El barrio de la Catedral fue uno de los más castigados por los bombardeos de la guerra civil. Algunas calles, como Corríbia y Bou de la Plaça Nova, quedaron tremendamente destrozadas por las bombas. Decenas de personas murieron en un espacio muy pequeño de la ciudad, y muchas más perdieron sus casas. Más adelante, las autoridades franquistas decidieron derribar algunos de los edificios que habían sobrevivido para levantar la Avenida de la Catedral. Los traumáticos bombardeos son recordados ahora en una exposición organizada por la Asociación de Fiestas de la Plaça Nova. 1938. El barrio de la Catedral bajo las bombas se presenta en la Casa dels Entremesos, en la plaza de las Beatas, a poca distancia de las calles desaparecidas, y se podrá ver hasta el 30 de enero de 2020, el día en que se cumple el 82 aniversario del mayor bombardeo vivido por la ciudad, que produjo decenas de muertes en el barrio de la Catedral.
Un mundo palpable
La exposición recupera imágenes del barrio de la Catedral antes de su desaparición. Intenta reconstruir al viejo barrio ahora desaparecido a través, sobre todo, de las imágenes de las fiestas de Sant Roc... Estas fotografías nos dejan ver un vecindario tremendamente dinámico, con mucha vida de barrio... En los años de la República, la fiesta iba acompañada de gigantes, teatro, juegos para niños... Y todo con muchísima participación. La Plaça Nova (pequeñísima en aquel momento) era el foco de unas celebraciones más propias de un pueblo que de un barrio urbano.
Las bombas que lo destruyen todo
El barrio de la Catedral, quizás por su proximidad al Palau de la Generalitat, fue víctima de muchos bombardeos (en realidad, incluso alguna bomba estalló en la sede episcopal barcelonesa). El día más fatídico fue el 30 de enero de 1938. Mucha gente lo recuerda porque una bomba estalló en la plaza Sant Felip Neri, y afectó a un numeroso grupo de niños refugiados, procedentes de Alcalá de Henares. 30 niños desplazados murieron, en uno de los bombardeos consecutivos de aquel día de la aviación legionaria italiana, que daba apoyo a las fuerzas rebeldes del general Franco. Pero, además de los niños refugiados, los bombardeos causaron muchos muertos entre la población del barrio. Algunas calles fueron afectadas por dos tandas de bombas consecutivas, con dos horas de diferencia. En realidad, las segundas bombas explotaron cuando los equipos de rescate intentaban extraer heridos y cadáveres de los edificios afectados. En la exposición un vídeo con entrevistas a algunos de los testigos explica la tragedia de las familias afectadas: el horror de perder a familiares, la destrucción de los hogares, el miedo continuo...
Un vecindario desaparecido
De 1939 a 1958 se culminó el procés de destrucción de lo que había quedado en pie tras la guerra. En realidad, la destrucción de muchas casas dio pie a culminar lo que en el plano de reforma del casco antiguo de Barcelona de 1878, elaborado por Àngel Baixeras, se llamaba "Avenida C" (la avenida A sería la Via Laietana, y la avenida B la Rambla del Raval y la avenida Drassanes). Muchos vecinos se vieron obligados a dejar el barrio, que ya quedaría muy tocado: se calcula en 1.700 las personas que fueron reubicadas. En las últimas décadas, la gentrificación ha acabado de hundir al vecindario. El ascenso de precios ha condenado a muchos de los antiguos vecinos a marcharse, y los edificios que quedan en pie se han llenado de apartamentos turísticos, de hoteles y de tiendas de ropa. Hace cuatro años, un estudio sociológico establecía que sólo quedaban 200 vecinos en la zona de la Catedral. Es posible que ahora todavía queden menos. Xavier Cordomí, de la Asociación de Fiestas de la Plaça Nova, confiesa que en realidad el de la Catedral ya es "un barrio casi inexistente". "Somos los últimos mohicanos", confiesa Cordomí.
¿Un "barrio" sin vecinos físicos?
Paradójicamente, en este entorno tan hostil, todavía sobreviven las fiestas de Sant Roc, que son las más antiguas de la ciudad. Y todo eso es gracias a que algunos de los que tuvieron que salir del barrio continúan vinculados espiritualmente a él. La asociación que organiza las fiestas de Sant Roc reúne a 180 personas, muchos de ellos residentes fuera del barrio, pero vinculados a su antiguo hogar (o al hogar de sus padres). Gracias a ellos se mantiene una cierta vida de vecindario, como mínimo durante las fiestas, en pleno corazón de la gentrificación barcelonesa.
Cerrar un ciclo
En 2014, cuando se cumplían 425 años de las fiestas de Sant Roc, los vecinos del barrio decidieron organizar el proyecto 4 1/4 siglos, que se iniciaría con la exposición El barrio perdido. Fue la primera de un ciclo de exposiciones que se cierra ahora con esta muestra sobre los bombardeos. El ciclo 4 1/4 siglos ganó el año pasado el premio Ciudad de Barcelona y con la exposición sobre los bombardeos, que cierra el proyecto, se pretende hacer un homenaje a toda la gente del barrio muerta por los estragos de la guerra. Entre ellos, numerosos niños. Sólo el fatídico 30 de enero de 1938, 60 cadáveres fueron rescatados del barrio, además de la gente que moriría posteriormente en el hospital a consecuencia de las heridas recibidas. Los organizadores querían, sobre todo, que se recordaran estos hechos, de los que tan poca memoria queda: "Cuándo cruzas la Avenida de la Catedral, parece que allí no haya pasado nunca nada", reflexiona amargamente Cordomí, quien reconoce que él mismo sabía muy poco de lo que había pasado allí hasta que empezó a estudiar el tema, porque se había levantado un auténtico muro de silencio sobre el tema.
Una exposición de proximidad
La exposición de la Casa de los Entremeses no es muy extensa ni cuenta con grandes recursos. Pero ha conseguido recrear todo una barriada desaparecida mediante la participación de los antiguos vecinos. Un buen trabajo de documentación ha permitido ilustrar magníficamente, no sólo los bombardeos, sino también la vida en el barrio antes y después de la guerra (cuándo el nacionalcatolicismo intentó incluso controlar las fiestas populares). Incluye también fotos poco conocidas del barrio después de los bombardeos (con unas imágenes espectrales de escombros por todas partes). Se trata, pues, de una exposición de proximidad que permite entender los aspectos más humanos de la guerra civil y que nos obliga a replantearnos el centro urbano, no sólo como un ámbito burocrático y comercial, sino también como un espacio de convivencia vecinal. El barrio de la Catedral ha sobrevivido a las bombas, a los derribos y a la gentrificación, como mínimo en el corazón de algunos de sus ex-vecinos.