Bayona, País Vasco Norte (entonces provincia francesa de Gascuña), mayo de 1609. Hace 415 años. Pierre de Lancre, jurista y miembro del Consejo de Estado del rey Enrique IV de Francia (el primer Borbón en el trono de París), y su secretario Jean d'Espagnet, jurista y consejero del Parlamento de Burdeos (el equivalente a la Audiencia de Gascuña), llegaban a la capital de Lapurdi para "purgar el territorio de brujas". Lancre y Espagnet, con la inestimable colaboración del aparato de dominación francés, desplegarían una terrible caza de brujas que se traduciría en un brutal escenario de terror y de muerte. Las fuentes hablan de un mínimo de 200 personas acusadas y asesinadas. Pero este dato solo era la punta del iceberg de un fenómeno que marcaría un antes y un después. ¿Por qué el régimen borbónico francés ordenó el exterminio de las brujas vascas?

Representación de un akelarre (siglo XVII). Fuente Museo Nacional de Alemania. Núremberg
Representación de un aquelarre (siglo XVII) / Fuente: Museo Nacional de Alemania. Núremberg

¿Quiénes eran las brujas vascas?

Izena don guztie emen da (Todo lo que tiene nombre existe)

La mayoría de los historiadores y antropólogos que han estudiado el fenómeno de la brujería vasca coinciden en la idea de que las brujas vascas del siglo XVII eran aquellas mujeres que habían heredado un corpus cultural que hundía sus raíces en la época neolítica (5000 a.C. – 3000 a.C.), cuando las sociedades que poblaban la Europa atlántica prehistórica eran de arquitectura matriarcal. Varios antropólogos, como Andrés Ortiz-Osés (profesor de la Universidad de Deusto) nos recuerdan que el relato cosmogónico vasco, fabricado en ese escenario prehistórico, sitúa el principio de la vida en Ama Lur (la Madre Tierra) y en Andra Mari (la humana primigenia), que son figuras femeninas. El profesor Ortiz-Osés defiende que la mujer tenía un papel protagonista en los rituales sociales y familiares de esas comunidades vascas primigenias.

Médicas y sacerdotisas

La mujer prehistórica vasca es la auténtica protagonista de su comunidad y de su época. La antropóloga Barbara Ehrenreich sostiene que serían mujeres que —debido a la ancestral división del trabajo (el hombre dedicado a la caza y el pastoreo de los rebaños, y la mujer dedicada al nacimiento y la crianza, y al cuidado de los enfermos)— habrían desarrollado un profundo conocimiento de la vida y de la muerte. La propia profesora Ehrenreich (Universidad de Nueva York) afirma que las mujeres intelectualmente más dotadas serían las parteras, las expertas en hierbas medicinales, las que amortajaban a los difuntos, y las que recibían, custodiaban y transmitían el relato cosmogónico tradicional que pretendía explicar el origen del universo. Por lo tanto, esas mujeres sabias eran, a la vez, las médicos y las sacerdotisas de esas comunidades primigenias.

Fragmento de una mapa del reino de Francia (siglo XVII). Provincia de Gascuña. Fuente Bibiliothèque Nationale de France
Fragmento de un mapa del reino de Francia (siglo XVII). Provincia de Gascuña / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

Cruces cristianas y estelas discoidales

La proyección en el tiempo de la religión tradicional vasca va más allá de lo que imaginamos. La evangelización de Euskal Herria fue muy tardía y su penetración fue muy lenta. En torno al año 1000, el cristianismo era la confesión, exclusivamente, de las escasas élites urbanas del territorio. Y a inicios del siglo XVII, cuando el régimen borbónico francés ordena el exterminio de la brujería vasca, el cristianismo había tocado las oligarquías rurales, pero el grueso de esa sociedad —formado por las clases rurales de condición humilde— seguía practicando la religión tradicional. Esta dualidad confesional se ponía de manifiesto, especialmente, en los cementerios de Iparralde (el mundo vasco bajo dominación francesa), donde, durante los siglos medievales y la primera época moderna, convivirían las tumbas con cruces cristianas y con estelas discoidales paganas.

Enrique IV, el primer Borbón francés. El inicio de la persecución

Paris vaut bien une messe (París bien vale una misa)

Enrique de Borbón llegó al trono de París con las manos manchadas de sangre. Durante la guerra aristocrática francesa (para dirimir el relevo de los decrépitos Valois), oportunamente disfrazada de conflicto religioso (1562-1598), había liderado el partido calvinista. Con el país exhausto y con el partido católico sin liderazgo ni apoyos internacionales, había aceptado la Corona a cambio de su conversión al catolicismo. Francia, en nombre de la paz y con la ambición puesta en recuperar el liderazgo continental, se podía permitir un rey converso que había asesinado a miles de católicos. Se podía permitir un revolucionario Edicto de Nantes (1598), que consagraba la libertad de culto de los católicos y de los calvinistas. Pero no se podía permitir la existencia de confesiones ancestrales no cristianas, que el nuevo poder proclamaba que no tenían cabida en ese nuevo mundo.

Bertran d'Echaux, obispo de Bayona|Baiona y colaborador de Lancre i d'Espagnet. Fuente Museu Diocesano de Tours
Bertran d'Echaux, obispo de Bayona y colaborador de Lancre y d'Espagnet / Fuente: Museo Diocesano de Tours

La razón de Estado

¿Por qué no tenían cabida en ese nuevo mundo? El profesor Julio Caro Baroja (Universidad Complutense de Madrid) explica que el nuevo régimen borbónico francés (surgido de una guerra que había situado la religión en el eje del conflicto) interpretaba la disidencia confesional (la existencia de una religión distinta a las que habían sido reconocidas por el Edicto de Nantes) como una amenaza que "afectaba vitalmente a los pilares de la sociedad". El nuevo régimen borbónico de Enrique IV impuso un modelo de sociedad basado en el encuadre de la población y se inspiró en el principio de la razón de Estado: el Estado se atribuía la misma dignidad que los valores supremos de la religión y la ley y la prerrogativa de actuar en contra de estos valores en nombre del bien general. En esa arquitectura de Estado, la religión tradicional vasca pasaba a ser considerada una amenaza extrema.

Lacre y Satanás

El régimen borbónico francés comprendió que acabar con la religión tradicional vasca requería una intervención poliédrica. La evangelización de la sociedad rural vasca pasaba por articular un discurso potente, divulgar ese credo desde los pequeños templos —oportunamente ampliados— y exterminar físicamente a las sacerdotisas de esa vieja religión. Y en ese contexto, Lancre y d'Espagnet proclamarían que el euskera —la lengua ancestral de la nación y la religión vascas— era la lengua de Satanás. Bertran d'Echaux, obispo de Bayona, ordenaría la construcción de galerías laterales (que, en la actualidad, son una joya de la arquitectura popular vasca) para meter a la masa conversa. Y el aparato de dominación francés perpetraría el asesinato de centenares de mujeres acusadas de ser las sacerdotisas de la vieja religión y las médicas de la vieja tradición. Por brujas.

Representación del regicidio de Enrique IV en manos de un integrista católic. Fuente National Portrait Gallery
Representación del regicidio de Enrique IV en manos de un integrista católico / Fuente: National Portrait Gallery

Estos detalles ocultos de la historia, y muchos otros relacionados con la cosmogonía proto-vasca y su evolución desde la antigüedad hasta la persecución borbónica, o con el enigmático fenómeno de los agotes, los marginados de la edad media obligados a transitar con ropa marcada y que serían los constructores de los barcos balleneros que cambiarían la historia del País Vasco (siglos XV y XVI), o el contrabandismo transfronterizo, especialmente intenso durante las guerras carlistas del siglo XIX y que sería el origen de varias estirpes de la élite económica vasca, o la emotiva historia de las "golondrinas alpargateras", las jóvenes, casi niñas, emigrantes temporeras en las fábricas de calzado, es lo que descubriremos en nuestra particular experiencia inmersiva en el mundo vasco. Consultad la ruta y el calendario en este reportaje.