Uno no es consciente de cuánto ha impactado la música en su vida hasta que la vive en formato recopilatorio, una canción detrás de otra, y ve pasar episodios de sus vivencias a la velocidad de la luz, noqueado por el paso del tiempo. Fue curioso hacer la prueba: Avril Lavigne era solo un recuerdo nostálgico antes de salir y se transformó en la protagonista de adolescencias y rebeldías pasadas, de repente colocada en el centro de los sueños de pubertad de la mayoría de los presentes. Miles de personas esperaron frente al escenario principal del Cruïlla predispuestas a dejarse llevar por la somnolencia de lo que un día fue, cuando los años no nos habían arrebatado todavía la posibilidad de soñar, y deseosas de volver a izar la bandera del idealismo.

La canadiense apareció con una estética adaptada a los 2000 de combinación rosa y negra y con una primigenia actitud de tía dura y pasota, que fue dulcificando con el rato. Hacía 19 años que no pisaba Barcelona y se estrenó con Girlfriend, y aunque dejó entrever algunos de sus últimos temas, el gran peso fueron sus clásicos. No podía ser de otra manera y es lo que sus seguidores (y los que no tanto) esperaban, ya convencidos que nunca la verían actuar en directo, y en seguida pisó fuerte la Avril Lavigne del mp3 y el Fotolog, la de Complicated o My happy ending; la chica post punk bellísima que con sus grandes ojos y una perfecta piel pálida le sugirió a la juventud que rompiera las normas. Y la platea estaba ilusionada, como si la cantante fuera una especie de Peter Pan a la que no le fuera permitido crecer.

20240712 CRUILLA Avril Lavigne / Foto: Montse Giralt
Foto: Montse Giralt

Iba a ser el concierto más impactante del festival pero Lavigne bebió mucho más de la nostalgia y el deseo pueril que del show mayúsculo de una leyenda. Sí que fue el más multitudinario de la jornada sin ninguna duda, con pocos huecos disponibles para pegar saltos, pero se respiró en el ambiente la rara sensación de quedarse a medias. Pese a que la artista interactuó con el público, rociándolo con cava y confeti, regalando detalles en forma de corazón e incluso repartiendo tablas de skate firmadas en el momento, no acabó de llenar el espacio pese a gozar de un set list pensado para coronar el Cruïlla. Lo nostálgico llama, pero no siempre suma. El entusiasmo de los allí presentes se fue apagando sutilmente hasta quedar relegado solo a las primeras filas, que siguieron siendo una gran masa de gente incluso cuando terminó Sk8ter Boy y el público pensó que el espectáculo había acabado. Lo cierto es que detrás del parón llegaron los bises y que la tríada final de baladas de Avril Lavigne —acabando con I’m with you tras los 90 minutos programados— la escuchó la mitad de la gente.

La marabunta se trasladó hacia el escenario de al lado, donde Amaral cogió el relevo y firmó otro de sus conciertos genuinos, repletos de hits cantables, todos ellos éxitos de radio que triunfaron en una horquilla de años condensada en la primera década dosmilera y que ya son patrimonio nacional. Moriría por vos, Marta, Sebas, Guille y los demás, Sin ti no soy nada, Toda la noche en la calle, Cómo hablar o El universo sobre mí marcaron el ritmo del grupo, con una Eva Amaral que volvió a lucir versatilidad, voz a chorro y energía a borbotones, y que se confirmó (de nuevo) como una de las cantantes con más carisma de la veteranía musical.

La tercera jornada del Cruïlla estuvo liderada por mujeres pero reunió a otras grandes citas, como The Kooks, ya festivaleros empedernidos que llenaron de alegría el escenario principal cuando todavía era de día, y que hicieron sonar temas ultra conocidos como Junk of the heart (happy), She moves in her on way o Seaside. También Kasabian, Shinova o Rayden dieron rienda suelta a sus proyectos, volviendo a ratificar que el festival es uno de los espacios culturales más transversales del verano barcelonés. Como siempre, abundó el público local y la diversidad de generaciones continuaron alimentando la leyenda de un Cruïlla apto para todos, que antes de bajar la persiana seguirá sus andadas en una última noche liderada por The Smashing Pumpkins, Oques Grasses o Pet Shop Boys.

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Foto: Jordi Borràs / ACN