Han pasado más de dos meses y Carla Simón (Barcelona, 1986) empieza a digerir los efectos y la euforia generalizada que desencadenó el Oso de Oro en Berlín, que hace que Alcarràs sea, ya, historia del cine: "Sí, y he tardado, eh... piensa que teníamos que acabar la copia definitiva y hacer unos ajustes de posproducción que quedaban pendientes, y al volver de Berlín me encerré en el estudio para rematar la película. Hasta que no llegó el Festival de Málaga y la proyectamos allí no lo acabé de digerir todo, y pude descansar un poco", nos dice la cineasta, que se confiesa aliviada después del largo proceso de escritura y rodaje de este relato familiar que pone el foco en la dura realidad de una forma de campesinado tradicional que parece tocada de muerte.
La aparición impactante de esta creadora en nuestras vidas con Verano 1993 (2017), fabulosa ópera prima donde desnudaba su infancia marcada por la muerte de sus padres por culpa del maldito sida, prestó la atención de todos en que vendría después. Podríamos decir que aquella vocecilla que, como un fantasma molesto, se le aparecía a menudo, imaginando posibles reacciones ante su segundo largometraje, susurrando "Verano era mejor, Verano era mejor", ha pasado a mejor vida. Las expectativas se han visto superadas con el triunfo en Berlín ("no me lo podía imaginar, en absoluto", afirma), que llegó gracias a un relato que, desde las particularidades, desde su carácter muy local, se convierte en universal. Inspirándose en la experiencia de parte de su familia materna, agricultores con campos de melocotoneros en un rincón de Lleida, Carla Simón ha construido una historia emocionante y luminosa, sutil y desbordante, conmovedora y empática, triste y llena de naturalistas pequeños detalles que le dan verdad y vida.
El conflicto dramático del filme nace cuando Pinyol reclama lo que es suyo: él es el dueño de los terrenos que los Solé han cultivado desde la posguerra, después de un pacto firmado con un apretón de manos de manos en aquellos tiempos en que un apretón de manos de manos significaba alguna cosa. El rendimiento económico de los árboles frutales está lejos de lo que prometen las placas solares y las energías renovables. Así, los Solé ven amenazada su forma de vida mientras intentan sacar adelante su última cosecha. En este sentido, Alcarràs habla sobre las fragilidades de las relaciones en un núcleo familiar, y de esto todos sabemos, porque familia tenemos todos. El pequeño gran milagro de la película es construir una familia con actores naturales, gente sin ninguna experiencia delante de la cámara, ni encima de un escenario (la única excepción es Berta Pipó, hermana de la directora y actriz profesional que interpreta a Glòria, la tía que vive en Barcelona).
Actores naturales, el gran reto
El titánico trabajo de casting, dirigido por Mireia Juàrez y con presencia constante durante todo el proceso de la propia Simón, duró un año. Para las pruebas (una de ellas tenía que ver con la relación con la tierra de los que se presentaban) pasaron centenares de los más de 9.000 aspirantes de la comarca que quisieron experimentar la posibilidad de hacer cine. Y, una vez escogidos los protagonistas, la preparación incluyó cuatro meses de ensayos de los intérpretes con la directora: "Alquilamos una casa y nos juntábamos para crear las relaciones entre ellos, las dinámicas, se lo tenían que creer. No podías llegar al plató y decirles: tú eres su mujer, tú eres su hijo..."
Carla Simón: "No tenía ningún sentido contratar a alguien para impostar el acento de aquella zona de Lleida o hacerlo aprender a llevar un tractor"
"¡Era un riesgo y una movida!", exclama Carla Simón: "Por un lado, por el tono que yo buscaba, trabajar con actores naturales era una apuesta necesaria. Y no es que me cerrara a la posibilidad de contar con intérpretes profesionales, pero se trataba de encontrar las mejores opciones para explicar la historia. Sí tenía claro que no tenía ningún sentido contratar a alguien para impostar el acento de aquella zona de Lleida, o hacerlo aprender a duro un tractor, hacer una mezcla así era ridículo", explica. Y continúa: "Decidimos asumir el riesgo, porque al final pienso que cuando encaras un nuevo proyecto está bien tener una cierta sensación de no saber como hacerlo. Es importante tirarse a la piscina aunque un proyecto parezca muy difícil, y después quizás te maldices, cuando estás en pleno fregado y piensas por qué te has metido en este lío. Fue complicado, pero compensa muchísimo", apunta entre risas.
Dudar o no dudar, este es el dilema
Abrimos otro melón, el de las dudas que genera un trabajo tan complicado como dirigir una película. "Yo vivo con una contradicción enorme: me gusta ser muy precisa en la preparación del trabajo, tengo una gran necesidad de control, pero al mismo tiempo me gustan las películas que, cuando las ves, te dan la sensación que las cosas pasan en la pantalla por casualidad, en las que no se adivina ningún control. Y es muy chungo vivir así, porque las dos parecen no encajar", ríe Simón. Los resultados de Alcarràs lo desmienten: "A través de mucho control hemos conseguido que parezca que no haya".
Sobre estas dudas, la cineasta deja una reflexión bien interesante: "Estamos muy acostumbrados a que en el cine sean hombres los que lideran. Ahora me ha pasado menos, pero con Verano 1993 lo viví de una manera más intensa: cuando diriges y tienes dudas, lo primero que piensan es que no sabes qué estás haciendo. Y sí, sé qué quiero conseguir, pero, para mí, la duda forma parte de la búsqueda: cuestionarme las cosas, hablarlas, discutirlas, escuchar... Esta actitud, la primera semana de rodaje, resulta muy chocante. Y para mí es una forma de liderar equipos mucho más femenina que masculina, aunque me gustaría que la duda pudiera ser también masculina. Hay que romper con estos patrones absurdos, porque estoy convencida de que también hay mujeres que trabajan con las cosas clarísimas y muchos hombres que dudan. Pero en cualquier caso, en los equipos de rodaje hace falta un poco de educación en este sentido. En Verano 1993 sufrí esta sensación, y flipo, y me enfada mucho", y vuelve a reír.
Carla Simón: "Me gustaría que la duda pudiera ser también masculina"
Con el reparto completo (formado por nombres que quizás nunca más volveremos a ver en una pantalla, por eso vale la pena dejarlos por escrito: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin, Xènia Roset, Albert Bosch o Ainet Jounou), la directora ha hecho magia, manteniendo la intimidad de Verano 1993 pero cambiando la mirada de aquella niña de ojos grandes para multiplicar los puntos de vista: "La pluralidad era una buena herramienta para expresar cinematográficamente qué quiere decir formar parte de una gran familia. Ampliar los puntos de vista fue un reto enorme, ha sido un trabajo muy exigente desde el guion, pero también en las decisiones de rodaje; por ejemplo en el lugar donde pones la cámara en cada momento, según la mirada que domina la escena. Y después el proceso de montaje, donde todo se reformula," apunta Simón, y sigue hablando del texto, coescrito por Arnau Vilaró. "En algún instante pensaba en el guion como una armadura, porque el rompecabezas había sido complejo de resolver, y después descubres en la sala de edición que pueden aparecer nuevas conexiones, siempre coherentes con la idea inicial, que tenía que ver con un relevo emocional entre los personajes protagonistas".
El catalán, una lengua internacional
El Oso de Oro y la atención internacional que ha despertado Alcarràs desmiente todos los tópicos sobre que una lengua tan amenazada como el catalán no pueda viajar por todas partes con toda normalidad. Eso sí, un porcentaje de las 169 copias que el viernes se estrenarán en todo el estado español (70 de ellas en Catalunya) llegará doblado, un hecho que la directora acepta de mala gana, sabiendo que lamentablemente es la única forma que llegue a un público no acostumbrado a pisar salas en versión original. En todo caso, y a diferencia de otras producciones catalanas que, ya sea por falta de convicción o por falta de ayudas estatales, no apuestan por el catalán, para Carla Simón eso nunca se puso a debate.
Carla Simón: "Había gente que descubría la existencia del catalán gracias a Verano 1993; y esta es la función de la cultura, mostrar ciertas realidades que de lo contrario serían desconocidas"
"Para empezar, hacerla en catalán, y concretamente con la variante que se habla en aquella zona de Lleida, era una elección absolutamente natural, en ningún momento nos planteamos otra opción", explica. "Ya lo percibí con Verano 1993, lo entendí cuando en festivales o proyecciones internacionales se me acercaban y me preguntaban por la lengua de la película, que no identificaban como castellano, y yo les explicaba que el catalán era la lengua que se hablaba en Catalunya. Me di cuenta de que había gente que descubría la existencia del catalán gracias a la película. Y esta es la función de la cultura, mostrar ciertas realidades que de lo contrario serían desconocidas," dice la directora.
En el Festival de Berlín, la directora compartió la experiencia de formar parte de la Sección Oficial con Isaki Lacuesta, que presentaba la magnífica Un año, una noche, sobre los atentados en la Sala Bataclan de París. Rodada en francés y en castellano, con algunos momentos de catalán, la acogida de la película de Lacuesta, aunque sin premio, demostraba el momento dulce de la creación cinematográfica catalana de autor. Los dos cineastas tuvieron tiempo de charlar sobre las dificultades de levantar proyectos como estos.
Y así lo explica: "Hablamos mucho con Isaki de la falta de inversión en la cultura en general, sobre como cuesta levantar el cine de autor, como cuesta tener presupuestos dignos... Tanto la suya como la mía son pelis financiadas en coproducción, la suya con Francia y la mía con Italia, con presupuestos más altos de lo que es habitual. Y eso demuestra que con inversión puedes llegar más lejos. ¿Es por el dinero? En nuestro caso, el presupuesto nos ha permitido tener la preparación que necesitábamos. ¿Que eso repercute en que las dos pelis participen en competición oficial en un festival de clase A? No lo sé, pero sí ayuda a que, como cineastas, podamos desarrollar nuestras ideas sin renuncias. En Verano 1993 estas renuncias eran diarias, fue durísimo, y muy frustrante, porque acabas el trabajo y piensas... muy bien, pero yo quería otra cosa que no es a la peli. Y eso pasa por trabajar desde cierta precariedad, que suele acompañar a la cultura. ¿Cómo es posible que no nos demos cuenta? ¿Qué nos falta para creérnoslo? Y me da pena, porque hablan y te dicen que blablabla, pero a la hora de la verdad..."
Carla Simón: "España no cree en el poder de la cultura, y no hablo sólo del cine; da mucha pena que no se lo crean"
El periodista cuestiona entonces si España no cree en el poder de la cultura: "No, no cree. Y no hablo sólo del cine. Pero fíjate todo lo que sabemos gracias al cine de Francia o de los Estados Unidos. Cuando visité Japón, sentía que ya había estado allí, y eso es gracias al cine. La cultura, el cine, tienen tanto poder... son la cara de un país. Y da mucha pena que no se lo crean". Alcarràs llega por fin a las salas, pero no es atrevido afirmar que la triunfal carrera de fondo de la película no ha hecho más que empezar. Y mientras saborea estas primeras etapas de la película, y a un par de meses de ser madre, la cineasta no quiere pensar mucho en un horizonte brillante en forma de nominación a los Oscar. Nosotros no tenemos ninguna duda, id apuntando nuestro pronóstico.