Más allá de los aplausos unánimes y de una experiencia profesional bien bonita, el rodaje de Saben aquell le dejó a Carolina Yuste el dominio del catalán. La intérprete extremeña aprendió nuestra lengua para dar vida a Conchita, la primera esposa de Eugenio. Un año después del estreno del filme de David Trueba, Yuste acepta el reto de responder las preguntas de Revers en catalán. Ahora estrena La infiltrada (la película llega a las salas de cine este próximo viernes, día 11), o la historia real de Arantxa Berrade, nombre de guerra de una joven agente que, poco después de salir de la Academia de Policía de Ávila, fue reclutada para infiltrarse en el entorno abertzale, primero, y en el corazón de ETA después. Durante ocho años dejó su vida atrás, a la familia y los amigos, para crearse una identidad falsa y, haciendo trabajo de hormiguita, consiguió su objetivo: infiltrarse en el Comando Donosti.
La actriz interpreta a la protagonista de este thriller absorbente, rodado con pulso firme por la cineasta Arantxa Echevarría, la misma que, con Carmen y Lola (2018), convirtió a Carolina Yuste en una de las grandes sensaciones del cine español de los últimos años. No solo ganó un Goya, también vio cómo las ofertas se multiplicaban. Hoy ya disfruta de una filmografía con títulos como Hasta el cielo (2020), Chavalas (2021), Girasoles silvestres (2022) u otros filmes de Echevarría, como La familia perfecta (2021) y Chinas (2023). Y lo hemos visto también a series como Sin huellas o Las noches de Tefía.
Hace cosa de un año me decías que con Arantxa ibas al fin del mundo. Ya tenemos clara la primera razón para hacer la película. ¿Cuáles más había?
De entrada yo he hecho la película porque Arantxa me llamó y me dijo: "Cariño mío, ¿te metes conmigo en este embolao?". Ni siquiera me leí el guion y ya le dije que sí: "¡Voy contigo!". Y me apetecía hacer de policía, la verdad. Nunca había hecho un personaje de policía. Es una cosa que está muy, muy, lejos de mí.
¿Y una vez leíste el guion, qué retos viste?
Explica la historia real de una chica muy joven que dejó atrás su vida para estar durando ocho años metida en un lugar muy peligroso. No entendía muy bien cuál podía ser su motor para hacer una cosa así. Y supongo que no es lo mismo hacerlo en aquella época que ahora... Es alguien que tenía que tener mucha fuerza y un objetivo muy claro para entrar allí dentro. También era interesante el hecho de no saber muy bien quién era la persona y quién era el personaje. Un personaje de cara a ETA, pero también de cara a su entorno. Cuando piensas que su mejor amiga se quedó hecha mierda cuando se enteró de que era una infiltrada de la policía... Son muchos años, muchísimos, y muchas relaciones humanas con mucha gente. No lo sé, siempre nos quedaremos con las ganas de preguntarle qué pasó, porque tenemos las versiones de la policía y de sus amigos de aquel momento, pero no hemos podido hablar con ella. Y me pregunto si nunca dudó, si vivió momentos en los cuales no sabía muy bien en qué lugar estaba.
Me pregunto si nunca dudó, si vivió momentos en los cuales no sabía muy bien en qué lugar estaba
La infiltrada es un thriller absorbente, que te mantiene en tensión todo el rato. Pero también es un ejercicio de memoria histórica, de un momento no tan lejano, pero que las nuevas generaciones cada vez tienen menos presente.
El otro día, en una entrevista, una periodista me preguntó si conocía la historia de ETA. A ver, ¡tengo 33 años, pero he vivido en este mundo, claro que sí! Pero después me quedé pensando si la gente más joven lo tiene presente, si conocen la historia. Yo creo que es importante poder hablar, porque no sé hasta qué punto la gente está preparada para hacerlo. Cuando sobre la mesa está el tema de ETA, la gente se crispa mucho, y lo entiendo porque hay muchas heridas, y muchas víctimas. Y hay muchos relatos que no se han escuchado. Es un tema delicado, se tiene que tener mucho cuidado, porque hablamos de historias de personas reales, de verdad. Pero es importante hablar todo el rato de quiénes somos, de cuál es nuestra historia, porque|para que si no... no sé, la movida se repite. Y también pienso que es muy importante hablar para que haya paz y reconciliación. Yo creo en el perdón. Absolutamente. Y es verdad que hablo desde la distancia, porque tengo 33 años y nací en Badajoz. No me tocaba de cerca, aunque tengo familia que vivió en el País Vasco y tienen otra visión, y otra cosa en el cuerpo y en el corazón. Pero a mí me gustaría un mundo en el que sea posible entenderse y sea posible reconciliarse. Construir juntos un mundo mejor. Quizás soy superidealista.
Es que si no... ¡apaga y vámonos!
Claro, es que si no... Y dejar de usar todo eso como arma política. Supongo que todo lo es, pero me parece muy fuerte que se utilicen los muertos y las heridas de muchísimas familias como arma política. Tendría que ser una línea roja.
Hablamos de la historia real de una policía infiltrada, y creo que todos tenemos muy claro en qué lado estamos. Pero también es cierto que la película no evita hablar de la violencia institucional, de las torturas en las comisarías.
Es que es una realidad que todos conocemos, o sea, no está inventando nada. Evidentemente, la película habla desde el punto de vista de la policía, pero no se olvida de otras realidades. Y todos sabemos que había torturas, y hay juicios con sentencias que las condenan. Y sabemos de la existencia de los GAL. Sabemos en qué lado nos situamos, porque yo nunca estaré de acuerdo con una persona que lleva una arma y mata a otra, pero también tenemos que poder hablar de la violencia del Estado.
Nunca estaré de acuerdo con una persona que lleva una arma y mata otra, pero también tenemos que poder hablar de la violencia del Estado
Hay un momento en La infiltrada que me impactó mucho: el asesinato de Gregorio Ordóñez en el bar La Cepa del Casco Viejo de Donosti. ¿Fue una escena particularmente intensa de rodar?
Creo que rodamos un día que era una fecha significativa, no recuerdo cuál. Es fuerte porque estás rodando en el mismo lugar, el mismo bar y la misma mesa donde lo mataron. Y Arantxa tenía dudas sobre cómo rodar la secuencia del atentado de cara a la familia. Se la enseñó a Consuelo Ordóñez, la hermana, y estuvo de acuerdo en que se mostrara y en cómo se había hecho.
¿Y para ti? ¿Fue especialmente intensa?
No solo rodar esta escena. Recuerdo cuándo empecé a prepararme para el personaje. Leí muchísimos libros y vi documentales. Llegó un momento en que tuve que parar porque estaba siendo muy duro. Hubo un momento en que, justo antes de empezar, me dije a mí misma que me lo tenía que pasar bien con el trabajo. Obviamente, tienes que rodar comprometida, implicada con la historia. Pero no podía pasarme toda el rato sufriendo o sería agotador. Pero claro está, el día del rodaje del asesinato de Gregorio Ordóñez fue fuerte, sí. La energía del momento, la energía de la gente, todo se impregna.
Tienes como compañero de reparto a Luis Tosar, que hace el personaje de tu jefe y único contacto en la policía. El manipulador. ¿Qué tal ha sido rodar con él?
Es fuerte el nombre del trabajo que hacen los contactos de los infiltrados, eh... "¡Los manipuladores!". Tosar es el mejor (ríe). Es increíble, es muy bobo (ríe). No entiendo como todos los directores y directoras de este país no lo llaman para hacer comedia, porque es un hombre muy divertido. Y es increíble poder mirarse a los ojos con Luis. No hay que hacer nada, solo reaccionar.
Cuando veo tus interpretaciones me gusta mucho la sensación de naturalidad que me das. No sé cuánto hay de método y cuánto de intuición.
Es una suma, están las dos. Yo soy muy metódica, pero también tengo como una visión muy amplia de la secuencia o del personaje. Y a veces me dirijo a mí misma, pero no me gusta hacerlo. Por eso intento no ir al combo a ver qué hemos rodado, porque no quiero... ¡No quiero verme, ni de cachondeo! Es verdad que yo me preparo mucho y hago mucho trabajo previo, y pienso en los objetivos del personaje y de la secuencia y bla, bla, bla. Pero cuando llego al set, me olvido de todo: porque yo necesito vivir, y necesito poder reaccionar a lo que está pasando. Es que si no, me acabo dirigiendo a mí misma, y este no es mi trabajo. Me obsesiona principalmente que lo que hago tenga verdad, que el público se lo crea. También te digo que me gustaría mucho trabajar en otro código. Pero siendo verosímil, porque sí creo que puedes jugar a hacer una farsa, una comedia exageradísima, pero que siga teniendo cierta naturalidad y te lo puedas seguir creyendo.
Me obsesiona principalmente que el qué hago tenga verdad, que al público se lo crea
Alguna vez he hablado contigo sobre uno de los aspectos que más valoras a la hora de aceptar un trabajo: que se trate de proyectos comprometidos... ¿Cómo se aplica eso a La infiltrada?
A ver, ya te decía que si Arantxa no lo hubiera dirigido esta película, no sé si me habría metido en este embolado (ríe). ¡Porque es un tema! Y porque tienes que dar la cara y hacer promoción y hablar de una cosa que, según lo que expliques, sabes que te dirán de todo. Me lo habría pensado mucho más. Pero era Arantxa y con ella voy donde esté. Y repito, considero que es muy importante hablar de nuestra historia, y que los niños pequeños, en la escuela, tienen que saber... Yo flipo cuando me dicen que en la escuela no les hablan del franquismo, por ejemplo. Me parece fuertísimo. Pues pasa el mismo con ETA.
Está claro que el compromiso de un proyecto es importante, como también lo debe ser el poder pagar las facturas. ¿Cómo lo equilibras?
Ahora mismo me considero absolutamente privilegiada, porque puedo escoger y puedo pagar mi alquiler del mes que viene. Puedo equilibrarlo. No sé qué pasaría si no fuera así. Pero sí que tengo claro que no quiero hacer cosas que considero que son tóxicas, que considero que hacen daño al mundo. Lo pasaría fatal. Ahora bien, a veces también pienso: "Carol, baja". Porque tienes que vivir, tienes que estar bien, no puedes estar todo el rato en la lucha, porque es agotador. Pero es una línea fina. O sea, me encantaría hacer a cualquier personaje independientemente de si es bueno, o malo, o... Pero si el alma del proyecto, de la historia... No sé, imagínate que me proponen una película pronazi. Hombre, es que me dolería el estómago. El resto... Hay películas que son más banales, o menos, puedes ir jugando, también dependiendo de lo que te dure el privilegio. ¡Y claro que sí, viva la banalidad!
Tengo claro que no quiero hacer cosas que considero que son tóxicas, que considero que hacen daño al mundo
Nunca te has cortado a la hora de ser reivindicativa o defender públicamente las causas en las que crees. Y no sé si, conforme vas creciendo en la industria y te hacen más y más entrevistas, se te quitan las ganas de serlo.
¿De enviarlo todo a tomar por el culo y solo dar opiniones superficiales? Claro, claro que tengo ganas. Porque es agotador: "Ya sabemos que Carolina hablará de contenidos sociales, que será reivindicativa...". Y ya no es solo que sea agotador, es que hay momentos en los que no quiero hacerlo. Estoy aprendiendo. Y también quiero tener derecho a hacerlo mal, a ser incongruente, a cagarla, a relajarme con las exigencias y con... Porque es muy frustrante, cuando una es muy consciente del mundo en que vivimos, y a la vez sabes que no puedes hacer nada. Que la gente que sí puede está haciendo otras cosas y que al final tú estás renunciando a infinitas cosas, estás angustiada, estás con ansiedad, porque te duele, porque te hacen daño las cosas que pasan. Y nada está cambiando a fuera. Con eso no quiero decir que no tengamos que hacer cosas como seres humanos, pero tenemos los roles que tenemos, y al final yo soy actriz y tú eres periodista. Nuestra línea de acción es pequeña. Lo que yo puedo hacer es tratar de ser el más coherente que pueda, e intentar hacer las cosas un poco mejor.
Ganaste un premio en el Festival de Málaga como directora del cortometraje Ciao Bambina. Explícame este proyecto tan guapo.
Mi amigo director Afioco Gnecco es un hombre trans, y empezó su proceso de transición, y un día me dijo: "¿Grabamos esto?". No lo hice con la idea de ser directora, sino de acompañarlo en el proceso y de hablar de la masculinidad, de que significa ser un hombre. Me interesaba mucho porque yo, como mujer, he pensado mucho en qué significa ser una mujer, social y políticamente. Pero cuándo lo piensas a un nivel espiritual y emocional... Como si yo te pregunto qué es ser un hombre espiritual y emocionalmente. ¿La cabeza te explota, no? Porque no lo sabemos, sí sabemos el contexto y qué significa política y socialmente, pero por dentro... Y me interesaba mucho hablar de eso. Y también hablar de la amistad, y de acompañar en un proceso que es muy complicado, que da mucho miedo. Y decirle a la gente y a los niños pequeños que es posible estar rodeado de gente que te ame por lo que eres. También quería generar referentes en positivo, porque pienso que, cuando hablamos de estas cosas, a veces es todo muy oscuro... Y Ciao Bambina es un corto y ahora lo estamos ampliando a largometraje.
¿Y eso esconde que tengas ganas de dirigir o escribir tus propias historias?
Pues sí que me gustaría, sí. Me encantaría escribir mis historias, formar parte de equipos creativos, pero no sé si desde la figura de la dirección. Podría ser. También te digo que me gusta mucho mi trabajo. Ser actriz mola muchísimo, porque te da la posibilidad de aprender tanto, tantísimo, de lugares y de personas que tú nunca pensarías que te llegarían tanto. Y eso me parece precioso. Pero tengo 33 años. Ahora mismo estoy bien, me gusta mi trabajo, pero sé que quiero escribir mis historias y, probablemente, dirigirlas, sí.