Las fallas y las hogueras de la noche de Sant Joan clavan sus raíces en una época remota (el neolítico) en las montañas del Pirineo y su significado está relacionado con el triunfo de la claridad —que simboliza la vida— sobre la oscuridad —que simboliza la muerte—. Esta tradición parte de un relato cosmogónico que quiere explicar el origen del universo y la comunión entre la especie humana y las fuerzas de la naturaleza, para transitar de un entorno especialmente hostil hacia otro que consagra la vida.