Vivimos una época dorada por las main pop girles. Artistas femeninas en solitario que arrasan con un buen puñado de hits, una personalidad única y rasgos estéticos identificable dentro del panorama global, y que responden al pulso de los tiempos que vivimos. Desde Beyoncé, con su reinterpretación de la cultura americana, a Taylor Swift tomando la corona a la industria con el tour mundial mayor de la historia, pasando por el celebrado álbum club de Charli XCX, y su verde slime imprimiendo internet, el eterno sunshine de Ariana Grande o el momento Expreso de Sabrina Carpenter. Todas ellas poderosísimas mujeres que en cuestión de segundos cuelgan el cartel de todo vendido allí donde van. El presente las adora. Pero si hay una que ha sabido retratar a la perfección la experiencia femenina Z, y todas las contradicciones que comporta entrar en la vida adulta, ha sido Olivia Rodrigo.

Olivia Rodrigo ha sabido retratar a la perfección la experiencia femenina Z, y todas las contradicciones que comporta entrar en la vida adulta

Un espectáculo BRUTAL

Por eso mismo, cuando la autora de drivers license anunció el primer concierto de su carrera en Barcelona, sus fans no dudaron a darle entre 80 y 120 euros -un precio que hace un par de años nos parecería  ridículamente desorbitado para una gira de un segundo álbum- para asegurarse la oportunidad de dejarse la voz con ella. Dicho y hecho. Entradas agotadas. El 18 de junio, fecha en la cual Olivia Isabel Rodrigo pisaría el escenario del Palau Sant Jordi con su Guts World Tour, todo Montjuïc se ha llenado de chicas vestidas con looks similares a los de la artista: faldas cortas negras, lentejuelas, mucho color lila, malva, violeta; camisetas de tirantes blancas con mensajes como "get him back", "social suicide, I know my age and I act like it" o "f*ck it, it's fine", y una ilusión efervescente por ir a gritar, en comunidad, contra todos aquellos que les han roto el corazón, no han creído en ellas o, simplemente, contra un mundo que puede ser BRUTAL.

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Olivia Rodrigo ha pasado por Barcelona con su Guts World Tour / Foto: Alejandro García / EFE

Acompañándola, una banda formada únicamente por mujeres. Una especie de reapropiación de los shows energéticos de guitarras, herencia de figuras como Hayley Williams de Paramore o Avril Lavigne

Con rigurosa puntualidad, después de una cuenta atrás orquestada por unos visuales de unas velas que componían la palabra GUTS, Olivia Rodrigo ha aparecido en el escenario al sonido de guitarras encendidas. ¿Una estrella Disney? ¿Una estrella pop? ¿Una estrella del rock? Sea como sea, estábamos a punto de ver la actuación de una performer estelar. Sin margen, y en medio de una ovación ensordecedora de bienvenida, la americana ha empezado a entonar a la acelerada bad idea, right?, seguida de ballad of ahomeschooled girl. Vestida con el primero de los cinco looks de la noche: falda y top brillante plateado, ha empezado a abrirse en canal. Iba fuerte desde el principio. Primero Vampire, el single de presentación de su segundo disco, y después drivers license, con el puente inconfundible que la proyectó a la fama tanto radiofónica como online. Cuatro canciones seguidas en las cuales el público no ha parado de cantar. Lo ha dado todo. Es posible que si ella hubiera callado, habríamos podido mantener el concierto desde la pista. Y esta energía ha sido la que ha perdurado toda la noche. Acompañándola, una banda formada únicamente por mujeres. Una especie de reapropiación de los shows energéticos de guitarras, herencia de figuras como las de Hayley Williams de Paramore o Avril Lavigne. Hay que destacar que cuando Rodrigo ha presentado a cada una de las integrantes, y la bajista ha entonado al Seven Nation Army de The White Stripes, el público, formado básicamente por gals & gays y sus padres, ha entonado el lolololololo más futbolístico que os podáis imaginar. Si no estábamos antes, no era por falta de ganas, sino de espacio. El show ha continuado con un nuevo cambio de look y el combo de teenage dream, pretty isn't pretty, love is embarrassing, making the bed. Sinceridad del artista y entrega del público a partes iguales. La mayor virtud de sus letras, es poner en palabras aquello que muchas han sentido o están sintiendo, aunque sea vergonzoso. Un soplo de aire fresco en toda regla.

La virtud mayor de sus letras, es poner en palabras aquello que muchas han sentido o están sintiendo, aunque sea vergonzoso. Un soplo de aire fresco en toda regla

Una descarga eléctrica de juventud

El momento más espectacular del show ha llegado cuando, subida encima de una luna con estética de bola de discoteca, al estilo de lo que en su día hacía Florence Welch, ha sobrevolado toda la pista cantando logical y enough for you. Pasábamos ya el ecuador del concierto, pero el público, lejos de ir domesticándose, ha seguido entregándose con total devoción. No ha sido un concierto para la nostalgia, sino para vivir en un presente emocional candente. Si nunca has sido una chica con el corazón roto, siempre serás un poco una chica con el corazón|coro roto. Es por eso que temas como happier o favourite crime han sido cantados con la intensidad y la pausa que merecen. Incluso la impotencia y la rabia han sonado mejor que nunca con jealousy, jealousy.

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Olivia Rodrigo, la alegría y contradicciones de ser adolescente / Foto: Alejandro García / EFE

No ha sido un concierto para la nostalgia, sino para vivir en un presente emocional candente. Si alguna vez has sido una chica con el corazón roto, siempre serás un poco una chica con el corazón roto

Olivia Rodrigo ha demostrado en todo momento naturalidad en el escenario. De niña actriz a estrella del rock. Cada paso que ha dado desprendía aquella seguridad que te dan los veintipocos y toda una vida por delante. Un compromiso absoluto con todo aquello que se vive y se desea. Daba igual si se trataba del dolor de ser sustituida en deja vu, o del daño irreparable de una relación manipulativa en the grudge, ella nos mostraba sus entrañas para que también fueran las nuestras. Llegados al final del concierto, ha sido el momento de poner todas las cartas sobre la mesa. Pop-punk herencia de Simple Plan, noise-pop, letras que recuerdan a Lily Allen y una reinterpretación de Joan Didion con brutal, obsessed y all american bitch. Cuando Olivia Rodrigo ha cantado I know my age and I act like it, lo ha dicho de corazón. Estábamos frente a una artista que quería saborear su presente, que no tenía prisa para crecer y disfrutaba de cada uno de sus errores como si fueran irrepetibles. Una descarga eléctrica de juventud y de pasión por aquello que se siente. Por suerte, la noche no ha acabado aquí. En un estallido de euforia, de confeti de estrellas, de liberación y de ganas de decir ya te lo montarás, ¡qué te den! a quien te ha partido el corazón, ha encadenado good 4 u y get him back!. Un cierre espectacular para una noche donde, en aproximadamente una hora y cuarenta, las contradicciones y la posibilidad de ser tu versión más sinceramente adolescente lo ha sido todo.