¿Cómo definir el sonido de una generación? Millennials zetas están hartos de la incertidumbre. Rabiosos, desengañados, amnésicos de un futuro mejor, son conscientes que no les esperan oportunidades ni en las puertas universitarias ni en los puestos de cualquier almacén. Que si no estudian, mal, y que si estudian demasiado, también mal. En el ámbito musical, la limitación se multiplica: la industria no puede (¿o no quiere?) absorber la gran cantidad de artistas que hay y apuesta por un binomio música-estética mainstream que reduce mucho el círculo del talento. En este contexto desmoralizador, expresarse es casi una obligación.

Porque la música es cabreo. Incluso cuando hay lamento o se le canta al amor romántico o a lo bonito del día a día. Las canciones son reproches y rencores que resuenan, tristeza y rabia acumulada en los pulmones que uno necesita vomitar. Ha pasado siempre. Los rockeros de los 80 criticaban el statu quo político con un buen chute en las venas, los afroamericanos rapeaban por sus derechos civiles, las riot grrrl se empoderaban en los conciertos y los rastafaris se cagaban en las guerras, en el hambre que azota el mundo. Cada uno con su biografía, cada cual con su lucha. Porque hacer música también significa crear la banda sonora de un contexto o de una idea. De una vida, al fin y al cabo. Y los jóvenes que se sienten cómodos en la etiqueta bedroom pop le cantan a la frustración que les ha tocado soportar.

Boy Pablo es el referente del subgénero de música que da cobijo a los nuevos músicos que cantan sobre sus miedos generacionales. 

Los sonidos que salen de un escritorio de Ikea

Pop desde el dormitorio. Esta es la definición precaria del subgénero. A efectos teóricos, el bedroom pop sería la música que sale de la intimidad, que se compone desde la habitación santuario, aunque en realidad tiene unas pretensiones mucho mayores: es un paraguas que da cobijo a toda una oleada de artistas que quieren sacar lo que llevan dentro, hablar de lo que sienten y expresar sus vivencias frente al mundo. Entre el indie, la psicodelia y el sonido Lo-Fi, es un viaje al mundo interior de sus creadores; un espacio cálido, sin artificios ni prejuicios, donde cada uno puede ser como le dé la gana de ser.

Algunos lo vinculan a Kurt Cobain o al instrumentalista Robert Steven Moore, aunque uno de los grandes referentes para los simpatizantes del bedroom pop es Boy Pablo. A través de una narrativa experimental y una creatividad nostálgica, la banda noruega crea melodías y letras que empatizan con el día a día de los jóvenes actuales. Muchos otros han adoptado esta manera de entender la música y volcarla en streamingRex Orange CountyClairo o Beabadoobee a nivel internacional; Galgo LentoTrashi o Ariox al lado de casa.

Su filosofía es hablar de lo de dentro para explicar lo de fuera

¿Pero qué tiene de diferente con otro tipo de música? ¿Por qué el bedroom pop destaca en lo emocional por encima de otras reivindicaciones musicales? Quizás se trata de las letras sinceras – y bastante representativas de un momento vital – o puede que sea por una sonoridad en tonos grises que empasta con estrofas simples que esconden reflexiones hondas. Abnegados y resignados del sistema, muchos de estos nuevos músicos generacionales han encontrado la liberación en la mezcla de sonidos peculiares - que van del trap a la electrónica o el pop - mezclados con sus propias emociones. A medio camino entre la eufória y el drama, basta con ponerse los auriculares y subir el volumen al máximo: casi parece que una niebla color ocre se te cuele en el estómago y te toque el corazoncito con un punzón afilado.

Con un imaginario colectivo que bebe de la subcultura emo, la filosofía de esta nueva horneada de dormitorio es hablar de lo de dentro para explicar lo de fuera. Lejos quedan aquellos canciones callejeras vinculadas a las drogas, al desaliño perenne y al insulto barato, probablemente con dejes misóginos – ¿quién no ha entonado el típico zorra o perra para criticar a la tía que te ha dejado, a la que se ha roneado con tu novio? No, el bedroom pop indaga en nuestros miedos más profundos, las dudas vitales, la congoja de no saber, las crisis del yo individual. Es un altavoz a los pensamientos sucios, macabros y sin pulir; también le canta un poco al amor tóxico porque el amor sigue siendo tóxico, a veces. Todo con recursos más pobres -que no cutres - que se traducen en más autenticidad, más corazón caliente. Una especie de terapia psicológica que suena a las melodías sintetizadas de dani, a la voz compungida de Mori, a la alegría comedida de Yana Zafiro y al ritmo trapero electrónico de Rusowsky

La tecnología democratiza (pero precariza)

Si estas nuevas voces han podido hacerse un hueco en la escena underground es por el auge de las tecnologías. A la evidente mayor concienciación emocional y psicológica en la sociedad, se ha unido el fácil acceso a cualquier dispositivo necesario para crear y producir todo tipo de música casera y la rapidez con que el contenido se distribuye desde plataformas de difusión como YoutubeVimeo o las redes sociales. Ahora se puede generar y difundir sin necesidad de tener una discográfica detrás, y esta brecha es un nicho que los artistas han sabido aprovechar para encararse a una industria musical oficialista. Esta es la gran razón de ser del bedroom pop. Pero el problema sigue existiendo: aunque la tecnología democratiza la música, también precariza a todos aquellos que quieren dedicarse a ella, obligados a ser artistas multifuncionales sin que eso les asegure una ganancia o un porvenir. 

Hoy en día es muy fácil grabar un disco más que digno desde casa. Se ha salido de los estudios para improvisar escenarios caseros de grabación y el resultado ha gustado a los oyentes, que cada vez consumen más en plataformas digitales alternas y alejadas de la televisión o radio tradicional. También existe una pretensión por ser diferente, por no encajar. Curiosamente, en pleno auge de los filtros de Instagram, este subgénero quiere huir del canon comercial y de la homogeneidad de los gustos para construir un espacio donde los músicos puedan cantarle a sus propios conflictos. 

¿La comercialización es un peligro?

En 2017, Boy Pablo subió el videoclip de su canción Everytime y generó miles de visitas. Gracias a un hilo en Reddit, los algoritmos de Youtube la lanzaron al estrellato. Este ejemplo es identificativo de un movimiento que también corre el riesgo de ser succionado por la industria musical mainstream, como ya le ha pasado también a Cupido, que tras actuar en el Primavera Club de Barcelona en 2018 y con solo un tema en la calle, ha llegado a colaborar con Alizzz y Lola Indigo

¿Significa eso que el bedroom pop debe ser sinónimo a resignarse? ¿Qué pasa con aquellos que tienen la oportunidad de grabar a lo grande, de hacer conciertos multitudinarios? ¿Dejan de ser partícipes de un movimiento que catapulta a las nuevas estrellas? Quizás esta es la pregunta universal que persigue al estilo porque, al fin y al cabo, la industria apuesta donde ve rentabilidad. ¿Y qué alma que ame la música puede renunciar a vivir de ella?