"¿Cómo? ¿Quieres garantías? ¡No existen las garantías! ¡Y si alguien te promete garantías, está mintiendo! Quizás saliendo de este edificio te atropella un camión. ¡No hay garantías de llegar hasta mañana! No puedo tener control sobre Dios, ni siquiera creo en Dios. ¿Por qué estoy hablando de Dios? ¡No te puedo dar una garantía! Es ridículo"!. Hace unos cuantos años, en una entrevista en la revista Empire, Arnold Schwarzenegger recordaba esta furiosa queja de Paul Verhoeven en una reunión no muy amistosa que el actor austríaco y el director neerlandés mantuvieron con los ejecutivos de la productora Carolco.

El motivo del encuentro era una lujosa superproducción de 100 millones de dólares que estaba apunto de empezar a rodarse. Se tenía que llamar Crusade: el proyecto era una aventura épica que se vendía como una mezcla entre Espartaco y Conan, se habían construido enormes decorados en España para ambientarla, se había contratado a intérpretes como Robert Duvall y Jennifer Connelly, y supondría una nueva colaboración entre Carolco y Paul Verhoeven, después de éxitos como Desafío total (1990) o Instinto básico (1992).

José Menéndez dejó su puesto como ejecutivo en la discográfica RCA Records, para unirse al equipo directivo de Carolco

El resultado de la reunión, en un momento en el que la productora ya vivía una delicada situación financiera, derivó en la definitiva cancelación del filme. No sería el único proyecto finiquitado antes de tiempo en lo que se vería implicado Schwarzenegger con la productora: también pasó con una adaptación de Spider-Man en la que el actor austríaco tenía que hacer de Doctor Octopus. Carolco renunciaría a filmar Crusade, y, en una de aquellas decisiones que solo se entienden bajo la ingesta de media botella de güisqui, prefirió decantarse por La isla de las cabezas cortadas (1995), una mediocre película de piratas con Geena Davis que, no podía ser de otra manera, empezó con mal pie: Michael Douglas abandonó el trabajo, lo sustituyó Matthew Modine, el rodaje fue accidentadísimo, el barco gigantesco donde se rodaba parte del filme se quemó, el presupuesto se disparó y el descalabro se remató con un bestial fracaso de público. Carolco entró en quiebra y tuvo que bajar la persiana.

Ahora, la serie de Netflix Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez ha recordado la existencia de aquella exitosa, y desastrosa, productora de vida relativamente breve, que marcó el cine de los años 80 y 90. La cosa es que José Menéndez, asesinato por sus hijos (que también acabaron con la vida de su madre) y a quien a la serie interpreta Javier Bardem, utilizó su agresividad como negociador implacable trabajando en Carolco desde 1986 y hasta su muerte. Una buena excusa para rememorar el auge y caída de una empresa que hizo muchísimo dinero con películas como la saga de Rambo, Terminator 2 (1991) o Stargate (1994).

Capítulo 1: los orígenes

Carolco nace de la asociación de dos arrogantes y ambiciosos personajes sin muchos escrúpulos. El húngaro Andrew Vajna y el libanés Mario Kassar se conocieron en el Festival de Cannes de 1975 y enseguida congeniaron, gracias a compartir habilidades negociadoras y a su visión comercializando películas en mercados extranjeros. Pronto se asociarían y, el año 1976, fundarían Carolco.

Carolco nace de la asociación de dos arrogantes y ambiciosos personajes sin muchos escrúpulos. El húngaro Andrew Vajna y el libanés Mario Kassar

Uno, Andrew Vajna, se vendió una muy rentable empresa de pelucas para cumplir un viejo sueño y dar el salto al mundo del cine, empezando por la industria china, donde ya había hecho muchos negocios, y produciendo Deadly China Doll (1973). Fue llegar y besar el santo: con solo cien mil dólares de inversión esta película de artes marciales ganó más de tres millones, y Vajna se tiró a un exitoso periodo como distribuidor de cine chino en Europa. El otro, Mario Kassar, tenía vínculos familiares con el cine: el padre tenía una próspera compañía dedicada a la producción y distribución de películas en Beirut, y un joven Mario empezó a trabajar pronto.

Acorralado lo petó en la taquilla y Carolco daba el salto y se convertía en una empresa a tener muy en cuenta

¿El primer negocio que Vajna y Kassar hicieron juntos? Comprar los derechos de Los ejecutores (1976), una mediocre cinta italiana con Roger Moore, para revenderlos y triplicar el precio. ¡Viva el capitalismo! Y a partir de aquí empezaron a financiar filmes como El puente de Cassandra (1976), Ha llegado el águila (1977), Testigo silencioso (1978), Al final de las escaleras (1980) o Evasión o victoria (1981). Fue en esta futbolera película de John Huston cuando trabajaron con un Sylvester Stallone que ya era una estrella gracias a Rocky. Y, después de comprar de nuevo en Warner los derechos para adaptar la novela First Blood, pactaron con el actor un jugoso salario para protagonizarla, antes de tener los fondos necesarios para iniciar el rodaje. Con el nombre de Stallone como aval, un banco les dio el crédito que necesitaban. ¡Viva el capitalismo! Acorralado (1982) lo petó en la taquilla, y Carolco daba el salto y se convertía en una empresa a tener muy en cuenta.

Presentación de Instinto básico en el Festival de Cannes el año 1992. De izquierda a derecha: Jeanne Tripplehorn, Michael Douglas, Martine Tours, Paul Verhoeven, Sharon Stone y el productor Mario Kassar

Capítulo 2: Sly, Arnie y aviones privados. Cuando Carolco lo petaba

La segunda mitad de los años 80 y la primera de los 90 fue la edad dorada de la productora. Rambo (1985), la secuela, rebentó las ya buenas previsiones, y confirmó el camino a seguir: por una parte, una de las claves del triunfo empresarial residía en concentrar las ventas de sus producciones en el mercado internacional, en lugar de enfocarse solo en el territorio norteamericano, como hacía la gran mayoría de las compañías cinematográficas independientes.

Aparte de Stallone, Carolco contó con Mickey Rourke y Robert De Niro en El corazón del ángel, con Nick Nolte en Traición sin límites o con Arnold Schwarzenegger en Danko y, más adelante, Terminator 2 y Desafío total

Por otra parte, seguían la política de ofrecer mucho dinero a grandes estrellas, más de los que pagaban la mayoría de los estudios. "Son como niños grandes. Querían ir en jet privado y beneficios como guardaespaldas, mayordomos, comidas y casas especiales... Los tratábamos como reyes y los pagábamos como si fueran reyes", recordaría Mario Kassar en una entrevista muchos años más tarde. Así, aparte de Stallone (que se embolsó siete millones para repetir al personaje de Acorralado, y 16 por la tercera parte, una barbaridad comparada con lo que se acostumbraba a abonar a los actores); Carolco contó con Mickey Rourke y Robert De Niro en El corazón del ángel (1987), con Nick Nolte a Traición sin límites (1987) o con Arnold Schwarzenegger en Danko (1988) y, más adelante, a las ya citadas Terminator 2 y Desafío total.

Tan avispados eran para los negocios como manirrotos con las ganancias y excesivos con las celebraciones

Tan avispados eran para los negocios como manirrotos con las ganancias y excesivos con las celebraciones. Eran legendarias las fiestas que montaban, y sorprendían los estrenos carísimos con fuegos artificiales y limusinas, el uso de aviones privados (Schwarzenegger recibió uno como regalo, aparte de un salario de 14 millones y un porcentaje de las ganancias para hacer Terminator 2) y el reparto de generosos dividendos entre los accionistas. "Organizamos una fiesta en Cannes que no creo que se haya repetido nunca", explicaría años después Mario Kassar. "Llegué en un avión privado, quizás un 747, y llevé a muchos de los directores que habían trabajado conmigo: Adrian Lyne, Oliver Stone, Alan Parker... Fue increíble. Cuando aterrizamos, teníamos veinte o treinta Mercedes negros con las luces encendidas y después llevé todo el mundo al Hotel du Cap, donde todo el mundo tenía su propia suite. Toda la prensa mundial estaba allí. El mayor problema que tuve en la fiesta fue ponernos de acuerdo sobre quién de los dos entraría el último, si Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger. Al final, entraron juntos y todo el mundo se volvió loco. Esta fiesta costó un millón de dólares de la época".

Eran legendarias las fiestas que montaban, y sorprendían los estrenos carísimos con fuegos artificiales y limusinas, el uso de aviones privados y el reparto de generosos dividendos entre los accionistas

Con el abogado fiscal Peter Hoffman convertido en presidente de Carolco y hombre cada vez más fuerte dentro de la sociedad, Andrew Vajna empezó a sentirse incómodo. "Después de Rambo, estábamos tratando de convertirnos en un estudio importante. Pero sentí que esta era la dirección equivocada, y eso causó mucha fricción entre Mario, yo y Peter, que en aquel momento era la mano derecha de Mario. No estaba de acuerdo con el camino que querían seguir y Peter jugó con nuestros egos porque quería ser un socio más", explicaría un Vajna que se vendió su parte y, con 100 millones en el bolsillo, abandonó una nave que se acercaba a un naufragio inevitable.

Nada puede salir mal con un caballo, un cóctel Molotov y John Rambo

Capítulo 3: del descontrol al desastre

Ya mientras saboreaban los éxitos en la taquilla de algunas de sus apuestas principales, Carolco empezaba a tener serios problemas contables. Para poner un ejemplo, cuando Terminator 2 recaudaba más de 500 millones de dólares en las salas, la productora cerraba las cuentas con pérdidas de casi 100 millones, y sus acciones se desplomaban en la bolsa. Sin embargo, lejos de moderar gastos, Mario Kassar y Peter Hoffman seguían gastando más de lo que se tiene. Otro ejemplo: los tres millones de euros, todo un récord, que pagaron a Joe Eszterhas por el guion que después se convertiría en Instinto básico, un éxito, sí, pero pagado a precio de caviar iraní. Un modelo de negocio al estilo del Barça de Bartomeu.

Cuando Terminator 2 recaudaba más de 500 millones de dólares en las salas, la productora cerraba las cuentas con pérdidas de casi 100 millones, y sus acciones se desplomaban en la bolsa

Por cada triunfo en taquilla (el último sería Máximo riesgo, de nuevo con Sly Stallone), Carolco vivía un puñado de fracasos (como Águila de acero III o Chaplin, que, a pesar de premios y buenas críticas, no recuperó ni un dólar de su costosa inversión). Y llegamos de nuevo a la apuesta desesperada de La isla de las cabezas cortadas: todo al negro y la ruleta dejó la pelotita en el rojo. La película se despeñó en la taquilla merecidamente. Y Carolco, la productora independiente que durante una década actuó como si fuera un gran estudio, entró en una inevitable bancarrota. Kassar y Vajna volverían a asociarse y fundaron C2 Pictures, con el objetivo de resucitar la saga Terminator. La tercera entrega, rodada en el 2003, fue un éxito, pero los fracasos de filmes como Soy espía (2002) o, sobre todo, de Instinto básico 2 (2006), demostró que segundas partes, y hablamos de las asociaciones empresariales, nunca son buenas.

Kassar y Vajna volverían a asociarse y fundaron C2 Pictures, pero se demostró que segundas partes, y hablamos de las asociaciones empresariales, nunca son buenas

Andrew Vajna volvió a Hungría y fue parte activa de la reestructuración de la industria del país, ayudando a la creación del Fondo Nacional de Cine Húngaro que provocaría un éxito creativo con la aparición de cineastas premiados como László Nemes o Ildikó Enyedi. El productor moriría el año 2019. Mario Kassar, por su parte, no levantaría la cabeza con subproductos como Foxtrot Six (2019) o Z (2019). y Carolco quedaría para el recuerdo de una generación marcada por películas icónicas, pero también como una muestra de los excesos, sin juicio y con mucho arrebato, de una década que invitaba a alquilar jets privados y organizar fiestas con caviar, alcohol caro y vete a saber qué otras atracciones. ¡Viva el capitalismo!