Hay un momento, hacia la media hora de esta cuarta entrega, que hoy llega a las salas de cine, de las aventuras del Capitán América, que, en medio de la atonía general y probablemente sin pretender nada más que llenar silencios, pone el dedo en la llaga: "Tú no eres Steve Rogers", deja ir el presidente Thaddeus Ross al pobre Sam Wilson, heredero del escudo, y del nombre, del icónico superhéroe después de su decisión al final de la fabulosa Avengers: Endgame. "Tú no eres Steve Rogers", le dicen a Wilson. Tampoco el voluntarioso Anthony Mackie es Chris Evans. Ni esta Fase 5 (de la que solo la simpatiquísima y transgresora Deadpool & Lobezno se salvaría de quemar en la hoguera de San Juan) le llega a la suela de los zapatos a los mejores títulos del Universo Cinematográfico de Marvel. Viendo la decadencia imparable de las películas y series de la marca, costaba confiar en que este Brave New World levantara el vuelo. Y lisa y llanamente ninguna sorpresa, no ha pasado.
Viendo la decadencia imparable de las películas y series de la marca, costaba confiar en que este Brave New World levantara el vuelo. Y lisa y llanamente ninguna sorpresa, no ha pasado
La sensación es que tendremos que esperar al retorno de los hermanos Russo y al todavía lejano estreno de Doomsday y Secret Wars, las planeadas nuevas entregas de Avengers que abrirán (junto con The Fantastic Four: First Steps) la Fase 6, para acabar de decidir si la fórmula se ha agotado definitivamente o si todavía hay lugar para la esperanza. Hasta entonces, todo parece un relleno insípido, pura transición. También esta película, que, de entrada, ofrecía el aliciente de un fichaje que, en otro momento de la historia, aplaudiríamos con las orejas: Harrison Ford, aka Han, Solo aka Indiana Jones, mito eterno, leyenda viva, se apunta a una fiesta que no lo merece como invitado. Recogiendo al testigo del traspasado William Hurt, Ford interpreta al antiguo general y ahora presidente Thaddeus Thunderbolt Ross.
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Harrison Ford, aka Han Solo, aka Indiana Jones, mito eterno, leyenda viva, se apunta a una fiesta que no lo merece como invitado
El argumento de Capitán América. Brave New World no tiene, en realidad, mucha identidad. Conectando con los sucesos ocurridos en la serie Falcon y el Soldado de Invierno, por un lado, y Eternos, por el otro, la película nos presenta al mandatario norteamericano a punto de firmar un acuerdo con las principales potencias del mundo (que según los expertos marvelitas en política internacional serían Francia, India y Japón) con el fin de democratizar el hallazgo de una fuente de adamantium justo en medio del océano Índico. Los conocedores de los cómics originales sabréis perfectamente que este es el extraño metal del esqueleto y las garras de Lobezno. No confundir el adamantium con el vibranium, material del que está hecho el cuerpo de Ultron, las garras de la Pantera Negra y, cerrando el círculo, el escudo del Capitán América. Hasta aquí la lección de química de hoy.
El mensajero del miedo y Harrison Hulk
Hablábamos de un tratado a punto de firmar, que se une a una propuesta inesperada: el presidente Ross pide al Capi Wilson que lo ayude a reorganizar los Avengers. Y es en este punto donde explota una extraña conspiración, que la memoria cinéfila encontrará curiosamente similar a la de la fabulosa El mensajero del miedo (en versión John Frankenheimer o en versión Jonathan Demme, vosotros escogéis). Ninguna originalidad en la supuesta singularidad de una trama que, más allá, añade un puñado de desganadas escenas de acción y una transformación que la campaña de marketing y el abuso de inputs han impedido que provocara la sorpresa de nadie. Sin categoría de espóiler, ver a Harrison Ford multiplicando su cuerpo hasta convertirse en un Hulk Rojo tiene el mismo impacto que el fichaje de Vitor Roque en la delantera del Barça.
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Sin categoría de espóiler, ver a Harrison Ford multiplicando su cuerpo hasta convertirse en un Hulk Rojo tiene el mismo impacto que el fichaje de Vitor Roque en la delantera del Barça
Sobre el papel, podría ser una buena idea el intento de fusionar los thrillers conspiranoicos de carácter político de los años 70 con el cine de superhéroes que conocemos. Si recordamos la estupenda Capitán América: El Primer Vengador, la mezcla de géneros (en este caso con el cine de espías) funcionaba como un reloj. El problema es que, aquí, a nadie parece importarle nada articular un guion con ingenio, que encuentre una identidad propia después de surfear los obligados vínculos argumentales con las incontables producciones anteriores de Marvel. Sin ninguna ambición estilística ni narrativa, todo resulta pesado, rígido y disperso. La gratuita introducción de Hulk Rojo tiene una escasa incidencia real en la trama, y el clímax, con el enfrentamiento (que todos los carteles del filme se han encargado de destapar) entre el Capi y el nuevo, gigantesco y musculoso monstruo, tiene la emoción de un plato de verdura hervida y sin sal.
El problema es que, aquí, a nadie parece importarle nada articular un guion con ingenio, que encuentre una identidad propia después de surfear los obligados vínculos argumentales con las incontables producciones anteriores de Marvel
Más allá de los severos inconvenientes de un guion que se olvida completamente del sentido del humor característico de los filmes Marvel, el otro gran problema de Capitán América. Brave New World es el nulo carisma de sus protagonistas: Anthony Mackie y Danny Ramirez, el nuevo Falcon, viven a años luz de los Evans, Downey Jr., Ruffalo o Johansson. Giancarlo Giannini y Tim Blake Nelson, los desperdiciadísimos malos, se pasean por la película como quien pasa por delante de una puerta abierta, ve luz y se tira sin preguntar. Y Harrison Ford, que de carisma va sobrado, se merienda sin ningún esfuerzo a todo aquel que comparte escena con él, pero es más que probable que solo recuerde este trabajo por los ceros de su cheque.
Esta no es la peor de las producciones de la casa madre. Más bien peca de insustancial, de anodina, de poca cosa
Pero cuidado, porque las horas bajas, bajísimas, de Marvel, y críticas como la que estáis leyendo, le pueden jugar a favor a Brave New World, por aquello de las expectativas. Están tan bajo tierra que vete a saber. Ciertamente, esta no es la peor de las producciones de la casa madre. Más bien peca de insustancial, de anodina, de poca cosa. Nos olvidaremos, gracias al cielo, un cuarto de hora después de ver una escena postcréditos que tampoco aporta nada en absoluto. La travesía por el desierto continúa.