Cesc Casadesús (1964, L’Esquirol) es gestor cultural. En el pasado director artístico del Mercat de les Flors, en el 2017 asumió la gestión del Festival Grec, cargo que ahora abandona para sumarse al proyecto de Julio Manrique en el Teatre Lliure. Artífice de llevar el Grec a las salas de Barcelona, él ha sido el responsable de modernizar un festival que, en términos de producción, ya forma parte de los big four: Teatre Lliure, Teatre Nacional, Temporada Alta y Festival Grec. Cuatro citas imprescindibles para los amantes de las artes escénicas que concentran el grosor más importante de las nuevas producciones que se hacen al país. Cerrando una de las etapas más brillantes del festival, la del 2024 habrá sido su última edición al frente del Grec. Nos encontramos con él para hacer balance de estos ocho años.

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Cesc Casadesús cierra su etapa al frente del Festival Grec / Foto: Montse Giralt

Te entrevistamos cuando faltan pocos días para acabar el Festival Grec. Tu último Grec. ¿Cómo estás?
Sí, desde la semana antes de empezar el festival que no voy a dormir antes de las dos de la madrugada. Es intenso, físicamente es un maratón. Pero también es fantástico y es muy bonito. Me gusta ver que lo que he pensado se ha hecho posible.

Desde el 2017 han cambiado muchas cosas y te has adaptado muy bien.
Cuando coges un barco de este tipo ya sabes que las aguas se pueden mover y que puede haber tormentas. No tan grandes como las que sufrimos el 2020, pero en aquel caso, para mí fue esencial tener el equipo que había entonces: un político valiente con ganas de seguir adelante, un equipo técnico que sabía qué hacía y el contacto constante con el mundo sanitario.

¿Qué diagnóstico haces cuando llegas al Grec?
El Grec me ha acompañado a lo largo de mi vida, por lo tanto, primero lo conozco como usuario y como espectador y, más adelante, cuando trabajo con las instituciones culturales, como un cómplice. Los últimos años yo estaba en el Mercat de les Flors, que había sido una de las sedes importantes del festival. Conocía la programación más a fondo, especialmente el apartado de danza. En aquel momento, mi sensación era que el festival hacía de paraguas de lo que pasaba en la ciudad de Barcelona durante el verano. Mi intención era intentar darle una personalidad. Había que apoyar a la creación de la ciudad. Alguien me dijo una vez que el Grec era un festival de verano que quería ser un festival de invierno. Por lo tanto, que quería ser un festival que cuidaba la creación.

¿Has seguido el modelo de crear un festival con un In y un Off?
Depende de dónde nos compares, porque ins y offs los hay en los dos festivales más importantes de artes escénicas: el de Avinyó y el de Edimburgo. El festival de Avinyó tiene el in muy claro y un off que no deja de ser un escaparate de muchas instituciones públicas y privadas que trabajan en Francia, de compañías que alquilan sus espacios. El caso de Edimburgo, por ejemplo, es diferente. Hay un in que es un festival más vinculado a la música, y un off que es la explosión de la industria de producción del Reino Unido. Un apartado más de mercado. Lo que pasa en estos lugares tiene una vida probablemente futura con giras o en otras ciudades. En Barcelona, en este caso el Grec, no tiene tanto este componente de escaparate-feria. No viene gente de fuera, porque nuestro mercado es pequeño y la gente llega enseguida. La distinción Grec Montjuïc y Grec Ciutat es puramente la distinción entre dos sistemas de venta de entradas.

¿Y no tendría sentido definir qué es el off en Barcelona?
No creo que tenga sentido definir un off en Barcelona si respetas la libertad y la identidad de las salas. Si hay un diálogo con las salas y no les quieres imponer un proyecto, sino que es un proyecto hecho en acuerdo y en cooperación. Es mi modelo. Puede que sea diferente con otra dirección.

Por lo que sé, has tenido injerencia en la programación del Teatre Lliure y del Teatre Nacional de los últimos años.
La mirada del director del festival también es privilegiada porque tienes una mirada de conjunto. Y si quieres, puedes añadir un punto de intuición o de ganas de dar apoyo al talento. Yo, cuando veo a una persona en la cual creo, soy tozudo. No es frecuente, no pasa muy a menudo de que salga gente con talento extraordinario. Por eso defiendo que nos tenemos que alinear todas las instituciones para dar apoyo a este talento. Es mi filosofía y hasta ahora he encontrado socios que se han apuntado. O al revés, gente que me ha propuesto a mí, y yo me he apuntado. Creo en el talento de esta ciudad. Una de las ventajas de ser un país pequeño es que facilita nuestra tarea, porque enseguida podemos hablarnos, decirnos las cosas y, si nos ponemos de acuerdo, ir muy lejos.

Desgraciadamente no tenemos instituciones, ya no diría en Catalunya, sino en el Estado Español, que apoyen a los artistas en su paso por el extranjero

La relación de intercambio parece fundamental para después llevar a festivales internacionales producciones catalanas.
Desgraciadamente, no tenemos instituciones, ya no diría en Catalunya, sino en el Estado Español, que apoyen a los artistas en su paso por el extranjero. En Francia, Inglaterra, Bélgica o los Países Bajos sí que hay una estructura que da apoyo a sus artistas. Lo que sucedes es que como no hay muchos interlocutores, a veces la gente te pregunta y te pide y, aceptando la responsabilidad, no te queda más remedio que cargar con esta mochila. Después hay estructuras que ayudan que eso pase. Tenemos el Institut Ramon Llull, la Generalitat también tiene sus sedes repartidas por Europa, y nos ayudan una vez el proyecto está cerrado. Pero no es suficiente con montar un escaparate, venir y comprarlo. Con todo, cuando consigues colocarte en la liga de festivales internacionales o de programadores de un cierto nivel, la gente te tiene confianza.

Eso quiere decir que se han programado espectáculos en Barcelona porque formaban parte de esta liga internacional.
Yo lo que he intentado es salir de lo más obvio. Hay gente con la cual ya hay una relación histórica: Polonia es un caso –nos podemos remontar, si quieres, a Fabià Puigserver-, pero yo lo que he intentado en estos años de festival es, con la excusa de la vuelta al mundo, ir a descubrir nuevos territorios y buscar alianzas nuevas para artistas que no habían estado en Barcelona. El primer año me alié con el Festival de Atenas y Epidaura. Después me alié con el Festival de Singapur. También hice una alianza con Corea. El siguiente año, con el Festival de Melbourne y el Festival de Nueva York. He mantenido con regularidad alianzas con el Festival de Guanajuato de México y el de Bogotá, que desapareció, pero que ahora vuelve, con el Festival de Santiago de Chile, el FIBA de Buenos Aires, o incluso el de São Paulo... En eso nos diferenciamos. Pero, para mí, la alianza con Avinyó ha sido esencial por un tema de costes. Así, si traes una compañía de fuera, los viajes los repartes. Pero siempre vuelvo la idea de relaciones de confianza entre festivales, que pienso que perdurarán para la ciudad de Barcelona y para los artistas de aquí.

¿Puede pasar que quieras traer nuevas producciones de grandes directores, pero por costes no te las puedas permitir? Ha pasado con Thomas Ostermeier o con Krystian Lupa.
En el caso concreto del Ostermeier era un contexto muy particular: época postpandémica y no había nuevas producciones. A veces tienes que coger lo que puedes, lo que hay o lo que te encaja. Y en este caso concreto sí que para mí era importante traer a Ostermeier porque hacía mucho tiempo que no venía a Barcelona. Enemic del poble no había venido a Barcelona. No creo que tengan que mandar las novedades si se trata de un espectáculo de gran nivel.

No creo que tengan que mandar las novedades si se trata de un espectáculo de gran nivel

Hablemos del escenario del Grec. ¿Se han reducido asientos? ¿Se han mejorado la iluminación? ¿Cómo ha cambiado el teatro?
Si miras el Grec en perspectiva histórica, ha cambiado mucho. Ensayando los 50 años de Dagoll Dagom, nos lo decía la gente. Los primeros festivales tenías que poner el culo sobre la piedra, y ni cojines ni nada, y un generador y adelante. Ahora todo es más complejo: papeleo, coordinación empresarial, riesgos laborales... Solo llegar, saqué las luces laterales sobre el escenario. Eran un peligro, porque en invierno la gente se subía. Con el sistema que actualmente utilizamos, los montajes son mucho más rápidos, estamos como si estuvieramos en la Sala Fabià Puigserver. Así como antes una obra de teatro necesitaba una semana, ahora puedes montar sala de ensayo y pasar al Teatre Grec con menos tiempo. Todos los artistas piden más días porque el teatro es peculiar, pero la técnica nos ha favorecido que podamos programar más días de teatro que antes. Sí que es verdad que estamos notando mucho la festivalización de Barcelona, y el hecho de que haya tantos festivales de verano, sobre todo de música, hace que muchas veces cueste más encontrar buenos profesionales y técnicos. Incluso tienes que hacer acuerdos a medio plazo para tener los equipos de luces y de sonido disponibles. La estructura del festival, sin embargo, ya es estable e incluso tenemos una oficina técnica de contratación internacional. Creo que dejo un festival muy arreglado para que lo coja otra dirección. Como mínimo, mucho más que cuando yo llegué.

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Entrevistamos al director del Festival Grec, Cesc Casadesús / Foto: Montse Giralt

Hablemos de la nueva dirección.
Yo no he participado en el jurado ni en la selección, he estado voluntariamente fuera de este proceso. Tuve entrevistas, di información, respondí preguntas para que hicieran su proyecto más allá de los documentos que preparé con información con los candidatos. Con la Leticia (Martín Ruiz, nueva directora del Festival Grec) tuvimos varias reuniones y charlas, como también lo hice con otros candidatos y candidatas para que pudieran elaborar su proyecto. Pero de su proyecto no puedo hablar. Supongo que lo tendrá que hacer ella cuando se incorpore en septiembre.

Tú también te incorporas a un nuevo trabajo, en septiembre.
Sí. El cargo de director del Festival Grec es temporal, pero me han pasado muchas cosas por la cabeza: si me marchaba, si me quedaba, si paraba. No estoy cansado y tengo ganas. Estoy en un momento muy bonito. Tengo conocimientos, contactos, información... y me gustaría que todo este bagaje se quedara en la ciudad de Barcelona. Sí que quizás estoy cansado es de estar en primera fila y quiero dar un poco más de espacio a mi vida personal, que durante los años al frente del Grec no he tenido mucho.

Sustituirás a Ivan Benet en el Teatre Lliure. Pero tu nombre ya formaba parte de la propuesta de Julio Manrique.
Yo estaba como asesor externo, porque Julio me pidió participar en la escritura del proyecto. Cuando se marchó Ivan resultó que yo terminaba del Grec y con Julio ya nos conocíamos mejor, habíamos trabajado más. Pero no he tenido nada que ver con la marcha de Ivan. Ha sido decisión suya.

¿Qué papel tendrás? ¿Has pedido poder programar?
En el Teatre Lliure hay la figura de una gerencia, que es la que hace toda la parte administrativa, económica, de recursos humanos... Mi territorio, en un principio, está vinculado al ámbito artístico. Julio es una persona a la cual le gusta trabajar en equipo y yo me veo formando parte de este equipo. Personalmente, estoy en un momento que busco que el arte sea importante para las personas y el proyecto Alma Lliure, que lidera Clàudia Cedó, destinado a trabajar con personas con discapacidad, me interesa y mucho. He estado vinculado a Apropa Cultura (iniciativa que trabaja con la voluntad de mejorar la vida de las personas en situación de vulnerabilidad a través de la cultura), por eso me interesa este tema. Desde una institución como el Lliure creo que se pueden hacer cosas muy bonitas. Quizás es eso lo que me convenció.

¿El Teatre Lliure es el teatro de Barcelona?
El Teatre Lliure es un teatro en el cual el Ayuntamiento tiene una participación muy importante pero no única, porque el Lliure ya existe como fundación a partir de los socios fundadores. Una fundación formada por cuatro instituciones de las cuales el Ayuntamiento es mayoritario. Esta estructura, comparada con lo que está pasando en otras ciudades, me parece muy sana. Mira, por ejemplo, lo que ha pasado en Madrid con el Teatro Municipal. Que existiera un teatro 100% municipal me parecería peligroso o arriesgado para nuestro tejido creativo.

Que existiera un teatro 100% municipal me parecería peligroso o arriesgado para nuestro tejido creativo

¿Y la Sala Beckett? La partición del Ayuntamiento es también importante.
La Beckett se ha convertido en un lugar muy importante para la autoría en lengua catalana. Creo que con el cambio de ubicación ha ganado abertura a la ciudadanía y ha definido mejor los proyectos que la hacen más transversal. Con su participación en el circuito de fábricas de creación hace que tenga una misión inevitable de apoyo a la creación.

¿Y qué futuro le espera?
Yo creo que va hacia una convocatoria de dirección que le dé un futuro más parecido a otras instituciones públicas de la ciudad donde hay un mandato por un período de tiempo. Creo que es esto lo que debe pasar. Por seguramente los políticos te responderán a esto mejor que yo, dando la opinión en tanto que personas del sector cultural.

¿Falta algún equipamiento en Barcelona?
Ya he dicho en varias ocasiones que a Barcelona ahora mismo le faltan equipamientos de formato medio. Hablo de teatros de 300 localidades que permitan una escalada entre la creación o el pequeño formado y el gran formato. Faltan más salas como el Texas. Iría bien para que los artistas no tuvieran que pasar de las 100 butacas a las 600.

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Cesc Casadesús se incorporará al Teatre Lliure acabada su etapa en el Grec / Foto: Montse Giralt

El Grec ha querido sumar estas salas al festival, pero seguramente con una aportación económica insuficiente.
Yo diría que no es suficiente, pero es lo que he podido rescatar, porque la obligación del director del festival es programar en el Grec, punto. El resto es voluntad o decisión del proyecto artístico. No tengo ninguna demanda de llenar todos los teatros de la ciudad, pero he intentado que el Grec no se llevara todos los recursos ni toda la presencia. Con respecto a la precariedad o no, los artistas, evidentemente, tienen que tener un sueldo por el trabajo que hacen. Como director artístico intento levantar proyectos, pero la viabilidad futura puede depender en algún caso del éxito de público. Pero uno de los requisitos autoimpuesto es que el Grec no programaría ningún espectáculo que no tuviera una aportación económica, por pequeña o grande que fuera.

¿Para acabar, qué perfil de gestor cultural defiendes?
Seguramente en el caso del teatro o las escénicas en el que, a veces, la figura del artista se pone en un pedestal, la del gerente que hace cuadrar los números. Yo no tengo interés en crear, de ponerme ante un proyecto artístico, pero en mi trabajo diario hay mucha creación y me lo intento pasar lo mejor que puedo.