Barcelona, 1714, la película que abrió el Barcelona Film Fest de este año, ya ha llegado a los cines de Catalunya, después de un largo proceso de producción y posproducción. Explica una historia de amor en un contexto extremadamente sugerente: el asedio de Barcelona durante la Guerra de Sucesión. Una historia, dirigida por Anna Maria Bofarull y producida por KaBoGa, que ha sido grabada con actores con un trasfondo digital en 3D, mediante croma, para superar la precariedad presupuestaria, con unos resultados poco halagadores

En clave universal

Barcelona, 1714 no es una película en clave catalana. Se sitúa en el marco del asedio a Barcelona, y constituye un homenaje al sufrimiento y a la resistencia de los ciudadanos ante el enemigo, pero no toma un sesgo especialmente político. Cualquier ciudadano, de todas partes, podría sentirse identificado con los habitantes de una ciudad asediada y continuamente bombardeada por unas fuerzas numéricamente superiores. En la película hay resistencia, pero también hay dudas, traición, intereses económicos... El centro de la trama no se sitúa tanto en la epopeya colectiva de la ciudad de Barcelona como en las vivencias de una familia de taberneros, que van tirando en una situación de crisis extrema.

Voz de mujer

Frente a la mayoría de películas bélicas, que ofrecen el protagonismo a un personaje masculino, esta obra, dirigida por una mujer, sitúa en el centro de la trama a Agnès, la hija de un tabernero. La acción, pues, no se situará tanto en las baterías artilleras, en los baluartes ni en las contraminas, sino en los hospitales, en los conventos, en las obras de defensa, en los prostíbulos, en la misma taberna... La guerra coge, pues, sus matices más dolorosos y pierde sus aspectos más épicos. Es, básicamente, dolor y miseria, pero también violencia, acoso, miedo, incertidumbre... La protagonista de este filme aspira, sobre todo, a huir de una ciudad asediada. Una aspiración, por otra parte, ciertamente razonable.

El croma, ¿la solución?

El croma es una técnica de efectos visuales de posproducción que se utiliza muy a menudo en televisión, en videojuegos... Se trata, sencillamente, de situar una pantalla azul o verde detrás de los actores y después ubicar, con posproducción digital, el fondo más adecuado, de tal forma que no se tenga que mover a los protagonistas al marco real donde se desarrolla la acción. De esta forma se puede desplazar a los protagonistas de una producción a escenarios fantásticos o a lugares que ya no existen. Incluso las grandes producciones, en los últimos años, hacen un uso sistemático del croma. El problema es que es necesaria una gran calidad técnica para hacer verosímil una película rodada con croma. Y este filme, que hace un uso sistemático de él, recurre a unos escenarios y unos decorados que lo hacen inverosímiles. Ni las vistas generales de la ciudad, ni las calles, ni siquiera los espacios cerrados son creíbles. Todo tiene un poco de aspecto de videojuego (sin la acción trepidante de este) o, peor, de decorado de película de cine mudo. Y con todo eso no consigue transmitir la sensación angustiante del dantesco asedio de 1714.

El desastre de Barcelona, 1714

Barcelona, 1714 elige un contexto histórico muy rico, que encaja perfectamente con una historia de amor, y sin duda acierta al escoger una original perspectiva femenina. Pero se atasca, a menudo, en una trama excesivamente compleja, con un montón de subtramas que no siempre se cierran en firme. El filme cuenta en su reparto con actores como Juanjo Puigcorbé, Àlex Casanovas, Miquel Sitjar o Txe Arana, y con la colaboración de conocidos personajes como el cómico Toni Albà, el cantante de Els Pets Lluís Gavaldà o el músico de la Companyia Elèctrica Dharma Joan Fortuny. Pero eso no consigue salvar la obra. Los problemas técnicos le restan credibilidad y hacen que esta película no pueda, en ningún caso, competir con las producciones de Hollywood, que es el que pasa día a día en las salas de cine. Y es una pena, porque, realmente, el tema daba para un gran filme. Heiko Kraft, coproductor de la película, definía Barcelona, 1714 como "una película de cooperación", hecha gracias al apoyo económico y a la cooperación técnica de mucha gente. Pero parece ser que la cooperación no ha sido suficiente como para competir con la gran industria cinematográfica.