El Café Miraflores era el punto de encuentro favorito de los intelectuales españoles exiliados de la Guerra Civil llegados a Santiago de Chile con el Winnipeg, el barco que Pablo Neruda, como cónsul del país andino en Francia, alquiló para salvar más de 2.500 desplazados republicanos perseguidos por el régimen franquista.
El Winnipeg, un paquebote mixto de 9.807 toneladas construido en 1918, y botado en 1919, llegó al puerto de Valparaíso la tarde del 2 de septiembre de 1939. Fue el de mayor contingente de pasajeros en toda la historia del exilio republicano español. De este destierro surgiría la Butaca Catalana, silla imaginada por el arquitecto barcelonés Germà Rodríguez Arias. Todo un icono del diseño del siglo XX que este año cumple 80 años.
Callos a la madrileña y tertulias
El popular local del 461 de la calle Miraflores de Santiago fue fundado por la chilena Herminia (Mina) Yáñez Portaluppi después de su retorno a casa de una larga estancia en París. Fue ella quien encargó el diseño del interior del café a Germà Rodríguez Arias, nombre capital de la arquitectura catalana. Miembro fundador del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) junto con Josep Lluís Sert, Josep Torres i Clavé, Sixte Illescas y Ricardo de Churruca; Rodríguez Arias fue el introductor en nuestro país de las formas racionalistas. Suyos son edificios de viviendas tan relevantes del perfil arquitectónico de la capital catalana como el del número 61 de la Vía Augusta, el edificio Astòria, en la calle de París 193 (1933-1934) y el edificio Diagonal-Enric Granados-París. Con el estallido de la Guerra Civil, Rodríguez Arias emprendió el exilio. Primero se estableció en México. Más tarde en Chile, donde redirigió su trayectoria profesional, ahora enfocándola al diseño de interiores y de mobiliario.

Entre la parroquia habitual del Café Miraflores destacaban nombres como Arturo Soria, Leopoldo Castedo, Juan y José Ricardo Morales Malva, Vicente Mengod, Eleazar Huerta o Paco Soler. Acudían seducidos por una propuesta gastronómica que les hacía sentir un poco más cerca de casa. De su cocina salían platos como callos a la madrileña, bacalao a la vizcaína, anguilas al pil-pil, congrio corquera, calamares en su tinta, congrio a la vasca, pollos a la cazuela... Platos, mesa y conversación que compartían con lo mejor de la intelectualidad chilena, con una figura que sobresalía sobre el resto: Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, poeta y político que firmaba sus obras tras el seudónimo de Pablo Neruda.
La silla de seis patas
Germà Rodríguez Arias confirió al Café Miraflores un estilo mediterráneo que cautivó desde el primer momento a Neruda. Tal fue así que el poeta encargó al arquitecto catalán el diseño del mobiliario de las tres casas que tenía en su país. De aquel encargo, realizado el año 1942, ahora hace 80 años, saldría una pieza icónica: la Butaca Catalana, una silla originalmente destinada al hogar del poeta en la Isla Negra. Inspirada en las tradicionales sillas de la costa mediterránea confeccionadas con madera de pino torneado y anea, Rodríguez Arias imaginó un banquete de seis patas. Un asiento que se apoya sobre cuatro patas principales y dos patas posteriores que disponen de unos pequeños contrafuertes que le aportan más estabilidad y permiten inclinar su alto respaldo.
La Butaca Catalana se convertiría inmediatamente en un objeto, de formas tan sencillas como cálidas, de evocación tradicional y autóctona, pero proyección atemporal, admirado y deseado por diseñadores y artistas. Salvador Dalí tenía diversas en su casa de Cadaquès para su disfrute y el de sus invitados.

A partir del éxito de la Butaca Catalana y de otros de sus creaciones, Germà Rodríguez Arias fundó, junto con el escritor Cristián Aguadé y el escultor Claudi Tarragó -como él, los dos exiliados catalanes de la Guerra Civil- la empresa Muebles Sur, durante décadas uno de los grandes referentes del diseño de mobiliario en América del Sur.
Una Butaca Catalana, que este año celebra su 80 aniversario, que el 2017 disfrutó de una nueva vida gracias a la reedición realizada por Muebles 114 dentro del catálogo de su Colección Clásicos. Con esta línea, la empresa barcelonesa recupera muebles y objetos ya convertidos en iconos del patrimonio cultural universal.