Albertí Editors publica Barcelona Orientalista, de Oriol Pascual, un libro en que se analiza la arquitectura de inspiración oriental que se generó en la capital catalana entre 1859 y 1914. Lo hace mediante diez obras que recrean, o que pretenden recrear, la arquitectura del mundo árabe o de Extremo Oriente. Algunos de ellos son edificios muy conocidos: el Paraninfo de la Universitat de Barcelona, la plaza de toros de las Arenas, la Casa Vicens de la calle Carolines, la Casa Bruno Cuadros de les Rambles... Las otras son mucho más desconocidas: la Casa Pere Llibre, el Edificio Alhambra, el pabellón de la Torre Castayes, la Casa de las Altures, la Casa Tosquella... El caso más curioso de todos: el de la Casa Marsans de Vallcarca: por fuera no tiene casi motivos orientalistas, pero en cambio por dentro está llena de decoraciones con caligrafía árabe, especialmente con el lema "Sólo Alá es el vencedor". Pascual aclara que estas diez muestras de arquitectura orientalista no representan todo lo que se construyó en este estilo... En realidad, intercaladas con las casas más destacadas, Pascual nos presenta ejemplos de otras obras similares del mismo periodo (por ejemplo, algunos de los construidos para la Exposición Universal de 1888). Un conjunto de edificios que, a menudo, muestran el deseo de ostentación y de prestigio de la burguesía barcelonesa.
Un Oriente muy disperso
Las influencias orientales en el orientalismo catalán son bien diversas. Hay claras influencias del estilo mudéjar, de los moriscos españoles, pero también hay obras claramente inspiradas en la arquitectura japonesa, en el Alhambra de Granada... El Paraninfo de la Universitat de Barcelona sería un ejemplo de manual de estilo neomudéjar... El edificio Alhambra de Sant Gervasi se inspira directamente en el célebre palacio granadino, e incluso tiene un cálido patio interior que se inspira en el patio de los Leones (el Alhambra también es la inspiración de la Casa de las Altures, la actual sede del Consejo de distrito Horta Guinardó, que había sido conocida por los vecinos como "la casa del moro"). La Casa Bruno Cuadros tiene elementos japonesistas (porque se reformó en un momento en que los productos de Extremo Oriente estaban muy de moda), pero también integra algunas piezas de inspiración neoegipcia y china (como el dragón que sobresale en la esquina de las Ramblas con Cardenal Casañas). El elemento egipcio se habría puesto de moda a partir del estreno de la ópera Aida de Verdi.
Edificios emblemáticos
Oriol Pascual no sólo se fija en el aspecto arquitectónico de los edificios, sino que su libro incluye un repaso a la historia de estos edificios, en algunos de los cuales se vivieron episodios clave de la historia de Catalunya. En el Paraninfo de la Universitat de Barcelona se exhibió una exposición de libros nazis, pero también se vivió allí la Caputxinada y las Jornades Catalanes de la Dona. La Casa Pere Vives alojó el Teatro Español, una de las muchas salas de espectáculos de la Barcelona de finales de siglo. La Casa Vicens tenía en su terreno una fuente que se creía que tenía propiedades curativas, y cuya agua se ofrecía a los que quisieran en la festividad de Santa Rita. En esta casa señorial, más tarde dividida en una infinidad de pequeños locales, tuvo su redacción la revista Cavall Fort. Por el pabellón de la Torre Castanyer pasó el poeta Antonio Machado antes de dirigirse hacia el exilio. En Las Arenas había actuado Rudolf Nureyev...
También Gaudí
Gaudí no fue impermeable a la influencia orientalista, tal como se hace patente en el original fumador de la Casa Vicens, su primera obra barcelonesa. Gaudí agrupaba influencias muy eclécticas, pero mostró mucho interés por el arte árabe (recordemos que el proyecto que prefiguraba la Sagrada Familia estaba pensado para erigirse en Tánger). En la Casa Vicens, además del uso del ladrillo y de la baldosa inspirado en el de los árabes, hay elementos de inspiración japonesista, como el cierre de la galería, recuperado en la última rehabilitación de la casa.
Cuando tocaba
No es casualidad que la influencia de Oriente llegara a Barcelona justamente en la segunda mitad del siglo XIX. El impacto de la guerra del África de 1859-1860 fue muy fuerte en la sociedad catalana. La actuación de los voluntarios catalanes en la empresa imperialista española causó furor, con homenajes a los veteranos, colectas para las tropas, bautizo de calles con los nombres de las principales batallas... El arte no fue impermeable a la fiebre colonial: una de las obras emblemáticas de Marià Fortuny es la inmensa La batalla de Tetuán (pintada por encargo de la Diputació de Barcelona), Sans Cabot dejó constancia también de este episodio bélico, y Josep Tapiró heredó de ellos esta fascinación por un oriente mitificado. No era extraño que los catalanes se disfrazaran con trajes exóticos en las fiestas... Pero al fin, se vio que el colonialismo no era una fiesta: la movilización de tropas en 1909 provocó la Semana Trágica, y la derrota de Annual, en 1921, traumatizó a la sociedad catalana. La moda orientalista fue apagándose. Pero la sensibilidad orientalista no fue exclusiva de los artistas catalanes. El orientalismo afectó en toda Europa, especialmente a partir de la campaña napoleónica en Egipto y se fue acentuando a medida que los europeos iban consiguiendo más y más colonias por todo el Planeta. Orientalismo y colonialismo se daban la mano.
Falsa simpatía
El orientalismo, como demostró ya, hace años, Edward Said, no es una simple muestra de simpatía por las culturas lejanas, sino que va asociado a una apropiación, no tan sólo de las muestras culturales de otros pueblos, sino también de sus territorios y recursos. Es decir, el orientalismo es, también, una forma de hegemonía. No habría que olvidarlo (y por lo tanto, no parece muy correcto referirse a las "victorias épicas" ni a "la gloria alcanzada en el campo de batalla"). Dicho esto, el libro de Oriol Pascual nos permite dar otra mirada en la ciudad. La incorporación en el libro de fotografías antiguas de los edificios permite enriquecer notablemente el trabajo.