Una joven de veintipocos años tiene una idea basada en editar clásicos contemporáneos y, en plena crisis del sector editorial o la precariedad milenial, se sale con la suya difundiendo alta literatura en pequeñas dosis. De tan idealista como suena podría parecer la sinopsis de una película utópica, pero es la historia de Blanca Pujals (Vila-seca, 1992), la editora de Viena Edicions encargada de la colección Petits Plaers. Dos años después de haber hecho realidad su proyecto de final de máster, Pujals es una joven profesional de la cultura que rompe los tópicos más pesimistas que rodean el mundo de la creatividad, ofreciendo al mundo aquello que la tecnología, en teoría, se tenía que llevar por delante.
Tú has estudiado Derecho. ¿Cómo llegas a la edición?
Hice de abogada unos cuantos años. Yo no entiendo la vida sin los libros y mis amigos me preguntaban a menudo qué leía. Vi que mis recomendaciones les encantaban, así que me di cuenta de que el trabajo del editor es también ser prescriptor de unas amistades desconocidas: los lectores.
¿Y por qué los libros breves?
Todos los libros que gustaban a mis amigos tenían una cosa en común: eran novelas breves.
Libros breves para una sociedad sin tiempo destinado a leer con calma. ¿Nos falta tiempo o nos falta paciencia?
El tiempo para leer lo tenemos, lo que no tenemos es suficiente paciencia para hacerlo. Hace años que el audiovisual se ha dado cuenta del éxito de la brevedad: en una década hemos pasado de series como Lost, con capítulos largos y temporadas de veinte capítulos, a éxitos como Fleabag, con capítulos cortísimos y temporadas breves. ¿Si las plataformas audiovisuales como Netflix o HBO han sido atentas y fomentan narraciones breves, por qué el sector editorial no lo hace en el ámbito de la literatura? Hay centenares de grandes obras de narrativa breve que hace décadas que nadie edita; de hecho, los libros que yo recomendaba a mis colegas eran casi inencontrables.
Y así nacen los Petits Plaers.
Dejé el trabajo de abogada, me puse a estudiar un Máster de Edición y dediqué el trabajo final a la idea de los Petits Plaers: libros breves de alta literatura adecuados para leer en un mundo frenético. El primer nombre era "Pequeñas joyas", pero la profesora, Silvia Querini —editora de Lumen— me dijo: titúlalo más sexi.
¿Comprendes la literatura como una exaltación del hedonismo?
La idea de la colección es volver al placer de la lectura, sin más, y hacerlo a partir de grandes obras de la literatura universal todavía inéditas o prácticamente inencontrables en catalán. Para reivindicar el placer de leer Bon dia, tristesa, primero hace falta tener el placer de ir a una librería y encontrar el libro editado en tu lengua, ¿no? La mejor forma de crear lectores es demostrándoles que el acto de leer es placentero.
Realmente, la pregunta más difícil que puede recibir un librero es "¿Qué me recomiendas para alguien que no lee?".
Pues un libro breve con inicio, nudo y desenlace, ya que una historia bien explicada y escrita con cuidado es infalible, como lleva demostrándose desde hace miles de años. Todo está inventado; hemos cambiado la forma de explicar las historias, pero no hemos abandonado la curiosidad por consumirlas.
El adjetivo "breve" es relativo.
Precisamente eso es una de las partes más complicadas de mi trabajo: escoger qué obras entran y cuáles no en Petits Plaers. Más allá de la calidad literaria del texto y la seducción del argumento, uno de los dos criterios principales de selección lo marca un número de páginas inferior a doscientas.
¿Y el otro?
Mi criterio personal basado en una premisa muy sencilla: editar sólo libros que yo me compraría y que yo regalaría.
En esta colección sólo se editan autores muertos. ¿Te planteas el salto a autores vivos?
No, ya que no queremos caer en la rueda mercantilista de la literatura, ni en la subasta de derechos de autor en la Feria de Frankfurt ni en nada de todo eso. Nuestro ámbito no son las novedades, sino los clásicos contemporáneos que no se encuentran en ningun sitio.
¿Pueden entretener y ser una lectura placentera a la vez, los clásicos?
Por suerte, siento que estamos rompiendo el viejo tabú según el cual leer los clásicos es aburrido o pesado. No todos los clásicos recientes son tochos como La montaña mágica o Guerra y paz, y en parte Petits Plaers intenta ser la respuesta a ese lector que dedica parte de su tiempo a leer Twitter o mirar series de Netflix que te ventilas en cuatro días pero que, a su vez, siente una enorme pereza hacia la idea de adentrarse en una novela de ochocientas páginas. Creo que cuando compras un libro también estás comprando el tiempo que dedicarás a leerlo, por eso me gusta editar novelas breves que reclaman un compromiso temporal asequible para los lectores de hoy.
Vivimos en un zapping permanente, sea de canciones, series o películas. ¿Crees que la literatura tiene cabida en este mundo de hiperactividad?
Tenemos menos capacidad de concentración que antes, ya que aquello que prima en nuestro día a día es la inmediatez. ¿Por qué no trasladar el concepto de zapping también al mundo editorial? En un fin de semana, si uno quiere, se pueden leer cuatro novelas breves escritas en cuatro países culturalmente diferentes y con cuatro argumentos radicalmente diversos.
Se puede escuchar música y planchar a la vez, o ver una serie y responder brevemente un correo electrónico, pero los libros reclaman atención. ¿El peor enemigo de la literatura es el móvil?
Yo puedo estar viendo la tele y mirando de reojo storys de Instagram, pero no puedo estar leyendo El blat tendre, de Colette, y respondiendo un whatsapp a la vez. Amo la literatura que nace de la forma y la belleza, pero amo sobre todo la literatura capaz de enganchar a partir de este cuidado estilístico.
Nos engancha más Twitter o Instagram que una novela rusa de finales del siglo diecinueve.
El móvil nos hace perder el tiempo, pero también nos permite ganar cosas. Yo, por ejemplo, considero que en Twitter aprendo mucho, y de hecho ha sido una herramienta muy importante desde el primer momento para Petits Plaers, ya que no sólo me permite comunicarme con los lectores, sino también descubrir las tendencias literarias que se cuecen o tener acceso fácil a las críticas.
El noventa por ciento de los editores utilizan sus cuentas personales de Twitter para vender los libros que editan, como si fueran paradistas del mercado. Tú, en cambio, a menudo creas hilos personalistas o varios tuits en los cuales haces divulgación sobre aspectos curiosos de los libros editados. ¿Un buen libro no se vende solo?
Mi estrategia de marca se basa en la sinceridad, ya que este proyecto nace de un sueño de juventud, casi. Hay muchos lectores de Petits Plaers que me escriben reconociendo que llegaron a la colección gracias a Twitter, pero la verdad es que la única estrategia de marketing en la cual creo es la de explicar que edito aquellos libros que querría que alguien me recomendara.
¿Qué filias y fobias de Blanca Pujals hay en los volúmenes de Petits Plaers?
El cuidado estético por el diseño, sobre todo. Desde el primer día fue una de las mayores obsesiones, ya que queríamos ser capaces de fidelizar a lectores también a través de los ojos y, sobre todo, de editar libros que fueran cómodos de leer. Una gran obra puede entrarte mal por culpa de la medida de la letra o los márgenes de la página, por mucho que parezca mentira.
Valoras el libro como objeto físico con belleza propia, pues. El libro digital no ha desplazado al libro de papel, pero ¿puede ser que el mundo digital cambie para siempre lo que comprendemos como literatura?
Personalmente creo que todas estas nuevas técnicas narrativas de formato más digital, como por ejemplo la narrativa tuitera con relatos construidos mediante hilos de Twitter, transformarán la estructura de la narrativa del futuro, que quizás empezará a basarse en capítulos más cortos o historias más concisas, pero un libro nunca dejará de ser atractivo, por muy digital que sea el mundo.
No sólo reivindicas la buena literatura inencontrable, sino que también reivindicas la figura del traductor/a como médium para recuperar las grandes obras olvidadas de la historia.
Trabajamos siempre con traducciones actuales y hechas desde el original. Uno de nuestros criterios básicos es ir al original para acercarlo a nuestra lengua: nada de traducir un autor japonés o ruso a partir de la traducción francesa o inglesa que alguien ha hecho antes. Queremos editar libros que son pequeñas piezas de orfebrería, y para hacerlo necesitamos ir a la fuente original.
Siempre me he preguntado si no he sido nunca capaz de leer más de cien páginas de Crimen y castigo por culpa de Andreu Nin.
Es insostenible pretender que la gente se acerque a los clásicos contemporáneos cuando las traducciones de estos libros tienen ochenta años. La lengua es un ser vivo y va cambiando, y por eso reivindicamos la figura de los traductores; todos los libros de Petits Plaers están escritos hace más de cincuenta años, y algunos más de cien, pero todos están editados con un catalán actual, con palabras y expresiones de nuestro día a día.
Para acabar, defiendes la alta literatura como fenómeno popular y capaz de atrapar a lectores no necesariamente cultos. ¿Es la literatura un pasatiempo?
También. Y con también quiero decir que, entre muchas otras cosas, también es un pasatiempo. Y es un arte, y una forma de evasión, y una puerta a otros mundos, y una invitación a emocionarse, a leer fragmentos que quieras compartir con una foto por Whatsapp o a acabar capítulos que te espoleen a seguir leyendo el siguiente. Y sí, evidentemente, cuando todos estos factores se juntan, la literatura es un pasatiempo de calidad porque, sencillamente, transforma el tiempo que destinas a un libro en un tiempo agradable de pasar.