Es enternecedor ver de qué manera las casas se parecen a sus dueños. Siempre me ha gustado observar hogares ajenos: repasar sus recovecos, saber de qué color son las sillas o qué hay en los estantes, intuir el desorden escondido bajo la alfombra de forma precipitada. Me aboco a las viviendas de otros como si abrir esa puerta fuera también destapar el alma y ser testimonio del acto de solidaridad más grande del mundo. La casa de Carlota Gurt es pequeñita pero luminosa, anárquica y llena de vida. Y, sobretodo, es un piso muy leído. Hay libros en la estantería, encima de la mesa, revolcados por el sofá, y apuesto a que también escampados en la mesita de noche, aunque esto último no puedo asegurarlo. Es catastróficamente bonito saber que, si un día cayera una bomba en Barcelona, a esta escritora la sepultarían los libros.

Carlota Gurt nos recibe descalza y así seguirá hasta que nos despidamos en el rellano, pero no es una mujer que pase de puntillas por la vida. Es una tipa natural y sin pelos en la lengua que expresa el desastre interno como quien pela patatas, restándole transcendencia al caos, la destrucción y el desastre, y que minimiza su huella literaria porque, afirma, le cuesta valorar su propio trabajo. Sin embargo, es una de las autoras más esperadas de la reentrada de septiembre y su nueva obra una de las apuestas más cotizadas. Su escepticismo humilde e impostor choca apresuradamente con la realidad que la ha categorizado como una de las grandes voces de la literatura catalana de su generación. En 2021 publicó Sola (Proa), una primera novela en la que exploraba el salvajismo de una mujer que se refugia de una vida apática en el bosque, y ahora vuelve a las estanterías con Biografía del fuego (Libros del Asteroide), una recopilación de cuentos —traducida al castellano por ella misma— en los que, mayoritariamente, la protagonista es la incertidumbre que abraza Gurt desde hace tiempo. 

Foto: Montse Giralt

Alertas al principio del libro: "Yo de ti me leería los cuentos por orden y no más de dos seguidos".
Hay algunos cuentos que están ligados. Si lees uno antes que el otro, los ecos que te provocan son diferentes. No quiere decir que no se puedan leer independientemente, pero creo que es mejor. Están pensados en un orden concreto para que no coincidan dos primeras personas, cuentos que se parecen o para que después de uno oscuro me venga uno luminoso. Y eso de limitarlo a dos es porque la gente se empacha. A la gente le cuesta leer cuentos porque los lee como una novela. Tú te lees cinco y se te queda todo dentro de la cabeza como un amasijo. No puedes ni diferenciar personajes. Los cuentos se tienen que dosificar.

¿Por qué Biografía del fuego?
Siempre se había llamado Y raramente, la muerte, pero la gente me decía que daba la idea de ser más trascendente de lo que es. Biografía del fuego reunía un par de cosas que aparecen en el libro. Una es la idea de la catástrofe, de los fuegos, las avalanchas y los Chernóbils; y la otra que explica algunos elementos autobiográficos. Aunque no sea autoficción, todo lo que escribo siempre acaba viniendo de las cosas que vivo. Pensé que Biografía del fuego era la historia de cómo se crea y qué pasa después de una catástrofe. Dentro de la recopilación hay unas cuantas emociones y una, claramente, es la angustia. También está la impotencia. El estado de vulnerabilidad con el que te deja la incertidumbre, que no sabes qué te pasará.

Si escribo sobre la incertidumbre es porque yo tenía una vida, me la cargué y de golpe me encuentro en esta situación de "tenía un plan y ahora mi plan se ha ido a la mierda"

Algunos personajes se dejan llevar por la esperanza y otros por el pesimismo. ¿Hay una buena manera de tomarse las cosas?
La vida no es unívoca. Todo tiene muchas caras. Hacer un libro que solo represente una cara de la vida es un poco engañoso. La incertidumbre es eso: los millares de posibilidades que se abren delante tuyo. Algunas son formidables y otras son terroríficas. Supongo que nos cuesta conectar con lo que queremos y que intento romper con la idea de que las catástrofes son malas.

¿También para ti misma?
Cuando escribo un libro, lo escribo desde mi momento vital. No puedo decir que me han pasado muchas cosas pero que escribo un libro que no tiene nada que ver conmigo. Si escribo sobre la incertidumbre es porque tenía una vida, me la cargué y de golpe me encuentro en esta situación de "tenía un plan y ahora mi plan se ha ido a la mierda". ¿Y cuál es el plan, ahora? Este caminar sin plan está muy bien porque puedes hacer el plan que quieras, pero al mismo tiempo es terrorífico. Y es desde aquí que lo escribo. Escribo sobre las cosas que, de alguna manera, me están preocupando o me inquietan. Escribir es una manera de poner orden a las cosas que me digo.


Subrayo una frase del libro: "¿Qué hay de ti en lo que escribes, blàblà? La literatura tiene que tener valor por sí misma: no por el autor que hay detrás". ¿Te molesta que se busque comparar tu literatura con tu vida?
Me molesta relativamente. También pienso que es inevitable, ¿no? La gente se pregunta y siempre hay una especie de curiosidad morbosa por el otro. Es una curiosidad humana y no tiene por qué ser mala. Lo que me preocupa es pensar que mi literatura no tenga valor y lo que se lo dé sea mi persona. Eso es lo que no me gusta. Querría que el libro funcionara por sí mismo sin mí o sin que yo estuviera detrás dando explicaciones.

¿Es por eso que utilizas tanto la metáfora, para escudarte?
No, las utilizo porque las metáforas me asedian. Voy por la calle y veo metáforas. Ahora en casa tengo problemas de aguas, los depósitos de agua y la cadena empezaron a rebosar, todo el día tengo que tener el agua cerrada. Y yo veo una metáfora. Es como si la vida fuera un tipo de sueño. ¿Sabes cuándo sueñas y te despiertas preguntándote por qué has soñado lo que has soñado? Pues de alguna manera la vida me la tomo igual. Pienso: ¿por qué está desbordando agua y yo tengo que ir a cerrarlo todo? Y entonces tengo la sensación que estoy cerrando mis grifos. La metáfora me va bien. En otro cuento sale una torre eléctrica sin hilos. Un día iba por la calle y vi aquella torre inmensa, que dices: qué cosa tan inútil. Es la sensación de haberme cortado los hilos y haberme quedado allí esperando encontrar una utilidad para mí misma.

Me da miedo el alzhéimer, la pérdida de la identidad; continuar vivo pero, en realidad, estar muerto

Aparecen muchos pájaros y muchos vehículos, en el libro.
Me pasé muchos meses soñando con vehículos. Hoy he soñado con vehículos y ayer también. Yo sueño cada día, tres y cuatro cosas, desde hace años. No hay ningún día que no sueñe, y siempre unas cosas muy elaboradas. Y cuando tengo sueños repetitivos, me detengo: ¿por qué estás soñando esto? Y decidí que era porque no sé hacia donde voy ni como voy. Y los pájaros evocan un poco la incertidumbre, que te deja en este estado de fragilidad y de estar expuesto, y los pájaros son bastante frágiles, son cuatro huesos y pesan muy poquito. Me gustó la idea de tener un par de leitmotivs que se fueran repitiendo.

La vejez también sale varias veces. ¿Te obsesiona el paso del tiempo?
No me da demasiado miedo la vejez. Lo que me da miedo es el alzhéimer. Mi madre lo tiene y es terrorífico. Tienes este tipo de sombra del alzhéimer que se te acerca y de golpe piensas: ¿ya debe haber empezado? Porque cuando empieza, empieza muchos años antes, y es una cosa devastadora. Cuando voy a ver a mi madre, pienso: hostia, acabar así. Lo que me da miedo es eso, más que el paso del tiempo o el hacerse mayor. Ni la muerte particularmente es que me dé mucho miedo, pero sí la pérdida de la identidad. Continuar vivo pero, en realidad, estar muerto.

¿Te hace pensar más en el presente?
Cuando la voy a ver la sensación es que cuando salgo de allí no hay ni presente ni hostias, es un murámonos ya. Porque piensas: qué utilidad tiene la vida, ¿no? Pero sí, supongo que el presente es el refugio. Lo único que puedes hacer es aferrarte al presente. Pero cuesta.

Foto: Montse Giralt

No sé si nos hemos olvidado una pizca del contacto con el otro.
No creo que antes las relaciones en general fueran mejores. En la época de mi madre no había ningún tipo de comunicación sobre las emociones. En mi casa no se había hablado nunca y ahora se habla. Lo que sí que hay es un individualismo más exacerbado. Está claro que cada vez pensamos más solo por nosotros y por lo que necesitamos, y nos cuesta más empatizar con el otro o confiar. Yo creo que hay una crisis de confianza en el otro. Tenemos esta sensación de que el otro es una posible fuente de daños. Y quizás la gente actúa con más precaución. Pero creo que se habla más abiertamente de todo.

Por Whatsapp.
Tenemos que reinterpretar las relaciones y constantemente nacen nuevas formas de relacionarse. Antes se hablaba por teléfono y ahora hemos pasado a los mensajes de audio. Al final acabas intercambiando pequeños monólogos en vez de diálogos porque no hay interacción en tiempo real. Eso es así. Supongo que de alguna manera hay esta sensación de que todo el mundo está muy solo. Todo el mundo se siente un poco aislado y, cuando estás solo, necesitas todavía más el amor.

El articulismo de diario está súper mal pagado, es vergonzoso

¿Te ganas bien la vida emocionalmente dentro del sistema literario catalán?
No sé como es ganarse la vida emocionalmente.

Estando satisfecha con lo que aportas y lo que recibes.
Siempre soy un poco escéptica con lo que hago, con unos ciertos problemas de autoestima literaria. Lo que hago es que, si los otros confían en mí, no darle demasiada importancia a lo que yo piense de lo que hago. Pienso que este libro es el que más me gusta de lo que he escrito y que es la primera vez que estoy un poco contenta de lo que publico. Con Sola lo que me digo es que es una gran primera novela, y eso me calma. Pero tampoco vuelvo mucho ni me lo releo.

En 2021 te decían "la nueva promesa de la literatura catalana". ¿Es contraproducente la etiqueta?
Para mí no es contraproducente porque no me afecta demasiado y, sobre todo, no me la creo. Cada septiembre hay unas cuantas nuevas promesas. No me condiciona a pensar que tengo que hacer una cosa buenísima porque todo el mundo lo está esperando de mí. En relación al sector, hay una sobrevaloración de la novedad. Siempre pienso: ¿por qué me hicieron caso a mí, cuando hay gente que hace 20 años que está escribiendo y seguramente lo hace mejor? Siento que no soy merecedora de la atención que me dan.


¿Y has conseguido dar respuesta a la pregunta?
Hay una necesidad de carne fresca. El ciclo literario cada vez se está acelerando más, cada vez hay más libros, y cada vez duran menos porque cada vez salen más novedades. No se da tiempo a hacer el suflé y que el libro suba. Últimamente tengo la sensación de que los libros no acaban de arrancar. Antes oías hablar mucho de algún libro y ahora salen muchos, pero no hay bastante tiempo de procesarlos porque vivimos inmersos en esta aceleración constante de todo. Y al final tienes esta sensación de que ahora te toca a ti. Pero es un poco vampírico: te chuparán la sangre y cuando te hayan sacado todo el rédito —no la editorial, sino la sociedad o los medios, etc— y ya todo sea repetición, porque uno no puede ser original cada día, necesitarán a alguien que no sea yo. Eso es lo que produce el sistema literario.

¿Qué más falla?
Yo creo que hay un problema económico desde el momento en que el sistema está funcionando a través del ego. Cada vez se publica más pero el público lector es el mismo; por lo tanto, las migajas son cada vez más pequeñas y cada vez se paga menos. Y después están las servidumbres de la promo. Es evidente que tienes que hacer promoción de tu libro, y forma parte del trabajo, pero después vas a un sitio y hay 5 personas y dices: estoy dedicando 4 horas gratis de mi vida a venir hasta aquí y el otro lado también tendría que hacer mejor su trabajo. También es inevitable que a los autores se lleven el 10%, pero se tendría que negociar mejor y tener un poco más de estructura gremial, que todos hiciéramos un poco más de piña. Y aquí todo el mundo mira por sí mismo. Todo lo que es articulismo de diario está súper mal pagado. Es que es vergonzoso. ¿Y por qué lo haces? Tienes un poco de proyección pero tienes esta sensación de expropiación, de que te están quitando tu vida para obtener beneficio otro alguien. También está el problema de que no se edita lo suficiente. Muchos editores no hacen demasiado su trabajo de edición, no hay un proyecto. Quieren vender libros, y es muy lícito querer vender libros, pero hay demasiada ansia comercial. Creo que se tendría que publicar menos y se tendría que mirar qué hacen otros países con literaturas pequeñas como la nuestra y que son económicamente sostenibles para los autores.

Foto: Montse Giralt

¿Hay élites dentro del sistema catalán?
Yo creo que en lugar de hacer piña hay unas cuantas capillitas, y la gente tiene mucha ansia de meterte en una. Yo siento que te empujan y te quieren meter en alguno de los sacos porque no les gusta que no estés. Y eso crea inseguridad. Es un problema de confianza. Hay mucho resentimiento en el sistema literario catalán. Tendríamos que hacer una especie de terapia colectiva.

¿Te autocensuras?
Hablando del sistema, creo que no. Creo que ya me odian todos los libreros y editores (risas). A veces las diría más grandes y lo rebajo un poco, porque soy un poco demasiado vehemente en general en la vida y quizás no siempre hace falta. A veces me inhibo hablando de ciertos libros de los que quizás en otros momentos habría dicho alguna cosa, y ahora no digo nada. De golpe te encuentras con que tienes una imagen pública y que a veces ya no te representas a ti misma, y es peligroso. Intento ser bastante honesta, defender las causas en las que creo y criticar lo que no me parece bien.

Hay mucho resentimiento en el sistema literario catalán

En 2019 hiciste un hilo en Twitter explicando tu Me Too personal. Acabaste diciendo "Y ahora me advierten por DM que publicar este hilo es un error. ¿Lo es? La verdad es que no las tengo todas". ¿Fue un error?
No, no, de vez en cuando lo retuiteo. Pienso que una vez al año lo tendría que hacer.

¿Y por qué crees que te dijeron que lo era?
Me dijeron que si me ponía así todo el mundo me vería desde la perspectiva de la víctima. Y creo que mi Me Too no es precisamente muy victimista, sino más bien de decir "mirad las cosas que pasan en el mundo". Además es un hilo con nombres y apellidos, y eso siempre está bien (risas).


Dos titulares antes de acabar. El primero: "La comprensión lectora ha bajado en Catalunya entre los lectores más jóvenes".
Creo que también ha bajado entre los lectores más mayores. Es una cosa general: la gente no entiende lo que lee. Los padres quieren que los niños lean cuando ellos no lo hacen, y eso es absurdo. Pero el sistema educativo es bastante penoso. Yo tengo tres hijos y cuando ves el nivel es para echarse a llorar. Primaria todavía se aguanta, pero lo que pasa con la ESO es catastrófico. También pasa que hemos cambiado nuestros hábitos, ya no leemos tanto y tenemos la atención dividida con los teléfonos. Estamos secuestrados. Aunque no estés haciendo nada, hay una parte de tu cerebro que está pendiente y hace que tu capacidad de atención sea mucho más pequeña. A mí me cuesta leer muchas horas seguidas y se supone que me dedico a ello. Y también tenemos un problema de imagen y de marketing: no tienes que leer porque se tenga que leer o porque haya lecturas obligatorias, tienes que leer porque es divertidísimo y porque descubrirás cosas maravillosas. El sistema educativo está pensando contra los chiquillos, no a favor de ellos. Aquello es un podridor de niños.

Los escritores tenemos que demostrar que la lengua sirve para todo y que el catalán es plenamente funcional

"El uso del catalán entre los jóvenes no pasa del 25% en la mitad de los districtos de Barcelona".
Barcelona es un feudo perdido. La presión lingüística y el problema de marketing con el catalán son muy bestias. Pero cuando sales de Barcelona y vas por Catalunya, la gente y la juventud habla catalán, con muchos castellanismos, pero no tanto como aquí, que es una debacle. No somos capaces de comunicar que el catalán es una lengua que sirve para expresarlo todo. Y si tú piensas que tienes una lengua que no sirve, ya me dirás qué haces. El Institut d'Estudis Catalans también tendría que ser más flexible. Los lingüistas que nos dedicamos a traducir a veces tomamos más como referencia el ésAdir aunque no sea normativo, porque entendemos que la cosa irá por aquí. No se puede luchar contra la evolución de la lengua; nosotros somos una evolución del latín y la lengua evolucionará. Y también los escritores tenemos un deber. Cuando escribes en catalán, hay un tipo de deber político. Incluso aunque no seas de la cuerda catalanista, desde el momento en que tú escribes en catalán hay un compromiso con la lengua. Y somos los escritores, pero también los periodistas o los que hacen ficción, los que tenemos que demostrar que la lengua sirve para todo, que se puede expresar todo, y demostrar que el catalán es plenamente funcional.

Foto: Montse Giralt