Problemas, como ombligo, cada uno tiene el suyo, los suyos; y cada uno, claro, se lo mira sin remilgos. La catalana Bad Gyal ha decidido mostrar los propios al mundo y el resultado, por un lado cabrea, qué llorica se puede llegar a ser por algo en lo que uno mismo se ha zambullido, y por otro preocupa: hasta qué punto la industria musical es una maquinaria podrida a la que bien poco le importa por dónde pasan emocionalmente sus talentos. La joia es ambivalente, como la propia Alba Farelo, se sumerge en la mierda y bracea sobre el lujo. Para muestra ese reloj Cartier, oh là là, que le genera contradicción (llamada a su madre incluída). De los enfados morrocotudos de la catalana en su asalto al estrellato –qué mala uva gasta a veces– a Versace. En un chás. Solo quiere hacer música, dice la estrella del dancehall. Como si no supiese que las cúspides a las que aspira no se pueden escalar sin mosquetones de diamante, sin el mejor equipo, el más grande, y por lo tanto, el más perverso. Dale la mano a una multi y te pondrá las uñas en un Happy Nails deluxe. A riesgo, eso sí, de que luego te las arranque.
Solo quiere hacer música, dice la estrella del dancehall. Como si no supiese que las cúspides a las que aspira no se pueden escalar sin mosquetones de diamante, sin el mejor equipo, el más grande, y por lo tanto, el más perverso
Estrella con arañazos
El metraje al menos huye de vestir a su protagonista de pluscuamperfecta, de estrella sin arañazos. Sí vende bien su carácter, como acostumbran últimamente los largos musicales, Esta ambición desmedida de C. Tangana; sí, desmedida herramienta de marketing. Es ambiciosa y caprichosa a partes iguales. Pero es Bad Gyal, la que viste y calza. Y la que tiene melocotonazos como Fiebre. Tampoco el metraje es Homecoming (2019) de Beyoncé, donde la diva es modelo de manejo, estandarte de capitanía. Es innegable que tiene algo de curioso ver –cámara en mano, mucho movimiento, mucha intimidad en las tomas, audios de Whatsapp– cómo es eso de ascender al estrellato. ¡Llegar incluso a la industria americana! Aunque de primeras parezca un verdadero asco, algo que más que disfrutar hay que aguantar, si ahí se quedan, algo tendrá: la carrera de Bad Gyal ha dado un vuelco indudable, desde aquellos vídeos caseros en el Raval hasta la estrella urbana de hoy, ¿el precio a pagar por ello? No acabamos de saber.
La carrera de Bad Gyal ha dado un vuelco indudable, desde aquellos vídeos caseros en el Raval hasta la estrella urbana de hoy, ¿el precio a pagar por ello? No acabamos de saber
El film no ahonda del todo en qué ha perdido (solo nada por la superficie de su salud mental, de su cuerpo ultrapresionado, ¡esos entrenos!), se centra especialmente en por qué no le dejan ser más en según qué momentos, ¡multis, malas! Es de suponer que cada artista que ocupa charts y portadas debe tener un documental parecido a este. Ella ha tenido el arrojo de llevarlo a los cines –unos días, luego descansará en plataformas– tras su estreno en In-Edit y, sobre todo, de dejarnos entrever qué es ser artista 24/7. Últimamente, tras un gran disco, hay un docu… Normalucho. Programas de TV, revistas especializadas, redes y también cine: la maquinaria de promo 360º para explicar a un artista no se detiene. Cada uno tiene un ombligo. Y, algunos, hasta un documental.