El Castillo de Montjuïc es uno de los lugares de Barcelona donde se concentra más dolor. Desde aquí se ha bombardeado la ciudad en numerosas ocasiones. Desde aquí han salido las expediciones militares que en varias ocasiones han asaltado la ciudad. Aquí han sido encarcelados, torturados y ejecutados numerosos catalanes. Ahora, una parte vital de este castillo, las celdas donde habían sido detenidos tantos y tantos presos políticos, se pueden visitar, por primera vez, mediante visitas guiadas. El Ayuntamiento de Barcelona ha presentado hoy esta reforma del castillo, que va asociada, también, a una mejora de la accesibilidad del monumento mediante la instalación de un ascensor y una escalera en la entrada, con lo que se permite que la gente con movilidad reducida pueda acceder a la fortificación sin pasar por la complicada rampa. La venta de entradas, pues, ya no se hará en una taquilla ambulante, como se hacía en los últimos años, y se accederá al fuerte por el antiguo cuerpo de guardia y no por la rampa, como se hacía tradicionalmente.
El castillo, para la ciudad
El castillo fue una instalación militar hasta fechas muy recientes (de hecho, una estatua ecuestre de Franco, la que fue destruida ante el Born, presidía el patio de armas). El Ayuntamiento de Barcelona hace cinco años abrió el castillo a la población; al volver a poner la bandera catalana en la puerta que había puesto a Lluís Companys, quiso romper con tantos años de la fortaleza usada como herramienta de dominación y con este símbolo quiso dar una nueva vida al edificio. A partir de 2013 se inició un gran plan de restauración, que ya está a punto de finalizar. Ricard Vinyes, Comisionado de Programas de la Memoria, ha querido dejar claro que el gran reto del Ayuntamiento era que el castillo no fuera sólo una atracción turística, sino también un espacio de historia y de memoria. Por eso se organizan al mismo tiempo actividades lúdicas abiertas a los ciudadanos, y exposiciones y actos relacionados con la memoria histórica. Pero la iniciativa ha tenido más éxito en el ámbito turístico que en el de memoria. El año pasado más de 730.000 personas visitaron el castillo.El 85% eran extranjeros, aunque los barceloneses pueden tener libre acceso a él si se dan de alta a la web del programa Disfrutar Más. Los ciudadanos no acostumbran a subir a un lugar que a menudo ha sido considerado como triste y siniestro. Ahora se espera revertir esta dinámica y potenciar las visitas de catalanes. Además, el castillo de Montjuïc es un mirador excepcional desde el que se tiene una vista completa sobre todo Barcelona, del Besòs al Llobregat, con unas perspectivas únicas sobre el puerto y el aeropuerto.
Presos sin prisión
El castillo nunca ha sido propiamente una prisión. Se trata de una fortaleza pensada para alojar una guarnición para defender y también, sobre todo, para atacar a la ciudad (tras la guerra de Sucesión fue usada en combinación con la Ciutadella con el fin de controlar una ciudad que era considerada rebelde y poco dispuesta a doblarse a los deseos del poder). En muchas ocasiones fue usada como depósito de presos: los calabozos de la fortaleza, pensados inicialmente para la guarnición, fueron utilizados a menudo para guardar presos sometidos a la autoridad militar. Se recurrió a ellos durante el célebre "proceso de Montjuíc", se encerró a gente dentro durante la Semana Trágica, alojaron presos durante la guerra civil (desde quintacolumnistas hasta anarquistas encarcelados por los "fets de maig"), y, sobre todo, fueron usados como prisión durante la posguerra. Incluso fueron usadas durante la huelga de tranvías. En Montjuïc también se produjeron numerosas ejecuciones: entre los más famosos que murieron aquí se debe destacar a Francesc Ferrer i Guàrdia, el fundador de la Escuela Moderna, y a Lluís Companys, el presidente de la Generalitat.
Companys no estaba
Los calabozos abiertos al público son impresionantes y, de hecho, se habían usado en algunas películas. Se trata de cinco grandes salas situadas por debajo del nivel del suelo, cada una pensada para unos 25 o 30 presos. El Ministerio de Defensa invirtió poco en el castillo, durante los últimos años en que lo ocupó, y las celdas mantienen todo el aire de esa época: con unas puertas bastas de madera con inmensos cerrojos, unas impresionantes rejas de hierro... No conocemos con seguridad quien estuvo preso en estas celdas, pero sabemos a ciencia cierta que Companys no estuvo allí nunca. Como oficial que era, por el hecho de haber pasado por las milicias universitarias, accedió a un calabozo individual en la planta superior.
Los grafitis
Cuando se empezó a preparar la adecuación de los antiguos calabozos, para permitir las visitas guiadas, los técnicos encontraron algunos grafitis en las paredes. De inmediato el servicio de arqueología del Ayuntamiento, consciente de su valor histórico, paralizó las obras y se estableció como prioridad recuperar las inscripciones. Ricard Vinyes afirma que "no se trataba de un capricho para obtener un resultado pintoresco", sino que "estos grafitis son parte viva de la historia de la ciudad". Algunos de los grafitis son muy visibles. Los otros son difíciles de leer. Hay diferentes fechas: desde finales del XIX hasta 1940. Algunos son de presos fascistas, de otros de presos anarquistas, de otros de presos republicanos... Están escritos en muchas lenguas, lo que demuestra que gente de distintas partes del mundo estuvo recluída aquí. El arqueólogo Oriol Achon, uno de los responsables de la recuperación de las inscripciones, ha explicado que hay de absolutamente terroríficas, como las de los condenados a muerte que dejan constancia que les van a ejecutar. Pero hay más intrascendentes, como los dibujos de carácter sexual (junto a retratos de Hitler). Algunos nos dan información sobre los que pasaron por los calabozos, con loas a la FAI, o a la Falange. Algunas pintadas nos informan mucho sobre la vida cotidiana de los presos, como un horario de las actividades del calabozo escrita en la pared. Y algunas que abren la puerta a la esperanza: algunos vocabularios que eran usados por los presos letrados para enseñar a escribir a los analfabetos... Una esperanza que se rompe cuando alguien escribe, simplemente: "Hoy me han condenado a muerte". Muchos de los condenados no fueron indultados y fueron executados. Sus compañeros, desde estas celdas, oían los tiros que terminaban con sus vidas.
Asignatura pendiente
Muchos barceloneses ven a diario el castillo de Montjuïc, pero muchos no lo conocen por dentro. La reforma del castillo y la apertura de las celdas es un pretexto magnífico para retornar a un espacio a menudo demasiado olvidado (además, todavía se puede ver la sugerente exposición sobre Nazis y fascistas). Es una infraestructura en que se respira represión, dolor, padecimiento... Pero al mismo tiempo es un mirador excelente sobre la ciudad, rodeado de algunos parques fantásticos que muchos barceloneses no conocen. Lo mejor y lo peor de la ciudad se dan la mano en esta montaña. No hay que perdérselo...