Manuel Baixauli consigue abrir puertas en rincones inéditos con Cavall, atleta, ocell (Edicions del Periscopi), la historia de Aristides y su padre, Alapont. Después de la muerte de Helena, la mujer de Alapont y madre de Aristides, el vacío es tan grande que padre e hijo tienen que reaprender a relacionarse. Cavall, atleta, ocell se empieza como un texto sobre las relaciones paternofiliales en un pueblo de la costa valenciana: velar por el bienestar de un hijo, sobre todo durante la salpicada de la adolescencia, puede llegar a ser una tarea prosternante. Este desasosiego, sin embargo, esta debilidad protectora imposible de defenestrar, brota de una de las formas de amor más genuinas que hay: del padre al hijo. Y el amor, dicen, es creativo.

Este desasosiego, sin embargo, esta debilidad protectora imposible de defenestrar, briota de una de las formas de amor más genuinas que hay: del padre al hijo. Y el amor, dicen, es creativo

Un metalibro

El texto avanza dejando por resolver toda una serie de sin sentidos: unas narices gigantes, una balsa de café, un tal Monturiol –que ya sale en otras novelas de Baixauli- que hace discursos para nadie, casas móviles, discusiones entre directores de cine hechos de piedra. A los críos que pasamos por la escuela hace veinte años, estas son el tipo de cosas que enseguida nos hacen pasar en nuestro profesor de catalán hablándonos de Pere Calders. Pero Cavall, atleta, ocell es más que un intento de fascinar al lector reeditando un realismo mágico hecho a la suya; el libro de Baixauli plantea la inspiración, la creatividad y la imaginación como una especie de botón de emergencia que hay que apretar cuando es menester enfrentarse a las contingencias de la vida.

Manuel Baixauli en la presentación de Cavall, atleta, ocell en Barcelona / Foto: Carlos Baglietto

Cavall, atleta, ocell es más que un intento de fascinar al lector reeditando un realismo mágico hecho a la suya; el libro de Baixauli plantea la inspiración, la creatividad y la imaginación como una especie de botón de emergencia que hay que apretar cuando es menester enfrentarse a las contingencias de la vida

"La creatividad brota en los límites, en la indefinición donde acaba una cosa y todavía no empieza otra", escribe el de Sueca. Y no lo desarrolla solo a través del personaje de Arístides, el hijo indócil que quiere ser cineasta. Toda la obra está hecha de capas que a priori no tienen un entramado común más allá de un surrealismo fino, pero que, por medio del intimismo de Aristides y Alapont, se religan para encontrar su destino.

Cubierta de Cavall, atleta, ocell

Baixauli es astuto a la hora de controlar el ritmo de un texto que absorbe, precisamente, porque juega a administrar dosis discretas de desconcierto en el lector, que se ve obligado a convertirse Hänsel y Gretel recogiendo migajitas de pan y dejándose trajinar. Pero es cierto que el desconcierto estirado o resuelto a destiempo puede provocar extravíos y, en este caso, me parece que la hora y la deshora la marca el gusto y la continuidad en la lectura de cada uno.

Cavall, atleta, ocell... Realismo mágico contra las contingencias de la vida / Foto: Carlos Baglietto

Baixauli es astuto a la hora de controlar el ritmo de un texto que absorbe, precisamente, porque juega a administrar dosis discretas de desconcierto en el lector, que se ve obligado a convertirse Hänsel y Gretel recogiendo migajitas de pan y dejándose trajinar

Cavall, atleta, ocell es, en realidad, un "metalibro" –si es que eso puede existir: Es el fruto de un proceso creativo que versa sobre el proceso creativo, y lo hace con una sensibilidad especial para la estética y un sentimentalismo bien acotado y graduado que evita ser empalagoso. Y de una manera generosa, porque a través del cine o la arquitectura hace girar los ojos hacia el ingenio y las capacidades artísticas de cada uno. La concisión de los diálogos hace que el lector interiorice y mastique intelectualmente las ideas que se dirigen, planteadas sin mucha necesidad de pompa. Estas son el tipo de ideas que uno puede abrazar confiando en su solidez, pero, sobre todo, estas son el tipo de ideas que uno se puede hacer suyas. "La vida tiene poco sentido, si no es difícil", es la sentencia con que me he encontrado cavilando esta semana. Ante la adversidad, la necesidad de esfuerzo y sacrificio para salir adelante apunta directamente a aquello a que nos aferramos, a aquello que queremos preservar, a aquello que amamos. Haciendo lo imposible por coger las contrariedades, encontramos todos los sentidos cuando la vida, que no se detiene, aparentemente no tiene sentido. Cavall, atleta, ocell parece escrito con el propósito que no nos olvidemos.