El día en que Sílvia Orriols fue a votar disfrazada con la camiseta de “Revolta pagesa!”, en casa nos hicimos un torniquete en el nervio óptico para detener el sangrado. El dolor ocular fue mayor que si hubiera vestido una de esas —tan en boga entre algunos desclasados del ámbito musical— con el lema “Conservatism is the new punk”. Hay que reconocerle el desparpajo a la ultraderecha (que no aplaudirlo). Esa habilidad adquirida por los fachas de hacer suyo, ya no lo ajeno, lo diametralmente opuesto. Por apropiarse se han apropiado hasta del apropiacionismo. Y del confusionismo y del reciclaje, estrategias antaño exclusivas de las vanguardias, la communication guerrilla y las subculturas.

Nada nuevo cara el sol: en mítines y manifestaciones ultras auspiciadas por PP, Vox y Ciudadanos hace tiempo que suenan algunos temas de determinados cantautores poco o nada sospechosos de saludar a la romana, “no está claro si por la santa desvergüenza de los organizadores, por la sociopatía intrínseca a esta ideología que ignora los deseos y las necesidades del otro aunque se trate de los herederos de una artista o por la proverbial falta de comprensión lectora de sus militantes”. El entrecomillado pertenece al nuevo ensayo periodístico del siempre lúcido Eduardo Bravo: Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser (Lengua de Trapo y Círculo de Bellas Artes, 2024), la artista referida es Evangelina Sobredo Galanes, más conocida como Cecilia (Madrid, 1946- Colinas de Trasmonte, 1976) y el particular, su segundo disco. Un álbum que no contiene la canción Mi querida España, la crítica soterrada de la situación sociopolítica en las postrimerías de la dictadura que hoy instrumentaliza políticamente el franquismo sociológico; esa es del tercero. Resulta que los derechistas se identifican con las camisetas punk y el folk-pop; con las cantautoras filopunks. Alguien se llevará las manos a la cabeza por calificar así a la autora de “Un ramito de violetas”, pero ese alguien seguro que no ha leído el opúsculo de Bravo. De lo contrario convendría en que un álbum que, en 1973, en pleno régimen nacionalcatólico, fue ideado con una portada en la que aparecía una joven Cecilia visiblemente preñada (falsamente, además) frente a una cama individual, con una figura de la Virgen en la mesita y un gato —símbolo de la soltería— a sus pies, y titulado Me quedaré soltera, es algo tan radical y transgresor como la imagen baneada de la reina Isabel II que usó, años después, Jamie Reid en el célebre single de los Sex Pistols. O mucha más, dónde va a parar.

No solo va a cantar una canción en la que dice que va a tener hijos fuera de la institución matrimonial, sino que pretende ponerlo en la portada con una foto de Pérez-Mínguez

FOTO 2 (5)
Portada del libro de Edu Bravo / Foto: Lengua de Trapo y Círculo de Bellas Artes

“Piensa que entonces el adulterio femenino era delito (el masculino, no), las mujeres no podían tener cuenta corriente sin la tutela de sus padres o hermanos… O sea, la situación de la mujer en aquella época era muy complicada, y ser madre soltera era un drama social”, me cuenta el autor del libro. Y sigue: “Era un estigma para la persona y para los hijos. Y Cecilia va a por todas. No solo va a cantar una canción en la que dice que va a tener hijos fuera de la institución matrimonial, sino que pretende ponerlo en la portada con una foto de Pérez-Mínguez. Y CBS le dice que no, que eso es imposible. ¿Fue conservadora CBS? Posiblemente, pero también cabe pensar que fue sensata: poner eso aquí en el 73 era buscarse la ruina.” Y eso que la oficina española de la CBS era una de las discográficas más avanzadas. La escandalosa fotografía de Pablo Pérez-Mínguez, más tarde uno de los más conspicuos retratistas de la Movida, de la que habla Bravo (fácilmente encontrable en Internet) fue substituida por otra de Francisco Ontañón, en delicado blanco y negro y donde el falso embarazo se ha vuelto inapreciable. El título del álbum quedó en un desaborido Cecilia 2, y la censura desfiguró el de “Un millón de muertos” (la canción que habla de la guerra civil y la necrófila dictadura) por “Un millón de sueños”, para después declararla “no radiable” y citar a la cantante ante el Tribunal de Orden Público (actual Audiencia Nacional). El single elegido por la disquera —buscando, en vano, repetir el éxito comercial del primer disco— fue el tema menos representativo, y el álbum altamente conceptual que pretendió la autora quedó en un ‘ni chicha, ni limoná’ que la inmensa mayoría del público y la crítica no entendió. Sin embargo, este eslabón casi perdido en la evolución discográfica de la cantante matritense permite entender, por acción y omisión, la idiosincrasia de Cecilia y el tiempo y el país que le tocaron vivir: “esta España mía, esta España nuestra”.

Cecilia 2 permitía retrotraernos a un período histórico anterior y, además, a qué significaba ser mujer a finales del franquismo, y más en concreto una mujer artista

La cara B de la historia

“La colección Cara B nace allá por 2010 o 2011 con el propósito de hacer libros de música que no solo sean libros de música”, me explica el editor, Manuel Guedán de Lengua de Trapo, uno de los sellos independientes más decanos del país. “Es decir, cada volumen se centra en un álbum de aquí, fundamentalmente porque es donde podemos aportar un poco de contexto. Trabajamos discos que de alguna manera sean representativos de un momento histórico o político concreto, y que, por lo tanto, hablar de ellos sea como hacerlo de la historia de las culturas que forman el Estado español. Así, por ejemplo, los libros de Mecano y Alaska permiten entender la Movida, el disco de Kortatu la escena del punk radical vasco… La música no es solo música: es fruto de tensiones culturales, sociales y políticas. O así lo entendemos. Jorge Lago, el otro editor, dijo medio en broma una conversación: ‘quiero hacer por fin un libro que se lea mi padre’. Y es verdad que generacionalmente, hasta entonces, todos los libros que habíamos hecho eran sobre Los Planetas, Nacho Vegas, Bunbury… Todos apelaban a un grupo generacional más o menos homogéneo. Cecilia 2 permitía retrotraernos a un período histórico anterior y, además, a qué significaba ser mujer a finales del franquismo, y más en concreto una mujer artista. También hacer una relectura de una figura que quizá no ha sido suficientemente bien entendida: Cecilia, para la mayoría, es una cantante melódica, digamos, ‘blandita’ en términos políticos, si no despolitizada. Sus canciones suenan en mítines de Vox, cuando Cecila era una tía muy transgresora que ya hablaba de las dificultades a las que se enfrentaban las mujeres a principios de los 70. Esto nos habla de una persona con una visión que para nada es la dominante y normativa en la época. Queríamos un disco que recuperara ese lado transgresor.”

De la logia P2 al caso ufológico UMMO, la triple A y Cecilia 2

El periodista y escritor Eduardo Bravo lleva años regalándonos artefactos ensayísticos que pueblan en un mismo territorio sentimental y conceptual: el último tercio del siglo XX, de cuyos márgenes, fisuras, grietas, pliegues y dobleces el autor ha conseguido trazar un mapa apasionante y carandelliano. En Villa Wanda habla de la muerte del camisa negra y falangista Licio Gelli, el gran maestre de la logia Propaganda Due, y de sus ramificaciones con la ultraderecha internacional y la geoestrategia de los EEUU en Europa en los 70. En Ummo. Lo increíble es la verdad hizo lo propio con el caso ufológico más sorprendente orquestado durante el franquismo, cuyas inopinadas y desmedidas consecuencias ramificarían en sectas nazis, experimentos de control social, conspiranoia y sadomasoquismo. El título de recopilación de sus artículos Historias raras del siglo XX ya es suficientemente explícito, y en AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón nos habló del esoterismo político que conectó la extrema derecha argentina con la española: sectas leninistas, magos y videntes como asesores gubernamentales, logias masónicas, guardaespaldas asesinos, Billy el Niño como agente infiltrado, secuestros editoriales y de los otros… Y ahora, con Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser reivindica a una inclasificable artista que, muriendo tan joven (es nuestra única aportación significativa al Club de los 27), la abulia de la industria musical nos ha legado envejecida. Las canciones de Cecila fueron una sutil caricatura del spleen juvenil, con unas inteligentísimas letras que conseguían driblar al Régimen y, al mismo tiempo, uno de los más hermosos reflejos de las alturas a las que puede llegar una composición pop y la canción perfecta.

El amor carnal y pasional de Un amor es más excitante que un reguetón

FOTO 3 (5)
El autor, Eduardo Bravo / Foto: Miguel Balbuena

Muchas de sus letras siguen estando de actualidad”, tercia Bravo. “A mi me sigue gustando mucho el disco; es pre-sintetizadores, tiene un sonido muy orgánico, muy acústico, y se puede pensar que es un disco anclado en la época —aunque a mi me parece fantástico este sonido—, pero las letras son absolutamente actuales. Hoy las mujeres aún tienen que reivindicarse y reivindicar sus espacios. Que una señora siga diciendo “me quedaré soltera” porque no tengo que dar explicaciones, y esa soltería pueda ser tener un hijo con tu pareja del mismo sexo o sola por inseminación, porque sí, porque soy autónoma e independiente, es muy importante. Está todavía ahí. Y ‘Mi ciudad’, que puede parecer una canción naif, habla de la polución, del cambio climático y hasta de la gentrificación, del dar los barrios a los coches y a los turistas en lugar de a los vecinos. El amor carnal y pasional de ‘Un amor’ es más excitante que un reguetón. Hay críticas a esas educaciones opresivas religiosas. En este país sigue habiendo gente en las cunetas cuyos familiares aun no han podido recuperar. El suicidio, que es una de las causas más salvajes de muerte, por encima de cualquier otra, y aquí el problema siguen siendo los muertos de ETA… Pues coño, no, aquí hay personas que, entre otras cosas, por un capitalismo salvaje y un individualismo aplastante tienen que tirar la toalla porque el mundo es demasiado hostil para ellos… Creo que hay que reivindicarla, porque esta cantante sigue siendo de actualidad. Creo que Cecilia todavía tiene muchas cosas que decirnos.” Nada que añadir. Como dejó dicho la propia artista “mis canciones no son para hoy, son para mañana".