El 24 de agosto de 1963, Carmen Amaya (1918-1963) bailó por última vez ante el público. A pesar de la enfermedad renal que sufría y que se lo llevaría tres meses después, La Capitana –como era conocida esta artista gitana que actuar para|por Roosevelt y Truman en la Casa Blanca–, quiso ceder su arte en Begur, tomando parte en un festival solidario por recaudar fondos para iluminar el castillo. En el festival celebrado en la antigua fábrica Forgas asistieron dos mil personas, entre ellas Salvador y Gala Dalí. Carmen, con su generosidad proverbial quería agradecer en el pueblo ampurdanés el acogimiento dispensado desde que se había instalado en el Mas de Pinc.

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Cartel de la última actuación de Carmen Amaya

"No hay ningún trozo del suelo y mar más hermoso en el mundo"

La bailaora se enamoró de aquel caserón derribado con una torre de guiata del siglo XVII que había protegido a sus habitantes de las razias berberiscas gracias una fotografía que le había enseñado su representante. Antes, sin embargo, había pasado temporadas en el Hotel Llafranc, regentado por los hermanos Obispo, uno de los cuales, Manuel, sería bautizado por ella como "El gitano de la Costa Brava" en una insólita ceremonia. Fue reina de las fiestas de Palafrugell, donde fue retratada haciendo el saque de honor de un partido de fútbol y bailando sardanas. Ella misma declararía: "Soy catalana, nací en Barcelona y, porque lo soy, estimo este trozo del suelo. Esta Costa Brava, tan única, tan maravillosa. No hay ningún trozo del suelo y mar más hermoso en el mundo. Si. lo sabré yo, que he hecho la vuelta al mundo"!.

Bien cerca del mismo mar a raíz del cual había nacido y crecido, en el barrio del Somorrostro, hija de gitanos del Sacromonte granadino pero orgullosamente catalana, Carmen Amaya encontró la calma en Begur. Desde pequeña sufría una enfermedad renal y fue la frenética actividad sobre las mesas lo que le permitió alargar la vida, sudando las toxinas que los riñones no podían eliminar. En 1961 se instaló por primera vez en el Mas d'en Pinc, donde moriría el 19 de noviembre de 1963.

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Carmen Amaya bebent en porrón en su masía de Begur

La leyenda de la Capitana

En el Mas de Pinc, Amaya descansaba de sus viajes y giras y en 1963 había repuesto fuerzas después de actuar en Los tarantos, versión del drama de Romeu i Julieta situado en Barcelona y protagonizado por enamorados de familias gitanas rivales. La película, dirigida por Francesc Rovira-Veleta y que sería nominada como mejor película extranjera a los Oscar, se estrenó pocos días antes de la muerte del artista. También fue en Begur donde los fotógrafos Colita y a Julio Ubiña captarían los últimos meses de vida en algunas de las imágenes más icónicas.

Aunque Carmen Amaya ya no descansa eternamente en Begur, donde había sido feliz como había sido su deseo, ya que su viudo decidió trasladar sus restos a Santander, el recuerdo de su hija adoptiva continúa estrechamente vinculado a la villa. El día antes de su muerte, el Ayuntamiento bautizó su nombre el paseo que va de la ermita de Sant Ramon hasta el Mas de Pinc, que hoy es propiedad del Ayuntamiento y donde se puede visitar una pequeña exposición dedicada a la artista flamenca de fama internacional, que también cuenta con un monumento y se la recuerda con un festival de música que lleva su nombre.

El Begur de Vinyoli

No hay ninguna evidencia de que enlace a Carmen Amaya con uno de los nombres más destacados de la lírica catalana como es Joan Vinyoli (1914-1984), pero los dos tuvieron una estrecha vinculación con Begur.El poeta barcelonés, que había veraneado de pequeño en Santa Coloma de Farners, descubrió esta antigua villa marinera el año 1954 e hizo estancia cada verano, sin excepción, hasta 1978. Durante aquellos veinticinco años de veraneo, el poeta escribió y corrigió buena parte de su obra.

Joan Vinyoli

Joan Vinyoli en Begur

Los Vinyoli alquilaron varias casas durante aquellos veranos, y tenían como centro de encuentro con amigos y conocidos el bar Frigola. El poeta se empapaba del paisaje en sus paseos y confesaba en Foix su predilección por ver salir el sol desde el castillo de Begur. Desde El callat (1956), obras como Tot es ara i res (1970), Cercles (1979) o A hores petites (1981) no se pueden entender sin el experiencia de Begur. Él mismo dejó escrito: "el lugar importante y definitivo como centro de mis experiencias de todo orden, poético y vital, fue Begur".