"Venimos de una gira en que hemos estado haciendo cuatro espectáculos al mismo tiempo para acabar con De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda y ahora Las aves, con la que estaremos en el Poliorama hasta el 21 de enero". Israel Solà tiene una agenda apretada. Acaba de llegar de Madrid, donde está dirigiendo un espectáculo en solitario, para asistir a un acto en el Liceu, y después encontrarse con nosotros en la terraza del Centro Cívico Can Déu, uno de los mejores rincones de Barcelona para hacer entrevistas. Bigote delicadamente recortado y uñas pintadas, es una figura magnetizante solo de verlo. Atractivo que se multiplica cuando habla de la historia y visión creativa de su compañía, La Calórica, uno de los colectivos más interesantes de la actual escena teatral en nuestro país, creadores que se mueven con excelencia entre el clasicismo y la contemporaneidad, el humor y la denuncia social. Ahora se tomarán un descanso escénico para trabajar en su nuevo espectáculo. Antes de abrir este paréntesis, sin embargo, han querido recuperar momentáneamente dos de sus obras más celebradas. "Hemos tenido la suerte de poder explotar nuestros espectáculos durante un año y ahora nos toca crear y cerrar capítulos, por eso hemos decidido llevar Las aves al Poliorama. Esperamos estrenar la nueva obra en un año y medio o dos años".
Intuyendo una catedral
Era el año 2010. Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Marc Rius, Júlia Truyol, Joan Yago e Israel se conocieron en el Insitut del Teatre y decidieron poner en marcha una compañía con la que llevar a escena todo aquello que echaban de menos a nuestro cosmos teatral: "Un teatro ambicioso, comprometido, que aborde con humor las problemáticas más serias y donde todos los lenguajes que intervienen en el hecho teatral estén tratados con la misma profundidad", tal como dicen en la biografía de su web. Se llamarían La Calòrica. En pocos meses presentaron su primer espectáculo: Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I. "Empezamos muy tímidamente, aunque muy rápidamente ya tuvimos reconocimiento", rememora Israel. "Ya con el segundo espectáculo -L'Editto Bulgaro (2012)- aparecimos en algunos de los medios más importantes del país. Pero costaba que el público nos hiciera caso".
A nosotros más que modernidad, el concepto que nos gusta es el de contemporaneidad, que quiere decir que hablamos desde el aquí y el ahora con unos códigos estéticos que a nosotros nos representan
"¡De dónde han surgido estos chalados!", era la pregunta que todo el mundo se hacía en los círculos teatrales cuando se presentaron en sociedad. Si entonces lo que se llevaba era hacer espectáculos de Harold Pinter o teatralidades más performáticas, ellos apostaban por una historia de los reyes católicos hablando en verso con escenografía y vestuario de época. Miraban atrás para ser más modernos que nadie. "A nosotros más que modernidad, el concepto que nos gusta es el de contemporaneidad, que quiere decir que hablamos desde el aquí y el ahora con unos códigos estéticos que a nosotros nos representan", enfatiza Solà. "Somos eso y a partir de aquí trabajamos. No renunciemos a hablar de nosotros y dar un giro a las cosas que conocemos".
Cuando nos hemos guiado por estas intuiciones hemos creado mejores espectáculos que cuando hemos hecho lo que se espera de nosotros. Porque hacer lo que se espera que hagamos es complaciente
La Calòrica, cierto, vienen de una tradición que intentan hacer evolucionar. "La Feísima era eso, una obra shakespeariana pero contemporánea. Este fue nuestro germen: hacer lo que nos diera la gana. Aunque no teníamos un camino trazado para recorrer. Teníamos visiones e intuiciones. Pero el teatro es eso. Peter Brook decía que el teatro es un director intuyendo una imagen tras una niebla. El director es el que tiene que decir que allí hay alguna cosa y convencer al resto de la compañía para ir en aquella dirección. A veces llegas y lo que parecía una catedral en realidad es una chabola, pero también hay ocasiones en que es una catedral. Cuando nos hemos guiado por estas intuiciones hemos creado mejores espectáculos que cuando hemos hecho lo que se espera de nosotros. Porque hacer lo que se espera que hagamos es complaciente".
La creación es fricción
En su génesis, Las aves, su obra de 2018, una de las más celebradas de su repertorio y que estos días están reviviendo en el Teatro Poliorama, no era más que eso, una imagen muy borrosa al final de camino. Una propuesta que dinamita cualquier concepto clásico de espectáculo. Cuando acabamos de dar forma al espectáculo, el resultado fue mucho más placentero que con obras anteriores, por tener la sensación que era una cosa muy diferente de todo lo que habíamos hecho. Todavía ahora, después de cinco años girándola, hay gente que cuando la ve dice que es una locura". También fue un proceso muy traumático e inseguro para todos ellos, admite el Israel. "Había momentos en que nos invadía la sensación que lo que hacíamos no tenía ni pies, y en más de un momento nos planteamos abortar el proyecto".
Había momentos en que nos invadía la sensación que lo que hacíamos no tenía ni pies ni cabeza, y en más de un momento nos planteamos abortar el proyecto
"La creación es fricción", sentencia al director de La Calórica. No siempre es divertido reconoce. A veces discuten, porque nace la inseguridad y el contraste entre los puntos de vista. Pero está justamente en esta fricción donde nacen las ideas más interesantes. Porque La Calòrica es una compañía con una creación más horizontal que la habitual. Elaboran en colectivo, aunque todo el mundo tiene su parcela muy determinada y hace valer su lugar. "Y entonces es cuando surgen los conflictos y el tener que gestionar los egos y los anhelos creativos. Es esta gestión lo que hace que una compañía perdure en el tiempo o acabe siendo un lugar de infelicidad".
La vida está muy mal
Los espectáculos de La Calórica se balancean por una puesta en escena entre la pasión por la tradición y la pulsión contemporánea y unas historias que rebosantes de humor y cargadas de critica social. "A menudo la crítica social se confunde con la política", puntualiza. "Aunque sí, tenemos espectáculos que tocan cuestiones políticas de forma muy frontal, como Las aves o L'editto bulgaro". Otros, como Fairfly, son pura crítica social. "Porque tocan temas contemporáneos, que nos afectan a nosotros directamente, problemas de nuestra actualidad que nos tocan como seres humanos". Temas que son tan concretos que se vuelven universales. Fairfly, por ejemplo, habla del trabajo y cómo nos enfrentamos a nuestros derechos laborales. Pero también de cómo se gestiona un grupo de amigos y de cómo cualquier persona que intenta tirar adelante un proyecto, empieza con unas ideas y unos ideales que tiene que revisar al cabo de un tiempo, porque lo que hace se corrompe y pervierte y no se corresponde con lo que quería hacer. "Nosotros intentamos hacer obras que nos remuevan y que hablen de cuestiones muy actuales y de hoy día. No hablamos de Eros y Tánatos, hablamos del aquí y el ahora: tenemos 40 años y hablamos de nuestros problemas, sentimientos, miedos y angustias".
No hablamos de Eros y Tánatos, hablamos del aquí y el ahora: tenemos 40 años y hablamos de nuestros problemas, sentimientos, miedos y angustias
Actualmente hay mucha gente hablando de la contemporaneidad. Pero también hay gente que lo hace desde un ademán muy serio. La Calòrica se sitúa en el otro extremo. "Hablamos de estos problemas, pero sin tomarnos muy seriamente a nosotros mismos. Somos personas que fracasamos constantemente en nuestro intento de ser héroes, y eso crea un componente muy cómico". Este es su principal rasgo diferencial. Como también hay comedias que lo único que buscan es hacerte reír, que buscan el puro gag y ellos hacen comedias tristes, con las que la gente ríe viendo lo mal que está la visa.
No hacemos un teatro para que se discuta en un pequeño círculo social, sino para que produzca un pensamiento colectivo, para que mucha gente pueda sentirlo
"¿El arte tiene que transgredir"?, no puedo privar de preguntarle a Israel. Y él me responde que "el arte no ha de nada, pero a mí me gusta que lo haga". El arte que a él le gusta hace pensar al espectador y le genera emociones. "Con La Calórica explicamos historias que ya vienen marcadas por un camino, pero nos gusta no dar respuestas a todas las preguntas que planteamos. No hacemos un teatro para que se discuta en un pequeño círculo social, sino para que produzca un pensamiento colectivo, para que mucha gente pueda sentirlo. Por eso nos gusta salir de los circuitos habituales y llevar nuestros espectáculos allí donde no acostumbran a llegar. Eso me hace muy feliz".
Hay lugares donde no ríen nada, pero cuando acaba la obra se levantan a ovacionarte. Y otros donde pasa justo lo contrario. Y eso no lo puedes modificar. El público tiene que ser libre
Más allá de Catalunya, donde ya es una compañía referencial, La Calórica ha empezado a girar, con éxito, por España y Europa. Y no, la respuesta a sus espectáculos no es siempre la misma. "Ya no es la misma en Catalunya. Actúas la misma semana en Reus y Sabadell y son públicos totalmente diferentes". Para Israel, el público es el último elemento de un espectáculo. Y si este colectivo tiene una forma de sentir y un alma, eso modifica el resultado de la obra. "Hay lugares donde no ríen nada, pero cuando acaba la obra se levantan a ovacionarte. Y otros donde pasa justo el contrario. Y eso no lo puedes modificar. El público tiene que ser libre". Recientemente estuvieron en Italia, donde presentaron Las aves en versión original con subtítulos. Tenían dudas. Se preguntaban si su humor funcionaría en este formado. El público transalpino fue extremadamente receptivo. "Hubo una escena, sin embargo, en qué aparece un cura, que en Catalunya es primordial, y cuando la hicimos en Italia no rio nadie, porque allí no hacen bromas con la iglesia".
Una compañía (no tan) joven
Fracaso, fracasados. Conceptos redundantes en nuestra conversación. ¿Pero cómo se puede hablar del fracaso a través de una compañía que tiene éxito? "Porque no tenemos realmente, éxito," contrapone. Respuesta que amplía señalando que ellos han sido unos fracasados durante mucho tiempo. "Nombre somos un colectivo de gente cool. Somos pobrecita gente. En aquel universo de caños normativos que eran los primeros años de los 2000, no podíamos hacer las obras estándares. Nos ha costado mucho hacer entender que estas historias se pueden explicar desde otra perspectiva. Gracias a Girls descubrimos que en Nueva York también había chicas que no eran Sarah Jessica Parker, pero veníamos de Sexo Nueva York".
Tenemos que escucharnos y descubrir qué es lo que podemos seguir aportando creativamente
Girls catapultó la trayectoria de su creadora y protagonista, Lena Dunham. Fue uno estrellado fugaz. Acabada la serie, maravillosa, por cierto, poca cosa más se ha vuelto a saber de ella. A Israel, sin embargo, no le preocupa tener fecha de caducidad. "Más que la fecha de caducidad, nos preocupa estancarnos en las ideas que han funcionado". Que se les exija, y autoexigirse, hacer siempre lo que ha conectado con el espectador. Tampoco quieren de obligarse al cambio por el cambio porquè se les pida la modernidad. "Tenemos que escucharnos y descubrir qué es lo que podemos seguir aportando creativamente. De la misma manera que tenemos claro que aunque seguimos evolucionando, acabaremos ocupando un espacio diferente en la producción local: cuando llegas lo tienes todo por hacer, pero nosotros ya no estamos en esta fase, ahora tenemos que hablar desde una cierta experiencia. Nos negamos a seguir siendo 'la compañía joven', porque tenemos 40 años y más de una década de trayectoria. Ya no somos jóvenes. Joven es la gente que está saliendo ahora del Institut del Teatre. Ellos son los que tienen que aportar esta energía que nosotros insuflamos en nuestros inicios".
Nos negamos a seguir siendo 'la compañía joven', porque tenemos 40 años y más de una década de trayectoria
¿Es difícil aceptar este paso del tiempo?
No queda otra que escucharte y aceptar quién eres. Como compañía ya no estamos dispuestos a hacer todo lo que hicimos en nuestros inicios. Ya no haríamos un espectáculo con dos escobas y sin cobrar. El paso del tiempo es difícil de aceptar para todo el mundo, pero en el teatro te da experiencia y oficio.