Empezaré equívocamente. Citaré a alguien sin relación aparente con nuestra protagonista de hoy, excepto por el oficio y la ciudad de origen. Francisco Casavella, el vecino del Poble-sec que firmó algunas de las novelas fundamentales de todos los tiempos, equiparaba el oficio de escritor y su papel dentro de nuestra sociedad con un arquetipo cinematográfico prestado de las películas del Oeste: el guía mestizo. “Hagan memoria” —decía en uno de sus artículos más lúcidos—. “El guía mestizo precede a la caballería y la informa sobre los planes y el territorio de los indios. […] El guía mestizo no pertenece a ningún bando. Habla, sí, el lenguaje de la tribu, se adentra en territorio enemigo y vuelve después para contar lo que ha visto”. A la una y al otro les separa el abismo entre la generación de posguerra y la generación X, entre una ensayista precursora de la contracultura y un novelista que rompió las estrechas costuras del afterpop.
Y a pesar de ello, la definición casavelliana de la verdadera función de la escritura parece un traje hecho a medida para Maria José Ragué, una joven estudiante barcelonesa que en 1968 fue a Berkeley, California, donde conoció de primera mano la revolución cultural y política: la generación beat, el movimiento de liberación de la mujer, Woodstock, Altamont, el Black Panther Party, el teatro radical, las comunas, los yippies, el Gay Liberation Front, el nuevo urbanismo, el misticismo, el ácido, la cultura psicodélica y otros movimientos alternativos oriundos del territorio comanche. Y como buena guía mestiza, volvió con un manuscrito bajo el brazo para explicárnoslo todo: California trip (Kairós, 1971). Una apasionante ensalada de ensayo, dietario personal, reportaje biográfico y entrevistas, redactado en un estilo expeditivo que, en la jacobina opinión de este articulista, le pasa la mano por la cara a Tom Wolfe, Theodore Roszak y demás pollaviejas de la contracultura. Ya es hora de reivindicar a Maria José Ragué (Barcelona, 1941- 2019), la apóstola de la contracultura en el estado español.
Timothy Leary nos dijo: Turn on, tune in, drop out (extasíate, sintoniza, abandona). Mi primer turn on fue en febrero del 1969…
La biblia de la contracultura
En el capítulo anterior de esta serie catalanolisérgica les hablamos de Damià Escuder, el padre de la psicodelia aborigen, de quien Ragué fue íntima amiga. La coartada general era el Barcelona Psych Fest, el sarao musical que celebra los sonidos triposos pretéritos y futuros, y en concreto el Psych Cult, su programa cultural que este año se centró en el underground barcelonés de los años 70.
Habla Pepe Ribas, director de la mítica revista Ajoblanco y uno de los participantes del acto: “Conocí a Maria José Ragué tomando un chocolate con churros en una granja junto al Institut del Teatre, donde ella estudiaba, a través de una amiga de mi hermana Rosa. Era en el 65 o 66 y yo tendría unos 15 o 16 años. Hablaba y gesticulaba de una manera tan especial que recuerdo pensar que debía de ser una actriz. Después se fue a California con Luis Racionero, su marido, que había conseguido una beca Fullbright para estudiar urbanismo en los Estados Unidos, pero fue ella quien lo convenció de irse los dos a Berkeley, que en aquel momento era el epicentro de la contracultura en su punto más álgido. Allá vivieron dos años, durante los cuales aprovecharon cada minuto”. Y de ese tiempo tan cuidadosamente exprimido deja constancia Ragué en la introducción de California trip: “Timothy Leary nos dijo: Turn on, tune in, drop out (extasíate, sintoniza, abandona). Mi primer turn on fue en febrero del 1969… En los últimos meses de 1970, y primeros de 1971, escribí mi primer libro, este.”
California trip me impactó muchísimo. Y no solo a mí: más tarde conocí a Pau Riba, Pau Maragall y Ana Briongos y resultó que también les había marcado
“Frecuentaban mucho la City Lights, en San Francisco, donde debían de conocer a mucha gente”, me explica Ribas en referencia a la librería y editorial fundada por el poeta Lawrence Ferlinghetti, famosa por el juicio a Ferlinghetti por obscenidad cuando se atrevió a publicar Howl and Other Poems, de Allen Ginsberg. Allí, la barcelonesa se codeó con Theodore Roszak y Alan Watts, además de Ginsberg y Farlinghetti, a quienes entrevista en su libro; y ya fuera en la librería, en el campus universitario o en las calles de Haight-Ashbury, tres cuartos de lo mismo haría con premios Nobel de física como Emilio Segré u Owen Chamberlain, arquitectos rupturistas como Spiro Kostoff o Richard Meier (el constructor del MACBA), yippies como Abbie y Anita Hoffman o Paul Krassner, músicos de The Grateful Dead o los Creedence Clearwater, miembros de grupos de teatro radical como Ronnie Davis o Daniel Moore, escritoras feministas como Kate Millet o Shulamith Firestone…
“Cuando volvió a Barcelona —continúa Pepe Ribas— se separó de Racionero y fue a vivir a una comuna del Empordà. Allí se hizo muy amiga de Damià Escuder, Félix de Azúa, Ferran Lobo y Josep Florit, los miembros de la ‘Confraria de Bevedors de Vi’ (recuerden: el grupo de jóvenes filósofos considerado como el primer “colectivo lisérgico” del Estado español, pionero en el consumo de LSD). Ella tomaba ácido con cierto cuidado, siempre era prudente con el alcohol y las drogas porque de pequeña había tenido la polio. Una vez aquí, empezó a especializarse en teatro y feminismo, y poco después, hacia el año 72 o 73 nos reencontramos. Cuando leí California trip me quedé boquiabierto, me impactó muchísimo. Y no solo a mí: poco después conocí a Pau Riba, Pau Maragall y Ana Briongos y resultó que también les había marcado. La contracultura en España fue lo que fue gracias a este libro”. Y gracias a Maria José Ragué, la casavelliana guía mestiza que viajó al Far West para volver a explicárnoslo todo en un idioma imposible.