En catalán, popularmente, sobre todo en los pueblos, se hace referencia a las casas con la partícula ca: Vaig a ca l'Ignasi ('la casa de Ignasi') o Penso que ca la mare necessita obres ('la antigua casa donde vivía mamá'). A menudo designa un edificio independientemente de quién viva en él: cal Real és una casa de Escaladei (Priorat) y el apellido original era Rialp. Otras veces indica la família: Ha vingut la Maria de cal Fort. Además, tradicionalmente se decía Vaig a cal metge ('la consulta médica'). En Baleares y por Girona se dice Veniu a ca meua ('venid a mi casa'). Y en la mitad sur de la Franja catalanohablante de Aragón y las comarcas interiores de la provincia de Tarragona, la casa de la vila (el ayuntamiento) es ca la vila, como en Andorra la casa de la Vall (el antiguo parlamento) informalmente es ca la Vall.
Popularmente, sobre todo en los pueblos, se hace referencia a las casas con la partícula ca
Muchos establecimientos comerciales también llevan esta partícula antepuesta al nombre de la persona que regenta el negocio, como las fruterías de Valls (Alt Camp, al norte de Tarragona) ca la Irene y ca la Vicky. Pero pueden haber otras motivaciones. La fonda Ca la Manyana de Sant Julià de Vilatorta (Osona, entre la Catalunya central y Girona) era el taller mecánico llevado por un cerrajero (en catalán, manyà), pero su esposa (la manyana) ofrecía comidas a los clientes. En Manresa (Bages, en la Catalunya central) está el restaurante cal Spaguetti, porque su primer propietario era delgadísimo. Una antigua panadería de Banyoles (Pla de l'Estany, cerca de Girona) tenía su propio nombre, pero la gente la llamaba popularmente can Toca porque el panadero, para demostrar que el pan era del día, invitaba a la clientela a tocarlo diciendo "Toca, toca!" . Y can Tornem-hi (tornar-hi significa 'regresar') era el nombre popular de una pastelería de Badalona (Barcelonès) que tenía otro nombre oficial.
Ca nostra no retrocede, se expande
Esta partícula suele adoptar la forma cal (como cal Fotroi, casa de Anglesola, Urgell, cerca de Lleida, o Ca'l Pinxo, bar de Alaquàs, Horta, cerca de Valencia), que en Baleares es cas (como Ca's Pagès, restaurante de Santa Eulària des Riu, Eivissa), o can (como can Pic, masía de Viladrau, Osona, o ca'n Xoroi, finca de Fornalutx, Mallorca). En Valencia, en la Franja catalanohablante de Aragón y en el sur de Cataluña suele decirse sin artículo, como las casas ca Seuma (Saidí, Baix Cinca, cerca de Fraga) o ca de Joandó (Betesa, Ribagorça, entre Lleida y el Pirineo) o el restaurante Ca Manel (l'Alcúdia, Ribera Alta, entre Valencia y Xàtiva); tradicionalmente, también era así en el Camp de Tarragona: la antigua casa señorial ca Batistó aloja el museu de Alcover (Alt Camp, próximo a Reus), en Perafort (Tarragonès, próximo a Tarragona) se halla el restaurante Ca Vidal y la biblioteca de Valls (también Alt Camp) está situada donde había la antiga casa conocida como ca Creus.
Dicen que ca va perdiéndose. Si eso ocurre es por el modo como se enseña catalán en la escuela, donde difunden una lengua artificiosa y, por lo tanto, no tratan palabras populares, genuinas, arraigadas y utilizadas por doquier
Dicen que ca va perdiéndose. Si eso ocurre es por el modo como se enseña catalán en la escuela, donde difunden una lengua artificiosa y, por lo tanto, no tratan palabras populares, genuinas, arraigadas y utilizadas por doquier. Sin embargo, están surgiendo nuevos contextos, como las expresiones coloquiales ser can pixa ('desbarajuste', de pixar 'mear'), anar-se'n a can Pistraus ('echarse a perder'), can Fanga ('Barcelona') o de cal déu, de ca l'ample o de can collons ('gordísimo', literalmente 'de la casa de Dios / de la casa del ancho / de la casa de los cojones'). Y eso significa que la partícula ca no retrocede: se expande. Veremos esos nuevos usos en el siguiente artículo.