Londres, 19 de julio de 1553. Hace 469 años. El Parlamento inglés coronaba a María Tudor y Trastámara, única hija superviviente de los difuntos Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, Catalina de Aragón, hija de Fernando II de Catalunya-Aragón e Isabel I de Castilla-León. María Tudor Trastámara, que reinaría como María I (1553-1558) convirtió Inglaterra en un inmenso charco de sangre. Y se ganó a pulso el apelativo "Bloody Mary" (la sanguinaria María), no por haber restaurado las barras de sangre catalanas al heráldico real inglés, sino porque ordenó una violentísima involución que trinchó todas las reformas impulsadas por su padre Enrique VIII. Bloody Mary pasaría a la historia como una gobernanta desconfiada, vengativa e impopular, que no había heredado ni la talla intelectual de su madre, ni la talla política de su padre.

Los hermanastros de María, Eduardo (antecesor) y Isabel (sucesora). Fuente: National Portrait Gallery.

¿De dónde venía Bloody Mary?

María (Greenwich, 18 de febrero de 1516) fue la quinta hija de Enrique y Catalina, pero fue la única que sobrevivió a sus progenitores. Con anterioridad a su nacimiento, Enrique y Catalina tuvieron una niña que murió al nacer (1510); y tres niños (1511, 1513 y 1514) que, en ningún caso, pasaron de los dos meses de vida. Y después de María, todavía tuvieron una niña (1518) que nació muerta. En aquellas circunstancias, María fue preparada para suceder a su padre y recibió una esmerada educación. Su madre, Catalina de Aragón, le procuró los mejores preceptores de Inglaterra; e, incluso, durante una etapa de su adolescencia (1527-1528) tuvo como tutor al valenciano Joan Lluís Vives (1527-1528), considerado una de las personalidades más destacadas de la intelectualidad de su época y figura bandera del humanismo.

Enrique Tudor y Catalina Trastámara, padres de María I. Fuente: National Portrait Gallery. Londres.

¿Por qué Bloody Mary incorporó la bandera al heráldico real inglés?

María era una Trastámara, la estirpe que había reinado en el trono de Barcelona desde 1412, y que había pilotado la unión dinástica de las coronas catalano-aragonesa y castellano-leonesa (1479). A todo eso se sumaba el hecho de que María al nacer, además de convertirse en princesa de Gales, ocuparía la undécima posición en el orden sucesorio de la monarquía hispánica (por detrás de sus primos Habsburg —hijos de su tía materna Juana- y de sus primos Avis —hijos de su otra tía materna María—). Por todos estos motivos, María siempre se sintió muy identificada con las barras de sangre catalanas. Pero lo que resultaría definitivo sería la conflictiva anulación matrimonial de sus padres. En aquel enfrentamiento María tomaría partido por la madre, y la bandera se convertiría en la forma de mostrar, públicamente, su posicionamiento.

El convulso camino hasta el trono

El 25 de enero de 1533, Enrique VIII se casaba con Ana Bolena, y se consumaba la anulación matrimonial con Catalina. María tenía diecisiete años y al declarar, públicamente, que daba apoyo a su madre fue confinada en una granja de la campiña inglesa; condenada a vivir como una campesina, alejada de las comodidades y del lujo de la corte. Y para acabar de arreglarlo, cuatro años después (12 de octubre de 1537), nacía su hermanastro Eduardo, el anhelado hijo macho que Enrique VIII tuvo, finalmente, con su tercera esposa Jane Seymour. María perdía la primacía sucesoria, mientras en aquel escenario rústico de privaciones forjaba el perfil desconfiado, vengativo y sanguinario que marcaría su reinado. Bloody Mary tendría que esperar la prematura muerte de Eduardo y el fracaso de una conspiración anticatólica para alcanzar el trono.

Mapa de las islas británicas, cartografía durante el reinado de María I. Font: British Library.

El caso de Juana Grey, la reina de los nueve días

La prematura muerte de Eduardo VI, con tan solo diecisiete años de edad y sin descendencia (1553), puso Inglaterra al borde de la guerra civil. Los católicos (representados por la nobleza latifundista opuesta a la ideología autoritarista de los Tudor) rescataron a María. Y los anglicanos (representados por las clases mercantiles urbanas opuestas a la nobleza latifundista) removieron todos los rincones de la corte, y coronaron a Juana Grey, hijo de Frances Tudor (hermana de Enrique VIII) y, por lo tanto, prima-hermana de Bloody Mary. Juana era la antítesis de María: atractiva, inteligente, popular y anglicana. Pero su juventud (solo tenía dieciséis años) le jugó en contra: no se supo alejar de los que la manipulaban, y al cabo de nueve días el Parlamento la desahuciaba del trono. María, alcanzaba finalmente la corona más por los deméritos de sus rivales que por méritos propios.

Representación moderna de la ejecución de Joana Grey (1833). Fuente: National Portrait Gallery.

El baño de sangre de Bloody Mary

María no fue la primera reina que incorporó la bandera catalana al heráldico real inglés. La precedían su madre Catalina (1509-1533), y Leonor (1236-1272), de la rama provenzal de los bellónidas, casada con Enrique III Plantagenet. Pero María sería la primera reina titular de Inglaterra que luciría la bandera. Y, también, sería la que desplegaría un terrible régimen de terror que marcaría una época. Bloody Mary ordenó detener y ejecutar todos los que habían tenido alguna relación en la fabricación de la anulación matrimonial de sus padres. Se casó con su primo-sobrino, el integrista Felipe II —de la monarquía hispánica—, para culminar su venganza. Y ordenó asesinar a miles de personas de confesión anglicana que amenazaban su régimen. Entre ellas, la exreina y su principal amenaza, Juana Grey.

 

Imagen principal: Retrato de María I (1553). Fuente: Museo del Prado.