Después de la derrota de Napoleón y la liquidación del Primer Imperio francés (1804-1814), las potencias ganadoras (Gran Bretaña, Austria-Hungría, Prusia y Rusia) se sentaron a redibujar las nuevas fronteras de Europa. Francia perdió casi todas las conquistas desde 1794 y, además, se restauró la independencia de tres estados (Países Bajos, Baviera y Piamonte), y se negoció su dimensionado para actuar como estados-tapón ante futuras tentaciones expansionistas de Francia. Catalunya estuvo a punto de formar parte de este proyecto, pero las propias circunstancias internas del país lo impedirían.