Son las cinco de la tarde cuando llego a la Tòmiris, la pequeña librería barcelonesa de la calle Padilla donde he quedado con el que seguramente sea el poeta nacido en Catalunya con más seguidores en Instagram: Pablo Pérez Rueda, más conocido como Blon. Antes de saludarlo, me fijo en un curioso letrero de una de una de las paradas exteriores del Mercado de la Sagrada Familia: "Motxos a bon preu, el millor invent del món". Es innegable, pienso por dentro, que para muchos el mejor invento de la historia es la fregona. Para otros quizás lo es el router de internet. O el Chupa-chups, quien sabe. El Museo de la Ciencia de Londres, de hecho, hace años preguntó a sus visitantes cuáles eran los mejores inventos de todos los tiempos: el motor de vapor, la penicilina y, en primer lugar, la máquina de rayos X. Todas ellas son cosas importantísimas, es evidente, pero personalmente siempre he creído que el mejor invento que ha parido nunca la humanidad es la rima, por eso hoy en El café de la granota hablaré de rimas, de poesía entre los jóvenes, del catalán en el mundo del rap y de mitos del hip hop como Nach, Tote King o Kase-O con Blon, una de las estrellas de la Freestyle Masters Seríes y subcampeón en dos ocasiones de la Red Bull Batalla de los Gallos.

Antes de iniciar el podcast, mientras hojeamos por encima las páginas de  El castigo de Sísifo, el nuevo libro de mi invitado, le comento que he llevado algunos libros de Josep Carner, J.V. Foix y Enric Casasses para que recite sonetos con flow, y de rebote le explico una anécdota a Blon mientras preparo los micrófonos. Una vez, en un recital de poesía en el cual participaba, me fijé en cómo le cambiaba el rostro a un adorable señor de noventa años que sonreía cada vez que un poema se cerraba con un pareado. El recital se celebraba en una ermita preciosa en el corazón del Penedès, la iglesia de Sant Valentí de Les Cabanyes, y aquel buen hombre, apoyado sobre su bastón, para nada del mundo sonreía cada vez que un servidor leía, medio recitando medio rapeando, poemas de Miquel Martí i Pol. En cambio, cuando una de las otras rapsodas invitadas declamaba algún soneto de Shakespeare, Josep Maria de Sagarra o Verdaguer, al hombre adorable de primera fila se le iluminaban los ojos y mostraba una sonrisa de oreja en oreja con los dos versos finales del poema.

El castigo de Sísifo es el tercer libro de poemas de Blon. (Carlos Baglietto)

Al principio pensé que quizás los poemas martipolianos no le hacían el peso, o que incluso no acababa de sentirse cómodo con mi estilo de recitación, pero cuando flipé de verdad fue cuando la otra chica que recitaba cantó, como una trovadora, un poema en provenzal y el señor del bastón, a pesar de la pequeña dificultad léxica para comprender bien el poema, sonrió igual. Cansoneta leu e plana,/ leugereta, sus ufana,/ farai, e de mi Marcas/ del traichor de Mataplana,/ q'es d'engan farsitz e ples./ A, Marcas, Marcas, Marques,/ d'engan etz farsitz e ples. Por qué la mítica Cançoneta leu e plana de Guillem de Berguedà, escrita hace casi mil años y en una lengua de comprensión compleja para nosotros, provocaba una sonrisa incapaz de provocar cualquier poema de un librazo como Estimada Marta, me pregunté.

Nacido en Parets del Vallès, Blon es uno de los freestylers más famosos de España. (Carlos Baglietto)

No sé qué se debe haber hecho de aquel adorable señor, pero querría decirle que, muchos años después de aquel recital, pienso a menudo en su sonrisa y en cómo el recurso de la rima ha permitido que millones de jóvenes poco habituados a la poesía, por todo el mundo, consuman poesía diariamente de la misma manera como la consumían los vecinos de Guillem de Berguedà: a través del oído, escuchándola. En inglés, las letras de las canciones todavía se llaman "lyrics" precisamente porque la lírica, en la antigua Grecia, nació como una forma de poner palabras a la música, por eso Blon se define como un poeta que canta: porque escribe poesía en libros que se venden a las librerías, sí, pero porque sobre todo canta aquello que escribe dentro del suyo hacia ritmo de rape.

Blon y Pep Antoni Roig en la librería Tòmiris, durante la grabación del podcast. (Carlos Baglietto)

Si Guillem de Berguedà escribía serventesios contra el poder, las malas costumbres o personas en particular como Ponç de Mataplana, mi invitado de hoy en El café de la granota hace lo mismo, pero contra otros cantantes de rap como él y en un escenario: es freestyler. Como los glosadores o los bertsolaris vascos, sí, pero con la diferencia que él sí que se gana la vida compitiendo en combates líricos contra otros freestylers, trenzando versos que quizás no están al nivel de Shakespeare, Josep Maria de Sagarra o Verdaguer, pero con rimas que levantan pasiones y arrastran a miles de adolescentes. Medio millón, para ser exactos, según dice su Instagram. ¿Poesía o rap? Palabras trenzadas con sentido y mensaje que cautivan a chavales jóvenes, en definitiva. Rimas, al fin y al cabo, igual de bien paridas y con un poder sugestivo idéntico a las que dibujaban una sonrisa a aquel señor de noventa años.