Un bebé, no más de cuatro meses para los que no somos padres, dieciséis semanas para los que ya cambian pañales, zarandea una cajita de Juanola. Las míticas de regaliz. La mitad caen al suelo. La marca de pastillas es uno de los patrocinadores del festival de la voz. Un detalle más de los muchos de este festival para la música de raíz y de vanguardia de Banyoles, donde todo está bien hilado gracias al trabajo tozudo y minucioso de Altersinergies. Las Juanola son las pastillas del abuelo. Y el festival ya tiene una edad, veinte primaveras. No es el único. Uno de los cabezas de cartel se ha hecho mayor.
La Iaia (“la abuela” en catalán), grupo insignia de la última época de esplendor del pop de bandas en catalán, volvía para cuatro fechas. La primera de ellas en este espacio de celebración popular en el corazón de Catalunya: la mayoría de la programación (de viernes a domingo) es gratuita, deslocalizada y en ella se miman espacios como el Estany, donde actuó Albert Pla, o la galería de la Fundació Joan Coromines, refugio de la dulzura, guitarra y voz, lastrada un tramo por la lluvia, de Amaia Miranda.
El trío compuesto por Ernest Crusats (también actuaría en solitario dentro de la programación), Jordi Casadesús (Pau Vallvé o Guillem Gisbert) y el batería Jordi Torrents, repasó en el Ateneu de la capital del Pla de l’Estany su corta pero entusiasta trayectoria. Esas primeras canciones desnudas, más naïfs, y también la etapa más Animal Collective, Crystal Fighters y Tame Impala, la de sus últimas reválidas.
El disco que les cambió el alma
L'accident!, L'arbre que vol ser humà, On ets Matilda?, El meu gos se'n va o L'ós –menudo abuso, no tiene parte mala el temazo de los Pet Shop Boys de La Plana–, recordaron los mejores compases del grupo, aquellos de su segundo álbum, tras un arranque meteórico en el Música Viva de Vic y el premio Sona 9 (2010). Todo lo que comprendía el singular On és la màgia (2014), un disco que celebra una década, era bueno. Habían pasado seis años desde que no se ponía en escena. Más de un lustro sin atmósferas, baterías orgánicas y sin Jordi Casadesús haciendo, como acostumbra, el pulpo a la guitarra, teclados, xilófono, eléctrica y otros cachivaches.
Hace seis años dejamos de tocar, no sabemos muy bien por qué, pero dejamos de tocar. Estamos muy emocionados. Hoy celebramos que hace diez años hicimos un disco que nos cambió el alma
“Hace seis años dejamos de tocar, no sabemos muy bien por qué, pero dejamos de tocar. Estamos muy emocionados. Hoy celebramos que hace diez años hicimos un disco que nos cambió el alma”, compartía el frontman de la banda, titubeante a la voz en el arranque, como se podía presuponer en una empresa como la del sábado noche, pero en línea ascendente durante la actuación.
No fue hasta L'última nit y Explosió –se rularon los instrumentos, entre risas, hasta la tercera rueda no sonaron– que el power pop tomó el mando definitivamente. Melodía y ritmo. Les ratlles del banyador (2011) tuvo su espacio a mitad y final del bolo, como también el inadvertido Tornar a ser u (La millor flor del balcó, 2017), último largo que sacaron al mercado los de Vic.
Fue una noche emotiva e ilusionante. De las que abre puertas al futuro
Fue una noche emotiva e ilusionante. De las que abre puertas al futuro. Hubo sorpresas, como la participación del beatboxer Markooz, con el que ya colaboraron hace diez años y que actuaría después en el escenario de la Muralla. Además, de entre discos duros antiguos, La Iaia encontró algunos temas sin estrenar. Tocaron Màgic, màgic y reeditarán On és la màgia? en vinilo con otros dos temas de la época, también producidos por Paco Loco. La canción, muy Coldplay de 2014, se sumó al zurrón de indiscutibles de los catalanes. También hubo en el concierto ruptura de esquemas: bajaron entre el público a cerrar con Sota l'arbre i Platja, el tramo más emotivo y directo. El final lo puso, claro, Jo vull ser la meva iaia, que se escuchó en polifonía, karaoke de un recinto lleno de nostálgicos.
La Iaia ha envejecido bien. Sin achaques, incluso con arrojo. Guarda fuerzas para la celebración colectiva
La iaia ha envejecido bien. Sin achaques, incluso con arrojo. Guarda fuerzas para la celebración colectiva. La guinda para este (a)phònica cumpleañero y sus organizadores, también responsables del gastronòmico, vívido y divertidísimo Cantut y de tantas otras iniciativas donde manda la cultura para la gente, trayendo bastiones de lejos (Salvador Sobral), pero también espadas de cerca Gorka Urbizu. O de más cerca aún (Marina Herlop). Al final, voz, todos tenemos una. Lo que falta muchas veces es espacio para proyectarla; u orejas para escucharla, sobre todo si somos, mea culpa, de Barcelona y sólo atendemos a eventos de la capital catalana y nos acabamos perdiendo joyas como este (a)phònica para toda la familia.