Un escritor en plena crisis profesional, personal y familiar decide ir a reencontrarse con su propio pasado familiar. Este es el argumento de Bandido, la primera novela del israelí Itamar Orlev que ganó en el 2015 el prestigioso premio Safir y que ahora publican en catalán y castellano Quaderns Quema y Acantilado, en traducción de Eulàlia Sariola. El protagonista, Tadek, dejará a su hijo pequeño y la mujer de la que se acaba de separar en Israel e irá a la Polonia comunista, en 1988, a buscar a su padre, a quién hace muchos años que no ve, pero de quién tiene un recuerdo penoso, porque lo había maltratado repetidamente cuando era niño. Lo encontrará en una residencia, desvalido, y empezarán unos días de intensa convivencia durante los cuales aprenderá muchas cosas de su pasado familiar, que le obligarán a revisar su propia actitud con respecto a la familia y a la vida.
Un desconocido
Para Tadek su padre es un completo desconocido, un hombre que lo golpeaba brutalmente y que periódicamente abandonaba a toda su familia, pero que en cambio en ciertos momentos era muy afable y que gracias a sus dotes por la música y a su carácter jovial conseguía organizar grandes fiestas. Tadek viaja a Polonia para encontrarse con un hombre de lo que sabe pocas cosas, pero que sigue siendo terriblemente agresivo y soberbio, pese a que está terriblemente deteriorado. Un hombre alcoholizado que no conoce el arrepentimiento y que todavía proclama con orgullo muchas de sus atrocidades. Al fin, Tadek acabará enterándose de muchas cosas de su vida, y muchas otras quedarán veladas, probablemente para siempre. Al fin, reconoce que su padre le es un desconocido, pero el libro incorpora una reflexión brutal, y acaba preguntándose si no lo son, en el fondo, todos los padres. También la madre de Tadek, con la que ha convivido de forma mucho más estrecha, acaba siendo un misterio para el protagonista...
Del amor y del terror
Tadek, décadas después de dejar a su padre, todavía está aterrorizado por su recuerdo. Pero el odio que le genera la figura paterna también está injertado de amor. En realidad, el protagonista, incluso ya de mayor, no deja de ser el niño que lucha por obtener el amor de su padre; un niño que quiere que su padre le haga caso, que vea que le quiere... Incluso la madre de Tadek, que ha sufrido la brutalidad de su marido una y otra vez, y que ha emigrado a Israel para huir de él, al fin afirma que sólo recuerda los buenos momentos de la relación. El protagonista se siente culpable por no amar a su padre, a quien se supone que por cuestiones de fidelidad familiar tendría que amar (en una entrevista Orlve explicaba que escribiendo Bandido, se había dado cuenta de que poco importa si tu padre es un primer ministro o un criminal: tú siempre quieres obtener su reconocimiento). Y en ciertos momentos de debilidad, Tadek se siente culpable por amar a su padre, pese a los motivos que tiene para odiarlo. Orlev plantea, magníficamente, una cuestión esencial: no siempre se ama a la gente que se lo merece. Y, de rebote, sobre la novela se cierne una segunda cuestión: ¿todo el mundo tendría que tener el derecho de ser amado por alguien, sea como sea?
Héroes y víctimas
Tadek, en su viaje a Polonia, descubre los orígenes de la violencia de su padre. Se entera de su paso por los campos de concentración nazi, obtiene detalles de su tarea como partisano, le explican la persecución que sufrió en manos de los rusos... La guerra no acaba del todo para los que han estado en medio de la vorágine: siempre vuelve. Y el antiguo partisano continúa en guerra contra el mundo, con los métodos de lucha que usó durante el conflicto. El padre de Tadek es un héroe de guerra, pero no está tan claro que no fuera, también un criminal. Ante la tendencia a confundir héroes y víctimas, Orlev explora los confusos límites entre los que defienden a la humanidad y los que la atacan. Y lo hace evitando cualquier simplismo moralista. Bandido es una auténtica novela para pensar: abre muchos más interrogantes de los que cierra.
Modelo de libertad
El padre de Tadek proclama con orgullo que siempre ha hecho lo que ha querido. Ha bebido lo que ha querido, se ha ido a la cama con quien ha querido, no se ha sujetado a ninguna disciplina laboral, ha pegado cuatro tortas a quien le molestaba y al fin nunca se ha doblegado ante ninguna norma. En cierta medida, encarnaría un cierto tipo de héroe del mundo neoliberal, completamente autosuficiente. Obviamente, su hijo es incapaz de captar los aspectos positivos de su padre. Sólo ve que su padre le ha agredido, ninguneado, abandonado, traicionado... Pero, cuando se reencuentran en la residencia de jubilados, queda patente que el sueño del hombre autosuficiente y libre de todo compromiso es una entelequia. El viejo padre ya no es autosuficiente, y aunque intenta resistirse, depende de los otros para cualquier cosa. En realidad, incluso para moverse tiene que ser cargado por su hijo a hombros. La decrepitud no perdona a nadie: tampoco a los que siguen creyendo en la fuerza como supremo argumento.
El pueblo como infierno
Durante la estancia de Tadek en Polonia, planeará un viaje a su pueblo, al que se sumará, sin pedir ningún permiso, su padre. Pero el pueblo (y el pasado que en él se ve reflejado) dista mucho de ser un mundo idílico. El escritor israelí se reencontrará con historias terriblemente violentas, de alcoholismo, de violencia, de discriminación, de abusos y de intimidación que le hacen entender que su padre no es un caso aislado, sino que es el máximo exponente de una sociedad podrida. Puntualmente, Tadek se encontrará con personas amables, comprensivas, que le ayudarán en su viaje; pero para alguien que ha vivido desde la infancia en las ciudades israelíes el choque es impresionante. Nada es ya, treinta años más tarde, como lo recordábamos. Pero quizás es que nada fue como lo recordamos 30 años después.
Ambición
Últimamente se publican por todo el mundo muchos libros con referencias a la Guerra Mundial. En muchos de ellos miembros de las jóvenes generaciones descubren el pasado de sus antecesores durante el conflicto, lo que les da claves para entender la historia familiar (en el caso catalán y español, tenemos también numerosas obras de ficción con la misma temática, pero situadas en la Guerra Civil). Pero Bandido va mucho más allá de las tópicas novelas sobre el secreto familiar y los fantasmas del pasado. Orlev escribe una obra terriblemente ambiciosa, en la que la guerra mundial sólo es un marco para hablar sobre el amor, la lealtad, la familia, la infancia... Una novela terriblemente arriesgada, por el abanico de temas que trata, pero que Orlev resuelve de forma excelente. Además, Orlev evita hacer una narración lineal y combina el relato del viaje de Tadek con sus recuerdos de infancia y con las conversaciones que mantiene, al retornar del viaje, con su madre, que le permiten contrastar puntos de vista bien diferentes sobre un pasado que a veces ignora y a veces mitifica. Al fin, Bandido no sólo consigue mantener la tensión hasta el final, sino que hace pensar en el lector escapándose de todos los tópicos. La novela de Orlev, que parece increíble que sea una ópera prima, explora el fondo del corazón de los seres humanos para sintetizar sus miserias y sus glorias. E, inevitablemente, conduce al lector a preguntarse sobre su lugar en el mundo. Una magnífica introspección en el alma humana.