"La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda", afirma el filósofo super-ventas Byung-Chul Han. No obstante, en el mundo actual se da una paradoja sorprendente: tenemos más herramientas que nunca para comunicarnos y descubrir cosas nuevas, pero vivimos completamente desconectados de lo que nos sucede y buscamos la respuesta en la realidad de los otros. Este fenómeno también empieza a percibirse en el mundo editorial porque cada vez más lectores quieren conocer la cuota de realidad que se esconde detrás de las historias de ficción de sus autores preferidos, al mismo tiempo que se preguntan qué partes están inventadas en las biografías de personajes célebres que parecen recordarlo todo sobre sus vidas excepcionales. El caso reciente de la novela El Factor Rachel de la escritora irlandesa Caroline O'Donoghue sigue alimentando esta cuestión a causa de los paralelismos que existen entre la autora y la joven protagonista de su exitoso libro (editado en catalán por Amsterdam y en español por Libros del Asteroide). Aunque en este caso la ficción supera la realidad por goleada. Hemos hablado con ella para conocer los secretos que se esconden detrás de este relato generacional ambientado en Irlanda durante los años de la recesión económica del 2008 y como su éxito le ha cambiado la vida mientras sigue tocando de pies en el suelo.
En la introducción del libro dices que todos tenemos en nuestro bagaje una gran experiencia vital que se puede convertir en un libro. ¿Qué te motivó a escribir esta novela de ficción tan biográfica?
Me encanta esta introducción porque la protagonista dice que nunca habría querido escribir un libro, aunque la experiencia nos muestra que lo acaba haciendo. Pero no se trata de un libro autobiográfico ni de unas memorias. Es gracioso porque ahora todo el mundo lee con el móvil al lado para buscar información sobre el autor. Entonces, mucha gente intenta descubrir qué encaja con mi propia historia y qué no encaja. La novela está inspirada en hechos reales porque yo tuve (y todavía tengo) un amigo que es gay, Ryan, y vivimos juntos en Cork. Pero el resto es completamente inventado. Creo que si escribes una novela sobre la amistad tienes que encontrarle muchas más cosas que simplemente dos personas que se apoyan y disfrutan de su compañía. Tienes que ir a buscar aquella parte de "culebrón" más dramática y aquí encontramos traiciones y abortos espontáneos. Son cosas que se acercan más al drama que a la comedia de situación.
Se trata de un pequeño milagro porque lo escribiste durante la pandemia en vez del libro que tenías apalabrado con tu editorial. ¿Te has planteado qué habría pasado si hubieras hecho lo contrario?
Tenía un contrato firmado para escribir un libro que se tenía que titular Clare, que era una historia oscura y satírica sobre las mujeres, el mundo del trabajo y la tecnología... un poco siguiendo el estilo de la serie Black Mirror. Vendí la idea de este libro en 2019, después escribí unos libros de literatura juvenil y mi editor, de una manera muy amable, me dijo: "Ningún problema, tómate el tiempo que necesites". Entonces nos encontramos con la pandemia. El mes de enero del 2022 tenía un borrador de 70.000 palabras para este libro que, supuestamente, tenía que entregar el mes de mayo. De repente me di cuenta que no lo podía acabar y que, si lo acababa, nunca lo podría defender ante la prensa. Además, me parecía muy extraño escribir un libro crítico hacia la tecnología en una época en la que el mundo y las relaciones personales se sostenían gracias a ella. En cambio, creo que El Factor Rachel es un libro más efervescente y, como bien dices, un milagro porque me ha cambiado la vida. No creo que el otro hubiera sido un éxito en términos de ventas ni de calidad literaria porque estaba fuera de encaje.
Éramos una generación que nos creíamos muy americanos porque podíamos hacer casi todo lo que queríamos
El libro se puede leer como un relato generacional sobre los jóvenes que vivisteis los efectos de la recesión económica del 2008 en Irlanda gracias a que hablas de la escena musical y del trabajo en los call centers de empresas tecnológicas.
Una de las cosas más interesantes de la escena musical en aquellos años era el declive de las ventas de CD y el auge de las descargas ilegales. Creo que se vivió una especie de época dorada musical, que se refleja en el libro. También era la época de Pete Doherty y Kate Moss, donde ya podías ver que la escena alternativa supuestamente peligrosa se empezaba a mezclar con la cultura de masas. Fue un momento excitante y la música era increíble. Creo que éramos una generación que nos creíamos muy americanos porque podíamos hacer casi todo lo que queríamos, emprender carreras artísticas y estudiar comunicación en la universidad, pero todo eso acabó con la llegada de la crisis económica porque los trabajos a los que podíamos acceder no eran los que nos habían "prometido". Recuerdo aquel momento porque parecía que el único trabajo que podías encontrar en Cork era en un call center. Yo nunca trabajé ahí, pero hablé con muchos amigos que sí que lo hicieron para poder escribir los capítulos que narran aquella experiencia de Rachel. Me dijeron una cosa muy curiosa: había dos máquinas expendedoras, una gratuita para bebidas energéticas y otra para snacks que se tenían que pagar.
Parece que el libro está inspirado por una época feliz de tu vida, aunque bastante complicada emocionalmente. ¿Podríamos afirmar que tiene una visión nostálgica?
Es un poco extraño porque mucha gente dice que tiene un planteamiento nostálgico. Pero, francamente, si le preguntaras a mis amigos o a mi marido, te dirían que soy la persona menos nostálgica de todo el mundo. Me envían felicitaciones de Navidad o de cumpleaños y, al día siguiente, las he tirado todas. Soy una persona que vive en el momento presente y que no se recrea en absoluto en el pasado. Si el libro ofrece una mirada hacia el pasado es porque todos recordamos las épocas que eran más fáciles de nuestra vida. El libro también se fija en los momentos difíciles y analiza el contexto, la cultura y la sociedad. Creo que Rachel es una persona que, durante mucho tiempo, se ha autoculpabilizado de cosas de su juventud que piensa que no había hecho lo bastante bien. Lo que nos está diciendo es: "De acuerdo, quizás la cagué con todas estas cosas, pero qué queríais que hubiera hecho si estaba en un país que me dice que está muy bien tener sexo, pero que no quiere saber nada del aborto". Había muchas contradicciones inherentes a la propia sociedad. Si el libro es nostálgico, diría que es una nostalgia diagnóstica.
Te has hecho famosa por tu trilogía de libros fantásticos dirigidos al público juvenil. ¿Cómo has vivido este cambio de registro como escritora?
Es muy interesante porque en el próximo libro volveré a la literatura juvenil, ya que me apasiona el género fantástico. Si quieres saber cómo veo realmente las relaciones entre adultos y si quieres saber qué pienso de Dios, de la muerte o del tiempo, lee mi obra para adolescentes porque creo que es precisamente cuando escribes dentro del género fantástico y en mundos completamente inventados cuando mejor pueden salir todos estos elementos. Es una lástima porque tengo la sensación que este género no está suficientemente respetado y no sé si la gente que lee mis libros para adultos leerán también mi vertiente de escritora fantástica. Incluso creo que mi narrativa es mejor en este género. Una de las diferencias más importantes entre los dos estilos es que los adolescentes quieren saberlo todo de cada personaje. Quieren saber el color del pelo, el color de los ojos o su altura, y quizás no hago tantas descripciones en mis libros para adultos.
La novela está ambientada en Irlanda, pero la has escrito cuando ya hace muchos años que vives en Londres. ¿Ha sido necesaria la distancia para poder hablar de ciertos temas?
Existe una larga tradición de autores que escriben sobre Irlanda después de haberse marchado del país. En mi libro hablo de la Irlanda del 2010, que es la que conocí. Creo que me resultaría difícil escribir un libro para adultos sobre la Irlanda contemporánea porque no la conozco de la misma manera, aunque soy consciente de que mucha gente me ve como una representante irlandesa porque he nacido allí. Pero nunca he tenido un trabajo con una oficina en Irlanda, nunca he pagado una hipoteca en Irlanda y no tengo elementos propios de la vida adulta en este país. De hecho, mi libro de literatura juvenil también están ambientados en la época adolescente porque no podría hablar de Irlanda con la vida de alguien que tenga treinta o treinta y cuatro años como yo ahora.
Ya se habla de la literatura irlandesa, sobre todo de la literatura femenina, como una categoría
Actualmente, el mundo literario está viviendo un fenómeno con las escritoras irlandesas. ¿Como valoras este momento de éxito y de popularidad que habéis conseguido?
Es fantástico. Nosotros acostumbramos a decir que si una cosa va bien para uno o una, pues va bien para todo el mundo. Ahora ya se habla de la literatura irlandesa, sobre todo de la literatura femenina, como una categoría. A veces he leído críticas que empiezan diciendo: "Me encantan las escritoras irlandesas". Y me gusta formar parte de este grupo. Si eso pasa, no es por casualidad. Es porque en Irlanda se invierte muchísimo en todo lo que hace referencia a cultura, literatura y arte. Por ejemplo, hay un sistema de becas y de ayudas no solo para escritores, sino también para artistas de todo tipo. El sistema no es perfecto y, seguramente, no hay dinero para todo el mundo, pero sí para bastante gente. Y si formas parte de un sistema donde el gobierno tiene en consideración este sector, eso te da más posibilidades de vivir como artista y también más confianza para empezar una carrera de estas características.
Empezaste el podcast Sentimental Garbage en 2018 para hablar de cultura popular, especialmente de ficción femenina. ¿Es una manera de alejarte de los quebraderos de cabeza de la industria editorial?
El mundo editorial y el podcast están más próximos de lo que puede parecer. Los temas de los que escribo y los temas de los que hablo acaban formando una especie de loop infinito. Muchas de las observaciones culturales que hace Rachel en el libro, sobre todo las relacionadas con las expectativas de las mujeres, el sexo o los programas de televisión, son temas que han aparecido en el podcast. Podríamos decir que el podcast es la lente a través de la que miro el mundo porque empezó con la voluntad de hablar de escritoras y creadoras muy comerciales, pero desde un respeto académico. No quería limitarme a decir que lo que hacían era realmente bueno, sino explicar por qué lo era. Creo que cuando hablamos de crítica cultural asumimos que hablaremos de cosas malas y existen mil maneras diferentes de explicar que una cosa no nos gusta, pero hemos perdido la habilidad de explicar que algo es bueno. Supongo que eso me hace buscar las cosas buenas que me rodean.