El Observatorio Europeo de Memorias de la Universidad de Barcelona (EUROM), de la Fundació Solidaritat de la Universitat de Barcelona, ha apostado por primera vez por una exposición virtual, que se puede consultar, en catalán y en inglés, desde su página web. Y ha decidido dedicar esta primera experiencia al tema de Barcelona como refugio de judíos durante el siglo XX; es Barcelona, refugio de judíos. Se han encargado de comisariarla Manu Valentín y Josep Calvet, dos expertos que llevan más de una década explorando la huella judía en Catalunya (recientemente, Valentín publicó, en la editorial Comanegra, un libro sobre el tema: Voces caídas del cielo). Manu Valentín ha puesto de manifiesto que esta exposición quiere poner de manifiesto que, en contra de lo que aseguró el franquismo, e incluso en contra de lo que dicen algunas comunidades judías, el régimen de Franco no protegió a los judíos, sino que muchos de ellos fueron perseguidos. Afirma que el tema de las responsabilidades españolas en la Shoah es delicado, y denuncia que es difícil, todavía, acceder a la documentación sobre el tema.
Poner rostro en los perseguidos
La voluntad de los comisarios es mostrar la historia de los judíos de Barcelona a través de algunos personajes de la comunidad, absolutamente diversos, con trayectorias de vida diferentes, posiciones políticas variadas y estancias en Barcelona de duración diversa. Han intentado evitar a los miembros emblemáticos de esta comunidad, como los Bassat o los Palatchi, y han preferido escoger a otros personajes, más discretos. La intención era dar vida a una comunidad que es muy diversa. Una comunidad que tuvo graves problemas para integrarse, entre otras cosas, porque muchos de ellos acabaron en situación de apátridas y les fue difícil legalizar su residencia: muchos judíos otomanos perdieron la nacionalidad por su resistencia a hacer el servicio militar, y los alemanes y austríacos fueron desposeídos de su pasaporte. Y no sólo sufrieron problemas burocráticos. Algunos de ellos tuvieron que pasar miseria y persecuciones.
Tres grandes oleadas
La exposición recuerda que a finales de siglo XIX a duras penas unas pocas decenas de judíos vivían en Barcelona. La comunidad creció rápidamente, básicamente como consecuencia de la inestabilidad que imperaba en Europa. Unos cuantos llegaron durante la Primera Guerra Mundial, procedentes en buena parte del imperio otomano. Más tarde, cuando el nazismo se impuso en Alemania, hubo una segunda oleada y muchos judíos buscaron un lugar más seguro. La última oleada se produjo durante la Guerra Mundial, cuando entre 8.000 y 10.000 judíos procedentes de los territorios ocupados por Alemania huyeron a través de Andorra y Francia hacia territorio catalán. Algunos de ellos arraigarían en Catalunya, pero muchos sólo intentaban dar el salto hacia otras tierras que les fueran más favorables (especialmente en los duros años de la Guerra Mundial, cuando el franquismo era considerado un régimen antisemita y próximo al nazismo). En realidad, los comisarios constatan que en la ciudad no quedan muchos descendientes de los pioneros de la emigración judía.
En clave local
La exposición no trata de reflejar la persecución global de los judíos en Europa, ni siquiera en el Estado español, sino que se centra en su estancia en Barcelona (estrechamente vinculada a las persecuciones sufridas). Pone énfasis en las dos entidades judías de la época, la Comunidad Israelita de Barcelona y el Centro israelita Agudad Ahim, integrado básicamente por judíos que vivían entre el Raval, el Poble-sec y el barrio de Sant Antoni y que trabajaban en buena parte en los Encants de Sant Antoni. Los personajes que retratan son muy diversos, desde los inventores y empresarios de origen suizo Edmundo y José Metzger, habituales de la jet set catalana antes de la Guerra Civil, hasta José Palomo Sagués, que se dedicaba a la venta ambulante por Catalunya. Pero también hay personajes míticos, como la fotógrafa trotskista Margaret Michaelis, que colaboró con el GATPAC e hizo fantásticas fotografías del Raval; David Oliver, productor de películas de zarzuela de mucho éxito, que fue muy perseguido por los nazis residentes en Barcelona; el empresario Ossip Bernstein, un auténtico genio del ajedrez; Henri Birnbaum, uno de los introductores del judo en Catalunya; o el psiquiatra Werner Wolff, que trabajó con el equipo psicotécnico de la Generalitat dirigido por un auténtico pionero: Emili Mira.
Perseguidos por el franquismo
El antisemitismo de Franco y los franquistas era evidente. Cuando las tropas franquistas entraron en la ciudad, clausuraron las entidades judías (Agudad Ahim no volvería a funcionar nunca). Sus archivos fueron confiscados. Muchos judíos quedaron bajo sospecha. José Palomo no era conocido por su militancia a ningún partido político (como buena parte de los judíos procedentes del Imperio otomano). En realidad, su pequeño negocio de venta ambulante fue colectivizado por el Comité de Milicias. Ahora bien, en 1940 fue detenido por la policía y pasó tres años en el terrible campo de concentración de Miranda de Ebro, sin ningún tipo de cargos. Sólo pudo salir cuando su familia le consiguió un visado para ir a Palestina. El precio de su libertad fue el destierro: sus hijos se vieron obligados a salir de la tierra donde se habían criado. Palomo no fue el único: en la exposición se presentan las historias de muchos judíos que fueron perseguidos por el franquismo por el solo hecho de serlo.
Las redes judías
Los comisarios tienen la voluntad de poner de relieve las redes judías que permitieron la evasión de judíos europeos que escapaban del genocidio a través de Barcelona. Recuerda que muchos pasaron clandestinamente por el Pirineo y que fueron detenidos, internados o incluso devueltos. Un judío adinerado residente en Barcelona, Luis Stern, trató de proteger al máximo de refugiados: los acogió, pagó su defensa e intentó permitirles la salida de España intercediendo ante las autoridades. Posteriormente, la American Joint Distribution Company, que intentaba salvar a los judíos europeos, envió a los hermanos Sequerra, que hicieron una gran tarea, sobre todo consiguiendo visados para que los judíos que atravesaban los Pirineos pudieran ir a un tercer destino. Como el franquismo no dejaba que la "Joint", una organización judía, trabajara en Barcelona, los Sequerra tuvieron que entrar como representantes de la Cruz Roja portuguesa, que les daba cobertura.
La opción por la discreción
Manu Valentín cree que la persecución sufrida por los judíos durante el franquismo fue lo que los indujo a marcharse o a vivir de forma discreta; piensa que quizá por eso mismo su historia es poco conocida. Josep Calvet destaca que después de la derrota nazi el antisemitismo del régimen se atenuó, pero que no desapareció. Por eso, muchos judíos decidieron marcharse y otros optaron por no exhibir su judeidad. Un caso ejemplar sería el del judío francés Bernard Hilda, que durante años dirigió la orquesta del lujoso hotel Ritz. Actuaba para una clientela en que no faltaban los falangistas ni los nazis... Manu Valentín apunta que incluso muchas familias judías no han querido remover la historia de sus antepasados. Quizás eso ha ayudado a mantener oculta una historia que también el franquismo quiso tapar, porque ponía de manifiesto sus vergüenzas y su parentesco con la Alemania nazi. Ahora, con esta exposición virtual, cualquiera puede redescubrir este pasado oculto de la capital catalana.