“Estábamos en el centro de la conciencia cultural. Éramos aquellos con los que todo el mundo quería juntarse, aquellos a los que envidiaban o querían emular, aquellos con los que querían salir de fiesta. Pero, desde dentro, todo se vivía de una forma muy distinta”. Las palabras de Andrew McCarthy resuenan y se convierten en la razón de ser del documental Brats: las jóvenes estrellas de los 80, que ahora estrena Movistar Plus+ y que plantea interesantes cuestiones en torno a una fama que llega descontrolada y, quizás, demasiado pronto, y de la necesidad de validación externa en una industria que eleva y devora a sus estrellas a velocidad vertiginosa.

Vayamos por partes: el 10 de junio de 1985, New York Magazine publicaba un reportaje de portada que giraba en torno al relevo generacional en un Hollywood que, por primera vez, ponía el foco en los adolescentes con un puñado de películas que sentían representativas de sus problemas y conflictos, que dialogaban con ellos de forma honesta y clara. En este cambio de mirada y tendencia tuvo mucho que ver un tal John Hughes, magnífico director y guionista de Dieciséis velas y, sobre todo, de El Club de los Cinco, pero también escritor de La chica de rosa o de Todo en un día. Estos films, como especialmente también St. Elmo, punto de encuentro, de Joel Schumacher, fueron enormes éxitos comerciales y, con el paso del tiempo, trascendieron hasta convertirse en incuestionables iconos de la cultura popular. Del mismo modo, intérpretes como Emilio Estevez, Molly Ringwald, Ally Sheedy, Rob Lowe, Judd Nelson, Anthony Michael Hall, Demi Moore o el propio Andrew McCarthy se convertirían en celebridades de la noche a la mañana.

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El club de los Cinco es una de las películas más recordadas del Brat Pack

Todos ellos recibieron la etiqueta Brat Pack como una ofensa y desarrollaron una especie de aversión hacia sus compañeros de oficio

Escrito por el periodista David Blum, el artículo del New York Magazine bautizaba a este grupo de actores como Brat Pack (pandilla de mocosos), haciendo un juego de palabras con ese mítico Rat Pack que, alrededor de Frank Sinatra y con cómplices como Dean Martin y Sammy Davis Jr., alimentaba su leyenda de artistas más aficionados a las fiestas y a las borracheras que al trabajo. El reportaje cuestionaba la falta de formación y profesionalidad de aquellos chicos y chicas, que, con los bolsillos llenos y la inconsciencia desatada, exprimían su juventud con el espíritu hedonista que correspondía. Pero también les ponía en valor, les distinguía en un momento de transformación muy relevante. Entrevistas de la época recuerdan cómo prácticamente todos ellos recibieron la etiqueta Brat Pack como una ofensa y desarrollaron una especie de aversión hacia sus compañeros de oficio (“volver a trabajar juntos era como una especie de kriptonita”, dice Emilio Estevez en un momento del documental que nos ocupa).

En mayor o menor grado, todos ellos se vieron afectados por aquella inquisidora mirada externa en un momento de crecimiento y definición personal y profesional. “Nuestras carreras quedaron marcadas y sin espacio para maniobrar, nos cambió la vida y, desde el principio, fue un enorme estigma con el que no queríamos que se nos asociara”, explica un Andrew McCarthy que nunca se acabó de recuperar del todo de los efectos de aquella portada, hasta que en 2021 escribió una aproximación autobiográfica al fenómeno, Brats: An '80s Story, primer paso de una catártica terapia que se redondea con este documental.

Friends antes de Friends

A pesar de huir de las reuniones nostálgicas de antiguos alumnos (y equivalentes como la de los actores de la serie Friends en un plató de televisión, por poner un ejemplo mediático), uno de los grandes ganchos de Brats nos hace ser testigos del reencuentro de McCarthy con el resto de componentes del Brat Pack, después de treinta años sin verse. Porque, contra lo que muchos pensaban, los miembros del grupo nunca fueron amigos fuera de los platós. Compartir experiencias es la mejor forma de exorcizar viejos fantasmas y, unas llamadas más tarde, el director del documental se reúne con Emilio Estevez, Ally Sheedy (a quien McCarthy le hace una insólita confesión), Rob Lowe y Demi Moore; no acaba de conseguir un sí de Judd Nelson y Molly Ringwald le dice que no tiene ningún interés en rememorar el pasado.

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St. Elmo, punto de encuentro, el Brat Pack al completo

Contra lo que muchos pensaban, los miembros del grupo nunca fueron amigos fuera de los platós

Las charlas sirven para confirmar que no todo el mundo sufrió el supuesto desprecio de la misma traumática manera. De hecho, resultan especialmente relevantes las opiniones de una Demi Moore que demuestra haber hecho muy buena terapia y situado las cosas en su sitio: “¿Por qué nos lo tomamos de forma despectiva, como algo malo?”, se pregunta. O las de un Rob Lowe que recuerda aquella época con cariño, que rememora aquella noche donde ambos acabaron acompañando a Liza Minnelli hasta la casa de Sammy Davis Jr. (“fue la única vez que el Brat Pack y el Rat Pack se encontraron”, ríen) y pone en valor la influencia de esas películas en fenómenos posteriores como las series Glee y, de nuevo, Friends. Y es que, viendo hoy una película como St. Elmo, punto de encuentro, es muy fácil reconocerla como un antecedente directo, en tono más dramático que cómico, de la icónica Friends: la edad de los personajes, el bar como centro neurálgico de sus actividades, y un dibujo de los personajes, sobre todo de los masculinos, muy similares (y con Andrew McCarthy como una especie de antepasado de Chandler Bing). En cualquier caso, también es interesante recuperar aquellos films con ojos críticos, porque hay comportamientos que hoy resultan inaceptables, aunque sin perder de vista la realidad del momento.

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Demi Moore y Andrew McCarthy se reencuentran treinta años después

Viendo hoy una película como St. Elmo, punto de encuentro, es muy fácil reconocerla como un antecedente directo, en tono más dramático que cómico, de la icónica Friends

Volviendo al documental, en su viaje al pasado para deshacerse del todo de esa pesada mochila cargada durante décadas, Andrew McCarthy habla también con algunos de los componentes que define como “adyacentes” del Brat Pack, como Jon Cryer (a quien recordaréis por la serie Dos hombres y medio) o Lea Thompson (la madre de Michael J. Fox en la trilogía Regreso al futuro). Visita a quien considera padre espiritual de toda aquella generación, el actor Timothy Hutton, ganador del Oscar con Gente corriente (Robert Redford, 1980). También se sienta con escritores y comentaristas culturales como Bret Easton Ellis, Susannah Gora o Malcolm Gladwell, que ayudan a dar contexto y puntualizar el impacto de aquellas películas y de aquellos actores y actrices en el imaginario colectivo. Y nos hace llegar al clímax de la cuestión cuando McCarthy se encuentra frente a frente por primera vez en la vida con el responsable de su sufrimiento, el periodista David Blum, el hombre que parió una etiqueta que hizo fortuna. Tras defender su trabajo y restar importancia a sus consecuencias sin demasiada empatía, Blum afirma: "Me alegro de que el nombre haya perdurado para siempre, pero espero que no sea lo mejor que haya hecho en mi vida". La respuesta de un McCarthy ya aligerado es rápida y contundente: “Suenas como un miembro del Brat Pack”. Una sombra larga, larguísima, que cubrió a unos y otro. De cualquier modo, hoy el término ha perdido cualquier connotación negativa y se ha resignificado gracias al cariño de millones de espectadores que vivieron con emoción la irrupción de ese grupo de mocosos que los representaban. ¡Larga vida al Brat Pack!