En el confinamiento fuimos un poquitito más conscientes de las casas de los demás. De los casoplones de los demás. O de lo chungas que eran las nuestras. Entre pérdidas de curro, atragantes de biblioteca de Netflix y miles de partidas en el inframundo Chess.com, tuvimos tiempo de zampar mucho, pero que mucho, Instagram. Nos pasa un poco igual ahora a algunos: llegan las vacaciones, pero no las perras para largarse. Pero da igual que uno viaje o no, que pueda permitírselo o no. Viajar está en nuestras mentes (puag). Y en nuestras pantallas.
Es fácil pasarse todo el día buceando en el viaje de otros en redes sociales. Y escuchar de fondo, poniéndole banda sonora a la Torre Eiffel o a playas turquesa:
Caramelo de chocolate
Empápame así.
Como un pionono de vitrina
Enróllame así.
Con azúcar en polvo, endúlzame.
Y es que tú eres mi rey,
qué lindo eres tú, eres mi bebé:
Mi bebito Fiu Fiu.
(Qué lindo eres tú, eres mi bebé
Mi bebito Fiu Fiu)
La canción del verano
'Mi Bebito Fiu Fiu', para algunos será la canción del verano, con el debido respeto de 'Bam bam' (Camilla Cabello y Ed Sheeran) o 'Así bailaba' (Amaia y Rigoberta Bandini), pero para otros será la canción de no tener verano. Lo insoportable del dulzor del tema que ha hecho furor en TikTok –en plataformas solo hay versiones, no se tiene claro de dónde salió el original–, ayuda a perderse en un mar de voyeurismo, envidia y guantazos de clase.
No llegué a vivir eso de las fotos del viaje a Egipto de la hermana en diapositivas o cinta VHS. Pero esto pinta mucho peor. Es 24/7
Tras un par de temporadas con el telón medio bajo, ya fuese por el cierre de fronteras o por las restricciones Covid, han vuelto los viajes. Y con ellos, la pornografía del trip ajeno. No mentiré, no llegué a vivir eso de las fotos del viaje a Egipto de la hermana en diapositivas o cinta VHS. Pero esto pinta mucho peor. Es 24/7.
Parecía que la pandemia nos había hecho ver que lo de exotizar todo, vivir en un kleenex emocional a golpe de billete low cost, no estaba bien. Leímos el Manual del anti-turismo (Rudolphe Christin) y pensamos sobre nuestro impacto en las ciudades, sus gentes, el planeta. ¿Ya lo olvidamos? Parece que sí: los americanos, que tienen nombres increíbles para todo, lo han llamado –traducido chapu– turismo de la venganza. “Este año me voy, sí o sí”. Huella, trazabilidad e impacto medioambiental se han ido al cajón del hedonismo que conlleva la permacrisis. ¿Qué coño vamos a cuidar si quién sabe cuándo volverá a…? Hemos olvidado también que no todo el mundo puede elegir: los hay que hacen el avión con la mano. Fiu, fiu. Sin bebito.
Vacaciones en Instagram
Y ante la falta de embarques, sopita de teléfono. Es durísimo pasarse la vida en Instagram, pero en verano lo es aún más. Hay un engaño generacional en ello; como escribía el también colaborador de este diario, Marcel Beltran, en este caso en Panenka y comparando la cultura futbolística del highlight –si breve, dos veces breve, mejor– con Instagram, la cosa es que “todo es maravilloso [en la red social] hasta que te enteras de que hubo que disparar la foto 34 veces”. “Forzamos la realidad hasta romperle la montura”, zanjaba.
Es durísimo pasarse la vida en Instagram, pero en verano lo es aún más
Vivir el verano en el móvil es, no esperen grandes analogías, una mierda. Y la realidad de muchos que no tendrán vacaciones, que no podrán viajar. Si eres uno de esos, sabrás qué es el 'Bebito fiu fiu'. Si te hizo gracia, OK. Si es la banda sonora de tus últimas horas y patrocinador de tus últimos cabreos, capa Instagram, sal de la pantalla y haz esas pocas cosas gratis que todavía quedan en las ciudades: mira por la ventana –la red social más grande del mundo–, ves a la playa, pasea... Caramelo de chocolate, pírate de TikTok.