Primera decepción, sin ni siquiera salir de casa: según la web de la Biblioteca Nacional de España, sólo una persona se ha inscrito en todo el jueves para visitar la exposición sobre la "la Luz en la Edad Media en la literatura catalana". O sobre la literatura "en lenguas vernáculas utilizadas en los antiguos territorios de la Corona de Aragón". O cualquier fórmula que no haga enfadar los cuatro-fachas-blaveros-de-toda-la-vida. Era esperable un poco más de expectación, después de todo el alboroto. Pero no. Una vez allí se confirma el presagio: no hay absolutamente nadie. Nadie quiere decir nadie. Tampoco ningún senador valenciano del Partido Popular indignado por la indecencia de llamarle "literatura catalana" a la literatura en catalán. Ni ningún turista francés, de estos que vienen a Madrid a empaparse de cultura.
Una posible explicación es que la amenaza separatista se ha plantado en la capital de España, y eso genera ciertos recelos. Ya lo avisó Isabel Díaz Ayuso, cuando después de la Ley Celaá se apresuró a blindar la educación madrileña y garantizar que los madrileños podían estudiar en castellano. Pero la hipótesis más plausible la expone su comisaria, la catedrática Josefina Planas, en conversación telefónica con este diario desde Barcelona: "De la exposición se ha hablado por la polémica, pero cuando se inauguró, menos La Vanguardia, el resto de medios ni hablaron de ella. No ha despertado ningún tipo de interés hasta ahora, desgraciadamente".
El edificio de la Biblioteca Nacional de España es imponente, majestuoso, imperial. Se encuentra justo en medio del Paseo de Recoletos, irónicamente a dos pasos de la plaza de Colón. La sala donde se expone ya es otra historia. Una pequeña "antesala", una especie de recibidor, que mide once por doce pasos. Un responsable de seguridad de la salita, que está comentando el Madrid-Liverpool de anoche, no sabe muy bien de qué va la película, pero despeja dudas: "No sería la muestra más visitada, no. Las hay más visitadas que esta".
¿Qué hay dentro? Cinco vitrinas iluminadas con una quincena de manuscritos, muy interesantes. Destaca la figura de Francesc Eiximenis, nacido en Girona y fallecido en Perpinyà. También hay del mallorquín Ramon Llull o un poema en occitano compuesto a finales del siglo XIII por Matfré Ermengaud. La principal queja era por incluir autores valencianos en una muestra de literatura catalana. Y sí, hay un autor valenciano, uno solo: Francesc de Pertusa. El resto, ni siquiera lo son, como insiste su comisaria. "En algún medio de comunicación se ha llegado a hablar de Isabel de Villena, de Bonifaci Ferrer y de autores que no están. ¡Es ignorancia!", lamenta Planas, bastante perpleja.
No hay filólogos ni expertos en la sala, porque realmente no hay nadie, pero a simple vista el vernáculo se parece bastante al catalán; tanto el vernáculo propiamente catalán como el vernáculo digamos valenciano. El principal esfuerzo es para descifrar manuscritos de hace unos cuantos siglos. Es cuestión de ponerle un poco de ganas.
Si la polémica ya ha sido absurda, todavía más lo han sido las disculpas de la BNE. Como querían los mismos blaveros, han transformado el debate sobre el origen de los autores en un debate sobre la unidad de la lengua. Los responsables de la biblioteca sueltan en su comunicado la fórmula "lenguas vernáculas de los antiguos territorios de la Corona de Aragón". Un debate que filólogos e historiadores cerraron hace décadas. En 1980, la Real Academia Española (RAE) y la Real Academia de la Historia (RAH), con sus presidentes al frente, ya ratificaron el documento La lengua de los valencianos. Entre otras conclusiones, se decía que "el valenciano es una variante dialectal del catalán", que es "un hecho suficientemente claro para la filología y para la historia" y que "es culturalmente aberrante todo intento de desmembrar el País Valencià de la comunidad idiomática y cultural catalana".
Pero la Biblioteca Nacional de España ha caído a gatas en la trampa de las teorías anticientíficas del blaverismo. Para entendernos, sería como si la Organización Mundial de la Salud se tragara el discurso de Miguel Bosé hablando del chip con tecnología 5-G que Bill Gates ha inoculado en las vacunas contra el coronavirus. Y tampoco ha servido de nada el "texto aclaratorio" de la BNE. Ya lo dijo el actor Ovidi Montllor, hablando de vernáculo: "Hay gente a quien no le gusta que se hable, se escriba o se piense en catalán. Es la misma gente a quien no le gusta que se hable, se escriba o se piense".
Desde la Biblioteca Nacional de España dicen que la "única voz autorizada" es su comisaria, y que nadie más hablará de este tema. Planas, que admite que no ha querido entrar en Twitter estos días, ni siquiera quiere valorar el "texto aclaratorio". Cuesta encontrar a alguien a quien pedir perdón por hablar catalán en la BNE.