Hay varias teorías que explican la denominación Black Friday. Algunas explican que este día los tenderos consiguen cambiar los números rojos (negativos) por números negros (positivos), mientras que otros aseguran que el adjetivo 'negro' hace referencia al caos producido en los años sesenta en las grandes ciudades norteamericanas a causa de los descuentos que se ofrecían el día siguiente del Día de Acción de Gracias. Otras teorías dicen que fue la policía la que bautizó este día y que tiene que ver con un colapso en Philadephia... Y otras teorías afirman que este día tiene claramente un origen esclavista.
Sea cual sea su origen, cada año, a finales de noviembre, se repite el mismo fenómeno: los anuncios publicitarios llenan las redes sociales y el término Black Friday inunda todas las conversaciones. Esta fecha, importada directamente de los Estados Unidos, se ha instalado con fuerza en nuestra vida cotidiana, hasta el punto que ya forma parte de nuestro calendario. Pero, como tantas otras expresiones y costumbres importadas, la llegada del Black Friday no es un hecho inocente ni trivial. Su popularización no solo refleja la capacidad de la globalización para imponer sus lógicas comerciales, sino que también evidencia una erosión progresiva del catalán como lengua en el espacio público y, en definitiva, un debilitamiento de nuestra identidad lingüística.
Como tantas otras expresiones y costumbres importadas, la llegada del Black Friday no es un hecho inocente ni trivial. Su popularización no solo refleja la capacidad de la globalización para imponer sus lógicas comerciales, sino que también evidencia una erosión progresiva del catalán como lengua en el espacio público
Es innegable que el catalán, como cualquier otra lengua, está en contacto constante con otros idiomas y culturas. Este intercambio lingüístico es natural e, incluso, necesario para su evolución. Las lenguas son entidades vivas que se transforman con el paso del tiempo, incorporando neologismos, préstamos y expresiones de otros idiomas. El problema no radica, pues, en el uso puntual de expresiones de origen extranjero, sino que en la forma cómo estas expresiones desplazan la lengua propia en ámbitos clave como el comercio, la publicidad y la vida cotidiana. Black Friday es un ejemplo claro de esta sustitución: nadie utiliza la adaptación en catalán 'Divendres Negre' propuesta por el Termcat. Esta sumisión acrítica ante el anglicismo tiene consecuencias lingüísticas y culturales importantes. Por una parte, perpetúa la idea de que el inglés es la lengua del prestigio, la modernidad y el progreso, mientras que el catalán queda relegado a un segundo plano, como si fuera inadecuado para determinados usos o contextos. "Es menos guay, menos moderno, no mola tanto". Esta percepción es especialmente peligrosa cuando se refuerza y se publicita en ámbitos como el comercio y la publicidad, ya que tienen una gran influencia en las decisiones de consumo y, por lo tanto, en la vida cotidiana de las personas. Si el catalán no tiene cabida en estos espacios, se envía un mensaje muy claro a la sociedad: el catalán es una lengua de segunda, que no puede competir con la fuerza del inglés en los sectores más "globales" de la economía.
Las lenguas son entidades vivas que se transforman con el paso del tiempo, incorporando neologismos, préstamos y expresiones de otros idiomas. El problema no radica, pues, en el uso puntual de expresiones de origen extranjero, sino en la forma como estas expresiones desplazan la lengua propia
A menudo, la respuesta que se da es que el término original ya está consolidado y que es innecesario o incluso ridículo intentar utilizar una traducción. Este argumento, sin embargo, cae en la trampa de la comodidad y de la renuncia. Las lenguas solo se consolidan si se defienden y si se utilizan activamente en todos los ámbitos de la vida. El abandono de la traducción de términos como Black Friday es un síntoma de la inseguridad lingüística que a menudo afecta a los hablantes de lenguas minorizadas como el catalán. Esta inseguridad lingüística se manifiesta de muchas otras maneras. A lo largo del año, especialmente en el contexto del comercio y el consumo, estamos sometidos a una lluvia constante de términos en inglés: sales, shopping, outlets, bestsellers. Parece como si el catalán no fuera capaz de generar términos propios para hablar de descuentos u ofertas, como si no fuera lo bastante rico o flexible para adaptarse a las dinámicas comerciales modernas. Eso, evidentemente, no es cierto. El catalán, como cualquier lengua, tiene los recursos para crear terminología adecuada para cualquier contexto, pero esta capacidad se ve a menudo subestimada o directamente ignorada por parte de las grandes empresas, que prefieren el uso de anglicismos para conectarse con un público que perciben como global.
El abandono de la traducción de términos como Black Friday es un síntoma de la inseguridad lingüística que a menudo afecta a los hablantes de lenguas minorizadas como el catalán
Otro aspecto preocupante del Black Friday y otros fenómenos similares es su capacidad para uniformizar la cultura, ya que es un tipo de consumo globalizado que no respeta las diferencias culturales ni lingüísticas. Cuando una sociedad adopta estos conceptos sin crítica, también adopta los valores que los acompañan: la presión para consumir, la necesidad de comprar... Pero este ya es otro tema que nos ocuparía tres artículos más. En definitiva, la irrupción del Black Friday en nuestro calendario festivo es mucho más que una moda o una costumbre comercial. No se trata solo de si celebramos o no una jornada de descuentos, sino de si aceptamos pasivamente que el inglés y la cultura que lo acompaña ocupen un espacio que históricamente ha sido del catalán. Mantener viva una lengua como el catalán exige un esfuerzo consciente y colectivo por defenderla en todos los ámbitos, también en el del consumo y la publicidad. Eso quiere decir no renunciar a la traducción, no aceptar acríticamente los anglicismos como única opción y, sobre todo, reconocer que la lengua es un componente esencial de nuestra identidad.