La editorial Adesiara, publica El bar / El Nadal d'en Pablo Nogales, unos textos hasta ahora desconocidos de una autora catalana injustamente olvidada, Cèlia Sunyol. El texto central del libro, "El bar", es la historia de una niña huérfana en la dura sociedad de la posguerra. El volumen se completa con un cuento, "El Nadal d'en Pablo Nogales", que encaja muy bien, temáticamente, con "El Bar"; si una narración se desarrolla en las barracas, la otra transcurre en un sucio bar de menús donde se trafica con drogas, otra de las cloacas de la sociedad. Ambas obras, escritas a finales de los años cuarenta del siglo pasado, quedaron inéditas hasta ahora por culpa de la censura franquista. Ahora, en pleno siglo XXI, por fin, se publican, sin cortes y con una introducción de Maria Campillo. La misma editorial Adesiara ha recuperado, también Primera part, la novela con que Cèlia Suñol obtuvo el premio Joanot Martorell, en 1947, cuando se intentaba volver a poner en marcha la industria cultural catalana. Una obra con una base autobiográfica que sufrió graves ataques de la censura y que con muchos recortes.
¿Paraíso nacional-católico?
No es extraño que la obra de Cèlia Suñol tuviera problemas con la censura, porque la visión que ofrece "El bar" de la vida bajo el franquismo es pésima. Frente a un régimen que se justificaba en base a la recuperación de la moral católica, Suñol nos relata historias de prostitución, de abortos, de estraperlo, de tráfico de drogas... El retrato que hace la autora de la época está muy lejos del puritanismo que propugnaba la moral oficial: "En aquel clima brutal, el amor o el sexo, da igual, era el elemento más fuerte, más atrayente (...) El amor, o el sexo, da igual, era para aquellos infelices el único vuelo hacia el cielo, un cielo cerrado, de gemidos y caricias, desmayos y temblores. Un cielo de deseo y de olvido, de llantos y mordiscos. Y, ¿por qué no?, también un cielo de ternura... Ternura por la carne que te ha sacado del infierno, aunque haya sido sólo por espacio de un segundo". La prosa de Suñol es un ataque en toda regla a la línea de flotación del nacional-catolicismo. El franquismo, presentado como un régimen de virtud católica, se revela como un sistema de prostitución sistemática. Una perspectiva terriblemente dura desde la óptica femenina que siempre es patente en la obra de Suñol.
Los vencidos
Los personajes de Suñol son vencidos, no necesariamente vencidos por haber dado apoyo a los republicanos, sino derrotados por la miseria, por la sordidez del ambiente... En una de las historias la protagonista es una chica que cuando queda huérfana cae de los barrios altos a la zona baja de la ciudad y se ve explotada por su tía, en la segunda narración un tísico que vive en las barracas no encuentra forma de escapar de este mundo, pese a sus esfuerzos desesperados. Los dos protagonistas son víctimas de un mundo hostil, sin ningún poder para escoger su futuro en un mundo corrupto y corruptor. Pero el resto de personajes también reflejan un mundo sórdido, tan sórdido como la barraca de Pablo Nogales, con humedades por todas partes, o el bar de la tía Milagros, lleno de bichos y con peste a comuna. Cèlia Suñol presenta un universo cerrado, sin salidas, donde los individuos están condenados a ser engullidos por la despiadada rueda de la vida.
Una vida sin suerte
Cèlia Suñol nació en 1899 en Barcelona, hija de un catalanista republicano. Tuvo una vida bastante cómoda hasta la muerte de su padre, en 1918, y gracias a eso disfrutó de una buena educación. Poco después sufrió tuberculosis, y la enviaron a recuperarse a Davos, a Suiza. En el sanatorio conocería el danés Kaj Hansen, con quien se casaría: durante años vivirían en Dinamarca, Alemania y Suiza, hasta establecerse en Barcelona. Tuvieron un hijo, Anton, que nació en 1926. Pero Hansen no se recuperó nunca de la tuberculosis y murió en enero de 1929. En diciembre, Cèlia Suñol se casó con Josep Figuerola y en enero de 1931 tuvo otra hija, Rosa. Durante la República trabajó para la Conselleria de Cultura, pero la guerra afectó a la familia Suñol-Figuerola duramente. En agosto de 1945 Joaquim Figuerola murió de una angina de pecho. Fue en aquellos momentos que Cèlia Suñol empezaría a escribir, a la vez que trabajaba para el editorial Juventud. En aquellos años publicó Primera part y L'home de las feres i altres contes. Pero no pudo escribir muchas cosas más, en parte porque pasó por fuertes dificultades económicas. A los 65 años se quedó ciega, como consecuencia de dos desprendimientos de retina y murió en 1986.
Publicaciones especiales
Adesiara es una pequeña editorial de Martorell que ha optado por una línea de publicaciones muy especial, al margen de lo que son las grandes tendencias del mercado. Tiene una colección, "Aetas", dedicada a editar traducciones de clásicos latinos y griegos, muy esmeradas pero a precios populares. "Vagueries" es una colección destinada a ensayos, que incorpora obras tan diversas como la Història del diable de Daniel Defoe o La tomba del fanatisme de Voltaire. "D'ací d'allà" agrupa libros de poesía, ensayo y novela de todos los tiempos, siempre en traducciones directas al catalán y, los poemarios, en versión bilingüe. Pero quizás la colección más emblemática de de Adesiara es "De cor a pensa" donde se publican textos de autores catalanes que han quedado olvidados por una cuestión u otra, siempre prologados por algún especialista en la obra del autor. En esta colección de Adesiara, además de las obras de Suñol, se han publicado textos tan emblemáticos como L'arbre de foc, de Agustí Bartra o las Hores angleses de Ferran Soldevila.
Merecido rescate
Cèlia Suñol representa una voz de protesta de una gran potencia; no es extraño que fuera acallada por la censura. Si bien la sociedad que retrata ya no existe como tal, su fuerza narrativa permanece intacta. Era un deber moral de nuestra sociedad recuperar una obra escrita con un gran valor, por lo que supuso de resistencia lingüística al franquismo, pero también por la denuncia sin paliativos que se realiza del nacional-catolicismo. Por una parte, hay que considerar que escribir una obra como esta, en los años 1940, era una heroicidad. Pero, además, se debe tener en cuenta que "El bar" no es sólo una obra de denuncia escrita con buenas intenciones, sino una novela corta de una fuerza extraordinaria, con una trama bien sólida, y unos personajes y unas imágenes fantásticas. Una novela que, imperativamente, había que recuperar.