Cerdeña y Cervera

Cerdeña, la isla situada a medio camino de Barcelona y Roma, es la otra mitad de la fisonomía catalana. Netamente mediterránea. Enclavada justo en medio del Mediterráneo occidental, el "mar catalán" del almirante Roger de Llúria, tiene una larga e injustamente olvidada relación con Catalunya, que se remonta a los siglos centrales de la Edad Media. Año 1157: Hug de Bas, nacido en Cerdeña de padres de Cervera (Segarra), se convierte en juez-rey de Arborea, uno de los cuatro dominios en que estaba dividida la isla políticamente. La aparición de los cerverinos Bas en la isla de Cerdeña no era fruto de la casualidad, ni de una huida de noche y a oscuras. Revela que las oligarquías señoriales de la isla practicaban un tipo de políticas matrimoniales que no eran diferentes de las del continente. Los Lacon d'Arborea se emparentaron con una estirpe catalana cuando casaron al juez-rey Barisó con la cerverina Agalbursa, como anteriormente lo habían hecho con estirpes genovesas, provenzales o languedocianas.

Mapa de Cerdeña, por Jansonius. Principios del siglo XVII

La estirpe catalana de Arborea

Así pues, para Arborea. Agalbursa se llevó a una hermana, un cuñado y un buen grupo de criados y de sirvientas. Una práctica habitual que tenía relación con la vieja dicha "allí donde vayas, que de los tuyos haya". Y si no, llévatelos. Barisó y Agalbursa no tuvieron descendencia y a la muerte del sardo, la catalana, que era una entusiasta de las intrigas de palacio, consiguió asociar a su sobrino Hug (hijo de la hermana en la diáspora) en el gobierno de Pere, primogénito de un primer matrimonio del difunto juez-rey. Con la muerte del viejo Barisó se confirmó la sociedad sobrino-tía contra Pere, dedicada a arrastrarle la silla y a segarle la hierba bajo los pies, que tuvo resultados inmediatos: forzaron la boda del heredero de Hug -el sobrino impuesto- con la heredera de Pere -el heredero expulsado. Con el retoño de la pareja oportunamente enlazada, se iniciaría la dinastía Cervera-Lacon que gobernaría Arborea con total independencia, hasta la conquista militar catalanoaragonesa de 1324-1325.

Los Berenguer-Aragón, reyes de Cerdeña

La existencia de los Bas de Cervera en Arborea no explica que el pontífice Bonifacio VII coronara rey de Cerdeña a Jaime II de Barcelona y de Aragón (1297). Aquella acción se explica en el contexto de un largo conflicto que enfrentaba a las coronas catalanoaragonesa y francesa por el control del Mediterráneo. El reino de Sicilia había pasado a la órbita política de Barcelona por el matrimonio del conde-rey Pedro II con Constanza, heredera al trono de Palermo (1282). Y el almirante Roger de Llúria había derrotado a los franceses en Malta (1283) y en Nápoles (1284). Con estos elementos, el pontífice arbitró una paz -suplicada de rodillas por los Anjou- que se saldaba con una sonada victoria catalanoaragonesa, una humillante derrota francesa y un curioso beneficio -comisión por la gestión, tal vez- para el árbitro del conflicto. Sicilia pasaría a ser dominio de la Santa Sede. Y Cerdeña, un rompecabezas de reinos independientes que Francia ambicionaba, pasaría a ser dominio de los Berenguer-Aragón.

Vestuario tradicional

La invasión catalana

Aquello de "palabra de catalán es igual hoy que mañana" no debió de ser la divisa de la cancillería de Barcelona. Cuando menos, la de Jaime II, hijo de Pedro y de Constanza. Sicilia continuó políticamente vinculada a Barcelona y Cerdeña fue incorporada al dominio patrimonial de los Berenguer-Aragón. En este punto es donde, de nuevo, entran en juego los Cervera-Lacon. Inicialmente como colaboradores de la nueva dominación y más adelante como firmes opositores a lo que se había convertido en un espolio del poder a las clases oligárquicas autóctonas. Cerdeña se convirtió en un auténtico avispero, el "Vietnam" medieval de los catalanoaragoneses, que enfrentaba a las nuevas clases dominantes, entonces consideradas invasoras, aliadas con las oligarquías locales de la parte sur y oriental de la isla, que preferían a los catalanes a los franceses, con las de la parte central y occidental de la isla, que no querían oír hablar ni de Barcelona, ni de París, ni de Roma, y ni siquiera de Génova o de Pisa.

Cerdeña, tumba de la dinastía catalana

El camino de la historia -el destino, dicen algunos- contiene curvas misteriosas. Cerdeña fue la tumba de los Berenguer-Aragón. Y Sicilia, su última esperanza. Martín el Joven, el último príncipe heredero de la dinastía Barcelona-Aragón, encontró prematuramente la muerte en la campaña militar de Cerdeña. Año 1409. Sería Martín el Joven quien conseguiría pacificarla -que quiere decir, dominarla- después de ocho décadas de guerra. Moriría de éxito a causa de unas fiebres, probablemente tercianas, aunque algunas fuentes relacionan su defunción con la obsesiva afición que tenía por las damas -no las del juego de mesa. En su castiza singladura había tenido ocasión de engendrar a varios herederos legítimos, que no lo habían sobrevivido, e ilegítimos. El conde-rey Martín el Humano, padre del castizo Martín el Joven, intentó sin éxito legitimar a Federico, la última esperanza de los Berenguer-Aragón antes de la tragicomedia de Caspe, que era hijo del príncipe y de su amante siciliana Tarsia Rizzardi.

Vista de El Alguer. Principios del siglo XIX

La paz de plomo

A partir de Martín el Joven, la isla entró en una larga paz de plomo que se prolongó hasta 1714. Durante este periodo, la relación entre la sociedad catalana, es decir, la formada por catalanes, valencianos y mallorquines, y la sarda fue muy intensa. Y beneficiosa para las oligarquías autóctonas. Las elites sardas se mezclaron con los las clases funcionariales y mercantiles catalanas establecidas en la isla. El catalán se convirtió en la lengua de la cultura, de los negocios y de la judicatura. En cambio, no lo fue tanto -mejor, dicho no lo fue en absoluto- de las clases más humildes. La sociedad sarda había resistido relativamente bien al proceso de feudalización que, a partir del año 1000, se había acabado imponiendo en toda Europa. Los campesinos y los pastores de Cerdeña estaban sometidos a un régimen señorial que no era ninguna maravilla, pero no contenía los elementos de violencia del feudalismo. Por su parte, los catalanes, con la colaboración entusiástica de las oligarquías locales, abrieron puertas y ventanas a la peste feudal.

La correspondencia histórica

Cerdeña quedaba definitivamente incorporada al sistema europeo justo cuando el modelo había entrado en una profunda crisis. No sabremos nunca del todo qué habría pasado si Cerdeña hubiera podido conservar la burbuja que la aislaba. Lo que sí sabemos es que Castilla, construida con un régimen similar, resistió bien a la crisis feudal. Y que se hundió estrepitosamente cuando Europa remontaba los efectos de aquella crisis global. Y también sabemos que, desde la conquista de Martín el Joven, Cerdeña vivió -durante tres siglos- una serie de revoluciones antifeudales que, sorprendentemente, tienen su correspondencia en Catalunya. Más allá de la unión dinástica hispánica -con el matrimonio de los Reyes Católicos-, Cerdeña estuvo vinculada política, social, cultural y económicamente a la corona de Aragón, especialmente con Barcelona y Valencia. Hasta que en 1714, el primer Borbón hispánico la regaló a los Habsburgo a cambio de que abandonaran a los catalanes a su suerte.

Ayuntamiento de El Alguer

Caminos diferentes

Fue en Utrecht, en las negociaciones para poner fin al conflicto de Sucesión hispánico. Pero como había pasado cuatro siglos antes, en el arbitrio del pontífice Bonifacio VII, la sociedad sarda no pudo decir nada. Cerdeña, poco después, pasaría al dominio de los duques independientes de la Saboya piamontesa, embrión del futuro reino de Italia. Pero el catalán seguiría siendo la lengua de las elites -de los negocios, de la cultura y de la judicatura- hasta bien entrada la centuria de 1800. Unas elites que tenían un fuerte componente familiar de origen catalán. Sobre todo en la parte sur y oriental de la isla. Y El Alguer, en la parte occidental, repoblada completamente con catalanes del Camp de Tarragona y del Penedès durante las guerras de la centuria de 1300, seguiría siendo una ciudad catalanohablante hasta la actualidad. El dominio más oriental de la lengua catalana. La isla salpicada de pueblos y de paisajes que recuerdan las comarcas catalanas del Priorat, de la Segarra o del Berguedà. Cerdeña, la hermana injustamente olvidada.

 

Fuentes de las fotos: 1 y 5, Wikipedia; 2 y 4, archivo de El Nacional, y 3, Wikimedia Italia