El 4 de diciembre de 2011, Channel 4 estrenaba una antología británica llamada Black Mirror. Diez años más tarde, y adquirida por Netflix por el camino, la serie que había sido un fenómeno sociocultural del cual todo el mundo hablaba parece haber dejado de serlo. Pero es que mantener este estatus durante tanto tiempo no lo ha conseguido ni la serie más popular de la década, Juego de tronos. Lo que sí que ha conseguido la ficción creada por Charlie Brooker es erigirse como un referente en el mundo de la televisión. Y lo ha hecho a través de ideas originales y fascinantes en casi cada capítulo y de una ejecución excelente de estas tanto a nivel técnico como interpretativo. Repasamos, pues, el legado de estos diez años de distopías tecnológicas.
Un título con dos lecturas
Empezaremos por el título de la serie, Black Mirror, porque tiene dos posibles interpretaciones, que son totalmente complementarias. Por un lado, hace referencia a un espejo que refleja la cara más oscura de nuestra sociedad. Por el otro, nos traslada a las pantallas de móviles, ordenadores y televisiones, porque, cuando están apagadas, no dejan de ser espejos negros.
Y de estas dos lecturas del título extraemos el objetivo de la serie: retratar los peligros que puede comportar la tecnología para el ser humano. Y la angustia y el sufrimiento que todos hemos sufrido mirando capítulos de Black Mirror no hacen más que constatar que este objetivo se cumple.
Para lograrlo, la serie nos sitúa en escenarios que nos pueden parecer lejanos, pero con los que empatizamos enseguida porque conectan de alguna manera con nuestra realidad. De hecho, la mayoría de tecnologías y sucesos que aparecen son exageraciones de lo que ya conocemos: las apps de citas en Hang the DJ, la preocupación por la imagen en las redes en Nosedive o el odio gratuito en Twitter en Hated in the Nation.
Preguntas de difícil respuesta
Y a partir de llevar más allá las tecnologías de nuestra sociedad, Black Mirror plantea debates morales muy interesantes. Y es esta la clave para convertirse, en su momento, en un tema de conversación habitual entre amigos: las preguntas de difícil respuesta que despiertan el interés del espectador.
Tenemos que implementar chips para proteger nuestros hijos como en Arkangel? Se puede convertir en entretenimiento el castigo a una asesina como lo hacen en Black Bear? Deberíamos poder bloquear personas en la vida real igual que en White Christmas?
A través de estas cuestiones que nos interpelan, Charlie Brooker nos alienta a reflexionar constantemente, convirtiéndonos en espectadores activos. Tan activos, de hecho, que incluso nos hizo partícipes de elegir qué pasaba al innovador episodio de Bandersnatch.
Los Simpson del futuro
Pero la pregunta que se erige por sobre del resto es saber si nuestro futuro será fiel a los episodios de Black Mirror. Y la respuesta más lógica es que, en algunos casos, sí. Porque ya hay robots idénticos a los de Metalhead, videojuegos virtuales similares a los que vemos en Playtest y Striking Vipers y Samsung está desarrollando unas lentes de contacto que graban video como las de The Entire History of You.
Igual que ahora se habla de cómo Los Simpson han predicho muchos aspectos del futuro - porque es evidente que a lo largo de 33 temporadas algo acertarás -, no deben de faltar muchos años hasta que hablemos de Black Mirror de la misma manera.
No os asustáis, no tiene por qué ser negativo. Quizás podamos mantener nuestra conciencia viva después de la muerte para volvernos a enamorar como ocurre en el mejor episodio de la serie, San Junipero. Un ejemplo claro de que la tecnología no tiene por qué ser perjudicial si sabemos como utilizarla. Y es que si algo hemos aprendido de la serie estos diez años, es que quién trae el peligro somos los seres humanos. Al fin y al cabo, las pantallas no son más que oscuros espejos donde reflejarnos.