Bad Gyal dice que hablar no se le acaba de dar bien, que su talento real es "montar una buena fiesta". Eso es precisamente lo que organizó ayer a ritmo de dancehall, trap y reggaeton en un Palau Sant Jordi con todas entradas agotadas. La de Vilassar de Mar estrena así, en casa, uno directo completamente nuevo que también traerá al Wizink Center de Madrid el 17 de febrero.
Este show es el gran adelanto de lo que, después de 7 años de carrera, será su primer disco, "La Joia". Un título en catalán que, dijo ayer, quiere ser un regalo en su ciudad. Hora y media de luces, fuegos artificiales y mucho "perreo" dan para que presente hasta 7 canciones nuevas, que incluyen colaboraciones con nombres tan grandes en la industria de la música urbana como Nicki Nicole, Karol G o Sean Paul. Unos cuantos vínculos que consolidan definitivamente la internacionalización de la artista. Tanta novedad no sacó tiempo para tocar los grandes hits que pasarán a su historia, desde "Chulo", estrenada tan solo un día antes del concierto, pasando por "Yo sigo igual" y "Candela", un viaje al tiempo de sus inicios. La de Vilassar quiso coronar la fiesta con "Fiebre", también conocida como la canción que nos hace salir a todos corriendo del baño de Razzmatazz para darlo todo en la pista.
El paso al mainstream
El directo que estrenaba Alba Farelo no era solo un acontecimiento destacable a su carrera, sino que es prácticamente inédito en Catalunya. Lo más importante de lo que pasó ayer no es que una chica que empezó haciendo canciones desde su bañera y con ritmos urbanos hiciera un sold out al Sant Jordi. Aquello realmente importante es Bad Gyal abre la puerta a que otros artistas urbanos del país también puedan dar el paso. Igual que lo consiguió Rosalía en su momento, con este directo voluntariamente extravagante y performativo, lo que transmite la de Vilassar es que mover el culo con las amigas, expresarse sexualmente sin tabúes o vestir con poca ropa y colores brillantes ya no solo está en poder de unos cuantos: es el paso de la música urbana del país al mainstream.
Y es que ayer, sobre el escenario, había, realmente dos Bad Gyals. La primera, que enseñó a toda una generación de niñas de 16 años que podían escuchar música discotequera y hablar de porros, sexo y dinero y, encima, en su idioma. De esta Bad Gyal casi no queda ni rastro. Ayer la vimos en su timidez repentina al saludar al público de su casa, el flirteo con el catalán cuando cantó "Jacaranda", o en el humilidad del gesto de quedarse sola en el escenario al final de "Fiebre" y dar las gracias mientras absorbía aquello vivido.
La segunda es la diva internacional, con uno directo trabajado y lejos de la producción autogestionada más inicial. La que cree en la espectacularidad sin complejas, la que acaba de devolver de un tour primerizo en Latinoamérica y lleva un bagaje de años de conocer el mercado. La que reivindica que no lo sabe intentar, que solo lo sabe hacer. La que canta en castellano. El problema para la generación que creció con las producciones independientes de Bad Gyal es que muy probablemente nunca volveremos a recuperar a la primera Alba. El problema para la nueva hornada de fans es que nunca la echarán de menos.
A pesar del crecimiento y los focos, sin embargo, cualquier persona del público de ayer hubiera estado de acuerdo en que las dos Bad Gyals serán siempre el "pussy k mana". La del vídeo en un piso de Gracia con la P.A.W.N que algún buen samaritano ha vuelto a subir a YouTube es el "pussy k mana". La chica a quien le temblaba la voz es el "pussy que mana", pero también lo es el artista internacional que ayer podía hipnotizar decenas de miles de personas con una sola mirada en el Palau. ¿Y qué le puede reprochar una al "pussy k mana"? ¿Qué se le puede discutir?