje ganador del Goya. O como la sorprendente Viaje a alguna parte (2021), que bajo la apariencia de un documental se convierte en un emocionante homenaje a Emma Cohen y al gran Fernando Fernán-Gómez, y que ha dirigido Helena de Llanos, nieta del mítico actor. “Admiro a Cuerda y a Fernán-Gómez por su sabiduría, por su agudeza, por esas sentencias cargadas de sentido común. Eran personajes afinadísimos. Vuelvo a Cuerda: era un deleite escucharle, cómo contaba las anécdotas, cómo discurría... Hacer Tiempo después servía para homenajearle, pero sobre todo para homenajearnos a nosotros mismos al trabajar con él”.
 

Los personajes de Cámera Café. La película siguen siendo los mismos, con una sola ausencia significativa y varias incorporaciones. / Pólvora Films

El faro del cuñadismo

Volviendo a Cámera Café. La película, que también produce, Valls apunta la voluntad de despegarse de la serie para hacerla volar. Y el resultado es evidente desde el primer minuto del film, cuando, tras una primera escena ante la máquina de café, abandona la estática y nos permite conocer finalmente que había más allá de aquel pasillo tan conocido. “Se plantearon muchas posibles películas, estábamos ante un lienzo en blanco. La clave era mantener la esencia, y el Cámera Café original está ahí. Los personajes siguen siendo tontísimos, siguen mostrando sus miserias, pero se sube la apuesta. En definitiva, el audiovisual y la manera de consumirlo ha cambiado, y había que ir más allá. Y en este sentido, Ernesto Sevilla ha sido una gran elección para ejercer de director, porque hace volar la cámara. Le ha dado mucho dinamismo, mucho efectismo, le ha metido un montón de guiños cinéfilos, la peli es un parque de atracciones. Propone cosas sin parar. Al final, la cuestión era no irse muy lejos del Cámera, que su espíritu se mantuviera. Ser fiel siendo proponiendo actualizado, modernizado”.

Arturo Valls: "La producción estaba ya en marcha, pero tuvimos un empuje definitivo con un vídeo que hicimos y que se viralizó durante la pandemia"

Y continúa: “Desde el minuto uno, cuando todo el reparto nos reunimos, como en el reencuentro de Friends pero sin bótox, vimos claro que íbamos a pasarlo bien. Luego están las expectativas del espectador: intuíamos que la gente recordaba la serie con cariño. La producción estaba ya en marcha, pero tuvimos un empuje definitivo con un vídeo que hicimos y que se viralizó durante la pandemia, animando a que la gente se quedara en casa. Nos dimos cuenta que había un interés real. Al final, desde mi punto de vista, porque al final fui yo el que encendió la mecha y he perseguido el proyecto con tesón, lo que quería era volver a un lugar donde me lo había pasado muy bien. Más allá de que funcionara maravillosamente durante cuatro años, con unas audiencias estratosféricas, es que fuimos muy felices”.
 

La película se aleja de la máquina de café para saber qué había al otro lado. / Pólvora Films

La presencia de Ernesto Sevilla detrás de la cámara y de Joaquín Reyes (que vuelve a ponerse en la piel de Richard, el informático) en el guion aseguran que en Cámera Café. La película se den la mano los universos de Muchachada Nui y de los viejos tebeos Bruguera: “De alguna manera apunta a ese costumbrismo que muestra las miserias humanas, que juega con los estereotipos y que retrata a personajes tan reconocibles como el caradura o el pelota, y a eso añádele el surrealismo habitual de los chanantes. Y después, a nivel formal, es muy moderna y está llena de guiños cinéfilos. Hay homenajes a Scorsese, a El Club de la Lucha, a Tarantino... lo que mola de esto es que Ernesto devora cine. Y que mete esos guiños pero con un sello propio, ves que tiene una personalidad como director que le va a llevar a hacer cosas muy chulas”, afirma.

Arturo Valls: "Que Quesada, rey del escaqueo, el pícaro caradura, tenga como ídolo a alguien (Albert Rivera) al que acaban de despedir del bufete de abogados donde trabajaba por bajo rendimiento es algo que no esperábamos, el chiste nos salió redondo"

Desternillante e imaginativa (“las risas eran el único objetivo, no es una película que se tome en serio a sí misma, no quiere tener mucha enjundia, el objetivo era hacer un divertimento, que la gente se lo pasara bien”), con la participación de casi todos los personajes clásicos (la única ausencia significativa es la de César Sarachu aka Bernardo, que sí está en espíritu) y los fichajes de Ingrid García Jonsson, Manuel Galiana, Javier Botet y, en sendos cameos, Ibai Llanos y Karina, Cámera Café. La película tiene uno de sus más afortunados golpes de guion en el descubrimiento del ídolo de Quesada. Y es que, tras la puerta de la caravana en la que malvive, cuelga un póster revelador con un Albert Rivera que para el jeta, el cuñado de manual, ejerce el mismo papel de Pepito Grillo que Humphrey Bogart significaba para Woody Allen en Sueños de un seductor (Play It Again, Sam, 1972). “Que sea su faro... que Quesada, el rey del escaqueo, el pícaro caradura, tenga como ídolo a alguien al que acaban de despedir del bufete de abogados en el que trabajaba por bajo rendimiento es algo que no esperábamos, el chiste nos salió redondo. Llegué a hablar con Rivera, queríamos que saliera, pero no pudo ser”.

Spoiler: eso de que Rivera no aparece tiene muchos matices. Y ayuda a redimir a Quesada. Porque, efectivamente, Cámera Café. La película redime al caradura, al cuñado. “Le hemos dado humanismo a mi personaje, sí. Yo debo confesar que no tengo problemas con la figura del cuñado, siempre que sea un ratito, en el bar, o en la cena de Nochebuena... da color. Alguna vez me habían preguntado, cuando hacía la serie, si me iría de fiesta con Quesada, y no, esta gente que está siempre tan arriba, tan motivada, tan a tope, es insoportable. Pero el verdadero problema aparece cuando un cuñado ocupa puestos de relevancia, de toma de decisiones, de poder. Y hay mil ejemplos, en empresas, en partidos políticos... Por ahí ya no paso”.