En el municipio de Sant Pere de Sallavinera, en el Anoia, se encuentra el castillo de Boixadors. Fue construido hacia el siglo XI, como parte de la línea de defensas de la Marca Hispánica, pensadas para frenar las incursiones del Califato de Córdoba. Desde 1971 ha sufrido varias obras de restauración y reconstrucción. Ahora, se ha finalizado una nueva fase de las obras, impulsada por el Servicio de Patrimonio Arquitectónico Local de la Diputació de Barcelona, con financiación suplementaria de la Generalitat y del Ministerio de Fomento que ha permitido retirar la valla de seguridad y dejar al descubierto el conjunto del castillo. El castillo está abierto al público los primeros domingos de mes, de 11h a 14h. Pero también se ofrecen visitas guiadas para grupos si lo acuerdan con el Ayuntamiento. Desde 2000, que empezaron estas visitas guiadas, ya han pasado por allí 14.000 personas. La próxima semana la Diputació inaugurará en Can Serra una exposición sobre sus intervenciones en obras de recuperación de patrimonio medieval: "El románico del tiempo de Oliba. Castillos, iglesias y monasterios restaurados por la Diputació de Barcelona".
Cerrando la Catalunya central
Boixadors está en un lugar privilegiado. Aunque se sitúa en la cima de una colina no muy alta, desde la torre del homenaje se contempla una gran extensión de terreno: Montserrat, la Mola, el Cadí, el Pirineo... Por su modestia, es obvio que Boixadors no era la llave de la Catalunya central, pero sí que era un eslabón del conjunto de fuertes que defendían los reinos cristianos frente a los musulmanes. En realidad, en días claros desde su torre se pueden avistar las torres de diferentes castillos de la zona. Probablemente de alguna forma se comunicaban mediante señales para advertir y frenar los ataques enemigos. Parece ser que toda esta estrategia fue impulsada por el abad Oliba, que también era obispo de Vic, diócesis de la que dependía (y depende todavía) Boixadors.
Lejos de Juego de tronos
En Boixadors no hay ninguna gran sala del trono, ni un inmenso patio de lizas, ni inmensas murallas que protejan de los enemigos. En cambio, tiene lo que más caracteriza un castillo: una discreta torre central circular, muy elegante. Y, a su lado, una pequeña iglesia, construida el siglo XI al abrigo de la fortificación (que incluso incluye una puerta reservada al señor del castillo). El resto del conjunto son casi ruinas, muy antiguas y muy usadas, pero de pequeñas dimensiones: la cisterna, la sala principal, el patio... Joan Closa, gerente de Patrimonio Arqueológico de la Diputación de Barcelona y ex arquitecto en jefe de la restauración de Boixadors, explica que en realidad, Boixadors nunca fue un gran castillo, como no lo fueron la mayoría de los castillos catalanes. Eran estructuras defensivas, pero no preparadas por combates multitudinarios, como los de las películas, sino para pequeños enfrentamientos entre partidas de los dos bandos. En realidad, no hay documentada ninguna gran hazaña bélica en el castillo de Boixadors. En otras fortificaciones próximas hubo luchas, asedios, resistencias... En Boixadors, que se sepa, no...
Rehecho una y otra vez
En realidad, se cree que al cabo de pocos siglos de ser construido, el castillo de Boixadors perdió sus funciones militares. Más tarde, durante mucho tiempo, sería una residencia señorial (las grandes ventanas que tienen algunas estancias se corresponderían más bien a esta fase). Y finalmente, se convirtió en una casa de campo, con su corral y su palomar. Cada cambio de utilidad fue asociado a grandes reformas del conjunto: la iglesia se amplió en un par de ocasiones; la distribución del castillo se modificó una vez y otra; estancias con uso militar acabaron destinadas al ganado... Un auténtico laberinto que los arqueólogos no siempre han podido desvelar: David Galí, jefe de la investigación para la reforma de Boixadors, confiesa que en este castillo hay "muchas fases de la historia que se pisan", y apunta que en algún caso ha sido imposible averiguar qué había originalmente en un determinado sitio. En 1947 el edificio, que estaba en muy malas condiciones, dejó de estar habitado. En 1970 la familia de los propietarios lo cedió al Ayuntamiento, con la condición de que lo restauraran. Pese a la falta de recursos (Sant Pere tiene apenas 150 habitantes), el pueblo consiguió salir adelante con la reforma gracias al apoyo de la Diputació.
Rehacer lo que está caído
En 1971 la Diputación de Barcelona hizo las primeras tareas de reforma de la fortificación. En 1975, Samaranch, siendo presidente de la Diputación, quiso convertir Boixadorso en un "Hostal Santo Jordi", una réplica de los "paradores nacionales" del Ministerio de Turismo a escala catalana. La propuesta no prosperó y el castillo volvió a quedar medio abandonado. En realidad, cuando la Diputación de Barcelona se volvió a enfrentar con la reforma, a partir de 2006, encontró el castillo con peligro de hundimiento y metido en medio de un bosque. La tarea de reconstrucción no ha sido fácil. Empezó con una tarea de limpieza del terreno y de documentación. A través de documentos, fotografías antiguas y testimonios orales se fueron obteniendo datos de cómo había sido anteriormente este castillo. Los arqueólogos también empezaron a documentarse y a intentar poner un poco de orden en una construcción marcada por las reformas constantes. Arqueólogos, arquitectos, historiadores, documentalistas y otros profesionales prepararon un plan para reconstruir el castillo con la máxima fidelidad a cómo había sido, pero sin anular ninguna de las diferentes capas del castillo. Por ejemplo, se optó por reconstruir, con piedra local y técnicas antiguas, la vieja muralla, porque en una fotografía de principios de siglo XX se veía muy bien. "Esta muralla no es el original, pero es la auténtica", explica Closa, quién comenta que una parte de la piedra procedía de la propia construcción. En el proceso de documentación arqueológica descubrieron un montón de niveles diferentes, que abrieron a los especialistas muchos interrogantes (algunos de los cuales no se han cerrado), pero también encontraron una pequeña joya: un juguete del siglo XIII o XIV: un pequeño pájaro de cerámica (no había ni túneles ocultos ni grandes tesoros). La restauración tuvo que optar por la imaginación: para permitir el acceso a la torre del homenaje, que se hacía mediante una escalera de cuerda, se habilitó una pasarela, y para sustituir las diversas escaleras en ruinas repartidas por varios niveles se construyó una larga escalera de caracol que permite acceder a los niveles más altos.
Recuperar para la población
La Diputació de Barcelona pretende que estos conjuntos patrimoniales no sean sólo un elemento de estudio para los historiadores, sino que también constituyan un punto de referencia en el territorio, con el que se identifiquen las poblaciones de los alrededores. En este caso, están muy satisfechos. En 2020, incluso, el obispado de Vic pidió volver a consagrar a la iglesia, y ahora se celebra una misa cada año. El alcalde de Sant Pere Llavinera, Maties Bosch, se muestra tremendamente satisfecho de esta obra y recuerda que en los pueblos pequeños, sin el apoyo de otras instituciones no sería posible conservar piezas artísticas de este volumen.. "Es su Taj Mahal", comenta Joan Closa, quién añade: "la gente de la zona ama este lugar". A pesar de todo, hay aspectos del castillo que se prevén mejorar: en una próxima campaña, cuando haya presupuesto, se querrían cambiar las viejas pasarelas, que ya tienen 20 años y empiezan a mostrar síntomas de deterioro.
Otra Edad Media
Demasiado a menudo se ha dado una imagen muy mítica de la Edad Media, derivada del cine de Hollywood o de las novelas de Walter Scott. La visita a Boixadors ayuda a romper con muchas ideas preconcebidas. En esta pequeña construcción cargada de historia se concentran varias capas de la historia catalana, a pesar de no haber destacado en los grandes hechos históricos que marcaron el país. Boixadors, además de ser un lugar fascinante con unas vistas memorables, es un escenario que permite acercarse a la microhistoria de un país marcado, durante siglos, por una población rural que vivía en pequeños lugares. Seguro que en Catalunya hubo muchos Boixadors, pero ahora no quedan muchos para visitar. Entender este espacio permite ver de otra manera la historia del territorio en los últimos mil años.