Sabadell, 20 de diciembre de 1956. Hace 68 años. Josep Maria Marcet i Coll, cabecilla local de la Falange y alcalde de la ciudad por nombramiento gubernativo, enviaba una misiva oficial al dictador Franco, jefe del Estado español desde el final de la Guerra Civil (1939); donde exponía, en veintitrés detallados puntos, la situación de marginación política, social y económica en la cual, consideraba, se encontraba inmersa Catalunya. Marcet, excombatiente en el ejército rebelde de Franco y amigo personal del dictador (cuando menos, eso proclamaba públicamente) se convirtió en un estrambótico altavoz de las reivindicaciones de Catalunya y en el testimonio de la existencia de una corriente catalán que hacía una interpretación propia y discrepante de la monolítica ideología nacionalcatólica del régimen franquista.
¿Quién era Josep Maria Marcet?
Marcet nació en Sabadell en 1901 en una familia de industriales textiles de la lana; y, en el transcurso de su vida, su actividad profesional siempre estaría vinculada a esta actividad. Pero lo que resulta especialmente interesante es su viaje ideológico. Según sus biógrafos, se inició en las Joventuts Mauristes (los conservadores del reaccionario Amasa durante los años del plomo del pistolerismo, 1919 – 1923). Después del golpe de Estado de Primo de Rivera derivaría hacia la Unión Patriótica (el único partido autorizado por aquel régimen dictatorial, 1923 – 1930). Posteriormente, con la proclamación de la II República (1931), discurriría hacia la Liga Catalana (la heredera de la Liga Regionalista durante la etapa republicana); y, finalmente, al inicio de la Guerra Civil Española (1936) desembocaría en la ultraderechista y españolista Falange.
La Guerra Civil y Marcet
Las peripecias de Marcet durante el conflicto civil español anunciaban los formidables choques que protagonizaría más adelante, cuando concluida la guerra (1939) empezaría una carrera política meteórica en el aparato gubernativo franquista, que le brindaría unos extraordinarios beneficios económicos. Sus biógrafos, de nuevo, explican que al estallido del conflicto civil español y de la revolución anarquista-estalinista en la retaguardia republicana; Marcet, probablemente amenazado por elementos incontrolados, huyó a la zona rebelde. En Burgos (sede del gobierno rebelde) se relacionaría con los escasos falangistas catalanes que se movían por aquellos cenáculos. Pero, por razones personales, no tardaría en enfrentarse a ellos violentamente y para evitar un consejo de guerra o, peor todavía, un tiro en la nuca; se escaparía al frente y se vincularía al servicio de información militar.
La posguerra y Marcet
Completada la ocupación franquista de Catalunya y concluida la guerra, Marcet volvió a Sabadell y fue nombrado delegado local de la Central Nacional Sindicalista (el único sindicato autorizado por el nuevo régimen); y poco después alcalde por nombramiento gubernativo (diciembre, 1940 – mayo, 1942). Sería entonces, sentado en el sitial de la alcaldía, cuando pondría en práctica todos sus recursos: organizó la visita de Franco a Sabadell (27 de enero de 1942) y brindó una apoteósica recepción al dictador; que le serviría para que Correa Veglison (gobernador civil de Barcelona) lo confirmara a la alcaldía (que ocuparía durante veinte años); y para que el general Asensio Cabanillas, ministro del ejército, firmara un pedido de abastecimiento con su fábrica por un importe de seis millones de pesetas (el equivalente actual a diez millones de euros).
Marcet, el omnipresente
Marcet dibujaría a la perfección el perfil del cabecilla civil del régimen franquista en Catalunya: delirante, narcisista, arrogante, cruel, vengativo y despótico. Durante los veinte años que dirigió la ciudad (1940-1960), desplegó todos sus recursos para abarcar todos los resortes de poder posibles: fue presidente del Centro de Deportes Sabadell, del Aeroclub de Sabadell y del Gremio de Fabricantes. Pero en este proceso de concentración de poder, empezaría a poner de manifiesto su particular divorcio con el discurso oficial del régimen. Sus biógrafos destacan que posicionó, activamente, a favor de la Compañía de Jesús (que tenía el apoyo de las oligarquías catalanas de tradición carlista) en la guerra sorda que esta orden mantenía con el Opus Dei (que había desembarcado en Catalunya con la bendición del régimen franquista).
La carta a Franco
Y estas discrepancias se pondrían especialmente de relieve con la carta a Franco. A finales de 1956, Marcet sumaba diecisiete años con la vara de alcalde en las manos y se sentía lo bastante reforzado para redactar y enviar una especie de Memorial de Greuges. Entre aquellos veintitrés puntos reivindicativos destaca la cuestión económica, pero en la orden de exposición, sorprendentemente prioriza el tema político. Así, en el punto 1 de aquella carta dice: "El problema de las autoridades: sistemáticamente se designa para altos cargos de Barcelona a persona sin arraigo en la población y en su gran totalidad no son naturales de ella". Marcet no se refería al alcalde Simarro Puig (de origen catalán). Pero sí que se refería al gobernador civil Acedo Colunga (de origen familiar andaluz). O al capitán general Sánchez González (también de origen andaluz).
Catalunya; territorio de colonización
En aquella carta Marcet insinuaba que el régimen franquista contemplaba Catalunya como un territorio de colonización y destacaba que, desde el final de la guerra civil (1939), ningún gobernador civil de ninguna de las provincias catalanas (máximas autoridades políticas); ni ningún capitán general de Catalunya (máxima autoridad militar); ni ningún presidente de las Audiencias provinciales catalanas (máximas autoridades judiciales); ni ningún arzobispo de Tarragona (máxima autoridad religiosa); eran de origen catalán. Marcet apuntaba que los catalanes no merecen la confianza del régimen franquista y, en el punto 2 de la carta, insistía diciendo que: "en los cargos políticos de la Administración española, raramente se tropieza con algún catalan; ni siquiera en lo sindical cuentan los catalanes entre los jefes nacionales, incluso en actividades radicadas en esta región”.
El verso libre
Las reivindicaciones políticas solo eran el entrante de aquel memorial. Con el tema económico y social (los veintiún puntos restantes de la carta), Marcet pondría totalmente al descubierto las diferencias que lo separaban (a él y a muchos como él) de la política que Franco practicaba con Catalunya; e incluso que lo distanciaban (a él, también, y en muchos como él) de las líneas maestras de la ideología del régimen nacionalcatólico español. En la entrega de mañana hacemos una exposición de estos sorprendentes veintiún puntos restantes —de reivindicación social y de agravio económico— que confirman que aquel falangismo de extracción catalana (pero de indiscutible ideología españolista) se había convertido en un verso libre que amenazaba la monolítica estructura del régimen franquista.