En marzo de 2019 se conmemora el centenario de la huelga de La Canadiense, una de las mayores movilizaciones obreras de Catalunya, que acabó con el establecimiento de la semana de 40 horas. Con motivo de estos hechos, el Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona organiza, en su sede de la Casa de l'Ardiaca, un curso de Historia sobre "La Rosa de Fuego, Obrerismo y movimientos sindicales en Barcelona durante el primer tercio del siglo XX (1909-1936)". El curso se celebrará los miércoles, de 19h a 20h30; empieza el 21 de noviembre y se extenderá hasta el 13 de marzo. Está coordinado por Teresa Abelló, profesora de Historia Contemporánea en la Universitat de Barcelona. Las inscripciones (a un precio de entre 30 y 60 €) se pueden hacer por correo electrónico.
Más allá de la universidad
Abelló explica que en este tipo de cursos se suele apuntar gente que no está en la universidad, pero que tiene un nivel de formación medio-alto y con buenos conocimientos históricos. Entre el profesorado se combinan los expertos con más experiencia, como el profesor Pere Gabriel, uno de los referentes en historia de los movimientos obreros, que abrirá el curso, con investigadores más jóvenes pero con una trayectoria muy sólida, como Josep Puigsech, de la UAB, quien realiza estudios sobre el impacto en Catalunya de la revolución rusa y que trabaja con fuentes de información muy valiosas gracias al hecho de que habla ruso.
La Canadiense y mucho más
Si bien la huelga de la Canadiense fue un acontecimiento de primordial importancia para el obrerismo catalán, el curso coordinado por Abelló incorpora un periodo mucho más amplio, que va desde la Semana Trágica hasta el estallido de la guerra civil. Jordi Roca dedicará una de las 13 sesiones a la huelga de la Canadiense, pero el curso no quiere centrarse exclusivamente en la conflictividad obrera, sino que también quiere analizar el obrerismo en el teatro y al cine, e incluso se cerrará con una sesión sobre la memoria del obrerismo: "Las piedras nos hablan: los espacios del obrerismo", a cargo de Queralt Solé.
Cuando las bombas no lo son todo
Abelló quiere dejar muy claro que obrerismo, en aquel periodo, no era sinónimo de violencia. "El objetivo del obrerismo es buscar un espacio donde se puedan crear unas sociedades obreras y unos sindicatos obreros", explica la profesora de la UB, y destaca la importante tarea cultural hecha por el obrerismo con la creación de escuelas, de centros culturales (como el Ateneo Enciclopédico Popular), de diarios, de espectáculos... "El mundo obrero es muy consciente de sus carencias y quiere superarlas, hasta crear una cultura propia," explica esta historiadora.
El dilema de las armas
El obrerismo barcelonés era muy potente, pero al mismo tiempo era muy diverso. Abelló recuerda que los que creían en el uso de la violencia como medio de transformación social eran "minoritarios, pero hacían mucho ruido" y en algún caso tuvieron un papel determinante en la evolución política, con actuaciones relevantes. El obrerismo mayoritario luchaba básicamente por los sindicatos, y se vio a veces perjudicado por la acción de los grupos violentos, porque al fin la represión acababa afectando a todo el mundo. Abelló explica que en algunos casos las organizaciones obreras incluso se plantearon la expulsión de sus miembros que defendían la violencia.
Años de represión
La Semana Trágica fue uno de los puntos culminantes del conflicto social en Catalunya, pero Abelló recuerda que este periodo de llevar conflicto ya se había iniciado muy antes. Apunta que a partir del proceso de Montjuïc de 1896, hubo una represión brutal contra los anarquistas, pero que también acabó afectando al liberalismo, al catalanismo, el obrerismo... Apunta también que a la "mítica" huelga de la Canadiense "los obreros fueron capaces de hacer un pulso al Estado y gracias a eso consiguieron las 8 horas de trabajo", pero también apunta que esta fuerza, justamente, llevó a la "represión brutal" del Estado y al pistolerismo.
Rosa de Fuego, mito anarquista
Para Abelló, es indudable que Barcelona fue un gran centro de huelgas, e incluso de violencia, "porque era el lugar con más concentración obrera". En consecuencia cree que la imagen de conflictividad de la ciudad se basaba en ciertos hechos reales, como la tortura, la movilización obrera o el pistolerismo. A partir de aquí, los medios anarquistas sacaron el "mito" de Rosa de Fuego, "la ciudad que explota para dar lugar a una cosa nueva". Abelló explica que algunos anarquistas creían, realmente, "que de la destrucción puede salir alguna cosa positiva". Aunque la expresión Rosa de Fuego partió de los círculos anarquistas, acabó generalizándose. La Rosa de Fuego, ahora, ya es de todos.