Alto y delgado como un alambre, con barba de capitán Ahab, gorra marinera y pipa. Un auténtico lobo de mar. Así ha quedado para la historia la imagen del editor, político y escritor Carlos Barral Agesta (1928-1989) y su amor por Calafell. Allí pasó largas temporadas, navegó, escribió, se casó e hizo largas tertulias con sus amigos.

Carlos Barral en la playa de Calafell

La historia de esta relación, sin embargo, es antigua y legendaria. La misma Garrafa explicaba en un reportaje de TVE como su padre, el dibujante e inventor Carles Barral Nualart llegó en Calafell en pleno temporal de levante, en abril de 1925. Pescador de altura aficionado, quedó impresionado por la acogida de los pescadores, en la que entonces era la playa con más madera de la costa de Tarragona.

Escritor de libros de divulgación marina con el seudónimo de Capitán Argüello, Barral padre se enamoró de la población marinera donde su hijo pasó su primer año, con sólo un mes de vida. Para Barral, Calafell sería para siempre el mito de la infancia feliz.

Calafell, el otro pueblo marinero de la Gauche Divine

Además, el vínculo estrecho entre Calafell y Carlos Barral hizo que este lo considerara siempre el paisaje de su literatura. Poeta, memorialista y narrador en castellano, Barral escribió en catalán Catalunya des de el mar, un viaje imaginario basado en sus travesías en barca, escrito en la lengua de los marineros de Calafell.

Carlos Barral y Juan Marsé en Calafell

El vínculo tan estrecho con Calafell hizo que el año 1954 se casara en este pueblo del Baix Penedès con Yvonne Hortet, hija de una familia burguesa barcelonesa, y a lo largo de los años invitara a sus amigos de la generación literaria de los cincuenta, como Jaime Gil de Bieda, José Agustín Goytisolo, Anna Maria Moix o Juan Marsé, que también acabaría pasando los veranos en esta población marinera y ambientaría su novela La muchacha de las bragas de oro en esta población.

Esta presencia de escritores y artistas atraídos por la personalidad de Barral acabaría haciendo que Calafell fuera para los miembros de la mítica Gauche Divine una especie de alternativa a Cadaqués. De hecho, aquellas largas tertulias con los amigos hicieron que Yvonne acabara abriendo su propio bar, La Espineta, con nombre de antiguo plato marinero hecho a base de espina de atún, y por donde pasaron nombres tan consagrados de la literatura como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards o Guillermo Cabrera Infante.

Una antigua tienda de pescadores que se puede volver a visitar

Como Capitán Argüello bautizarían los barcos padre e hijo, que a partir de la muerte del primero mantendría el recuerdo mítico de su padre, amigo y compañero de aventuras de los pescadores de un Calafell que iría destruyendo la industria turística y la pérdida de la pesca y de la cual Barral acabaría ocurriendo el último guardián de la memoria de la vieja villa marinera desaparecida.

De hecho, la tienda de pescadores tradicional que su padre adquirió y donde instaló una gran tribuna de madera, se convirtió en un testigo del pasado cuando fueron desapareciendo estas construcciones, pero también el refugio de la colección de los tesoros, inventos y utensilios de pesca paternos. Adquirida por el Ayuntamiento de Calafell y convertida en Casa-Museo Carlos Garrafa, ha sido cerrada por reformas y acaba de reabrir convertida en un espacio de recuerdo y divulgación de la obra y la figura del viejo lobo de mar que ya no subió el ancla del Paseo Marítimo de Calafell. La Espineta, la taberna donde los escritores más noctámbulos acababan todas las conversaciones, también reabrió después de que la familia la traspasara.

Casa-Museo Carlos Barral, en Calafell