Antoni Campañà fue un referente de los fotógrafos de este país. Su laboratorio fue muy utilizado por fotógrafos profesionales, y él fue un gran fotógrafo de deportes y un teórico de la fotografía, con algún libro publicado. Lo que casi nadie sabía es que Campañà disponía de un impresionante fondo fotográfico de la guerra civil española. Lo guardaba esmeradamente con todos los clichés esmeradamente clasificados. Tras su muerte, sus hijos los encontraron, y ahora la editorial Comanegra publica una selección de sus 5.000 fotografías de guerra, acompañadas de textos de Plácido Garcia-Planas, Arnau González i Vilalta y David Ramos. El libro se titula La capsa vermella.
Un cristal agujereado
La primera fotografía de guerra que presenta este libro, que es excelente, representa un cristal de una ventana atravesado por una bala, al inicio de la guerra. No se ve gente, ni acción... De la misma manera, reflejaría un brutal bombardeo con cristales por el suelo y un diario plegado, junto a los destrozos, fuera de lugar. Incluso en momentos como este, el artista se impone al simple fotoperiodista. Las fotografías de Campañà con frecuencia, están muy lejos de la propaganda. El 18 de julio retrata, entre otras cosas, caballos reventados por las explosiones y cadáveres de monjas expuestos en la calle después del asalto popular a las iglesias... E incluso va hasta el cementerio de Montjuïc, y consigue que los enterradores le abran los ataúdes de las víctimas de los enfrentamientos. Pero generalmente escapa de las imágenes truculentas y prefiere los escombros a los cadáveres. A pesar de todo, fotografía a un niño evacuado de un bombardeo con un simple título: "¿Qué culpa tenía?".
La antiépica
Campañà retrató mucho la guerra en Barcelona, y presenta el peso del conflicto en la sociedad que no está luchando. En sus fotografías hay muchas barricadas, pero en algunos casos están desiertas, en otros ocupadas por niños... Como católico se sentía muy preocupado por la oleada anticlerical y retrató muchas iglesias asaltadas. Sus fotografías más militantes, de milicianos, representan individuos mayores o muy desgastados, bien alejados del modelo castrense. E incluso en las imágenes del multitudinario entierro de Durruti predomina el dolor sobre la épica
Propagandista
A pesar de todo, la exposición también incluye algunas fotografías realizadas por Campañà para la propaganda republicana. Con una gran capacidad técnica, retrató los trenes pintados por los dibujantes de la UGT. También retrató los mítines del PSUC (el partido de orden del momento) y manifestaciones de milicianas. En La capsa vermella también hay fotografías de militares y milicianos haciendo prácticas, de un tono grandilocuente. Pero frente en eso retrata también imágenes del hambre: la gente removiendo basuras en busca de alimentos, los niños recogiendo los trocitos de carbón que caen de los carros, los comedores populares, los refugiados acampados en la plaza Catalunya... La capsa vermella también incluye un amplio reportaje sobre los refugiados instalados en el Estadio Olímpico de Montjuïc, en el que predomina la solidaridad con el dolor humano por encima de cualquier mensaje político.
Una vida más allá de la política
El libro nos ofrece una perspectiva también de la fotografía de Campañà antes de la guerra, de los reportajes deportivos, de escenas de calle: se incluye incluso un magnífico retrato de la Moños (uno de los personajes más populares del barrio chino y de la puerta del Liceo) y unas impresionantes imágenes de la Patum de Berga de 1936. Y en plena guerra retrata a la gente que va a la playa, los que hacen cola para ir al cine o los caricaturistas de la Rambla...
El espejo
Los compiladores de La capsa vermella también incluyen, en paralelo, imágenes de la guerra y de la dictadura franquista que ponen de manifiesto coincidencias entre ambos periodos. Los mismos escenarios y las mismas acciones son puestas en paralelo, dejando en el lector sacar sus conclusiones. Los últimos capítulos se consagran al fin de la guerra y a la victoria franquista. En los últimos compases del conflicto, Campañà se dedicó al fotoperiodismo y retrató los restos de la retirada republicana: un rastro inmenso de destrucción con coches, trenes, camiones y edificios destruidos tras la riada humana.
Cambio de bando
Campañà, que gracias a sus contactos nunca fue depurado, retrató desfiles de las tropas franquistas tras su victoria. Entre sus fotografías hay las que reflejan el espíritu castrense del momento: con soldados marchándose al paso, y aviones y vehículos marcando su ritmo en la ciudad (una de estas imágenes merecería incluso una portada en La Vanguardia). Pero también hay imágenes mucho menos marciales, como las de unos niños absolutamente perdidos en un desfile falangista o la de muchas mujeres y niños saludando con el brazo alzado con caras de circunstancias. El libro se cierra con un capítulo sobre las fotografías de la nueva Barcelona nacional-católica, donde las sardanas se combinan con actos de exaltación fascista y muchas procesiones.
El salvamento de unas fotos
Campañà no fue un gran partisano de ninguno de los bandos en conflicto durante la guerra civil. Catalanista, pero al mismo tiempo católico, había dado apoyo en el Frente de Orden en las elecciones de 1936. En 1939, pese a haber colaborado con el Comisariado de Propaganda de la Generalitat, se libró de las depuraciones, probablemente gracias a la colaboración de Ortiz Echagüe, piloto del ejército franquista y fotógrafo, que lo protegió. En aquel tiempo, el fotógrafo Josep Compte, que llegó a Barcelona como director de la Sección de Fotografía de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda, encargó la requisa de todos los archivos fotográficos de la guerra civil, con el fin que sirvieran para identificar a enemigos del régimen. Algunos entregaron sus negativos, que desaparecieron para siempre. Los Pérez de Rozas optaron por dar sus obras al archivo municipal barcelonés. Campañà prefirió esconder sus obras. Las puso en una caja roja y le fueron acompañando en sus traslados. Ahora, por fin, salen a la luz.
Las fotos en su contexto
Comanegra ha podido presentar ahora estas fotografías como libro con la colaboración de la familia del fotógrafo. Y lo hace con un libro en que, sin restar protagonismo a las fotos, se incluye una esmerada edición a cargo del periodista Plàcid Garcia-Planas, del historiador Arnau Gonzàlez i Vilalta y del fotógrafo David Ramos. Campañà fue, sobre todo, un fotógrafo artístico, que los acontecimientos vertiginosos de su tiempo llevaron a practicar el fotoperiodismo (en realidad, todo parece indicar que le tiraba más la fotografía de deportes que la de política). La mayoría, al fin, no fueron publicadas (sólo tuvieron salida las imágenes más propagandísticas, algunas encargadas por la Generalitat), y aquí el gran mérito de este libro: presentar unas fotografías "nuevas" que iluminan aspectos poco vistos de la muy fotografiada guerra civil. Comanegra continúa así una encomiable tarea de recuperación de imágenes poco conocidas de la guerra que ya inició hace algún tiempo al publicar Live Souls, con fotografías de Alec Wainman. Si alguien pensaba que sobre la guerra civil todo ya estaba dicho y todo ya estaba visto, que no se pierda La capsa vermella.