El 9 de junio de 1870 moría Charles Dickens, el mayor de los escritores ingleses después de Shakespeare, autor de obras como David Copperfield, Grandes esperanzas o el conocido Cuento de Navidad, versionado infinidad a veces, incluso por los Teleñecos. 14 años después de su muerte, nacía en la calle Aribau de Barcelona uno de sus traductores más ilustres, el poeta Josep Carner, que moriría prácticamente 100 años, día por día, después de que el autor de Pickick. El aniversario de la muerte de ambos autores en el 2020 ha propiciado la reedición de algunas de las traducciones más célebres de las obras de Dickens por parte de Carner, una simbiosis tan perfecta, una relación tan estimulante, que a menudo se ha dicho que fue Dickens quien tradujo la obra de un tal Josep Carner. En este sentido, hay que destacar la recuperación de la mítica traducción de Carner de Pickwick (Documentos póstumos del Club de este nombre) que ha hecho Universo, en una edición de lujo careada con el texto inglés y editada por Jaume Coll, profesor de la Universidad de Barcelona, que esta 2020 ha sido comisario del Año Josep Carner.
Pickwick, la novela que nunca escribió Carner
De hecho, la precocidad del interés de Carner pe Dickens es sorprendente. Sólo con 12 años y a escondidas de los padres empezó a colaborar en L'Aureneta, con la sección "Escritores célebres" donde aquel precoz anglófilo que era Carner destacava Dickens, a quien considerava como uno de los mejores novelistas e inimitable. De todos modos, el inicio de las traducciones dickensianas no llegaría hasta el año 1918, cuando el autor de Els fruits saborosos adaptaría al catalán Una canción navideña y Novela de vacaciones.
A pesar del entusiasmo dickensiano de la generación anterior, será con el Novecentismo y de la mano de un autor inglés bien influyente en el pensamiento y la literatura catalana como era G.K. Chesterton cuando tomarán impulso las traducciones al catalán del padre de Oliver Twist, hasta entonces escasas y poco fiables, a menudo pasadas por el cedazo de la versión francesa. Nuevos proyectos editoriales y la apuesta decisiva por la traducción en catalán en un momento donde el debate principal a la literatura catalana gira en torno a la novela, serán el momento propicio para las grandes obras del novelista británico.
El año 1928, siendo cónsul en Le Havre, Carner recibe el encargo de traducir tres obras de Dickens para la nueva biblioteca A tot vent de Edicions Proa, dirigida por Joan Puig i Ferrater. Era una especie de deseo cumplido, porque, según Marcel Ortín, experto en la traducción carneriana, el poeta albergada esta ilusión de hacía años –era lector desde niño– y, en aquel momento, lejos de la brega política interior y con la seguridad de su cargo diplomático, podía dedicar unos años a la traducción. Unos ingresos extras que no van nunca mal cuando se es un padre de familia con domicilio discontinuo en Barcelona. Carner se comprometerá a traer al catalán Pickwick (Documentos póstumos del Club de este nombre), David Copperfield y Grandes esperanzas.
Tenemos noticia de las fechas y el ritmo del encargo gracias al artículo Dickens y Catalunya, en que Carner salía al paso de unos juicios críticos de Joaquim Ruyra a propósito de Dickens: "Terminada y entregada al editor mi traducción de Pickwick Papers, y muy avanzada la de David Copperfield, en plena atmósfera dickensiana, pues, he leído con interés los dos artículos que el autor inolvidable de La basarda y El Rem de trenta-quatre, nuestro magnífico Ruyra, dedica a Barnaby Rudge con motivo de la traducción que ha hecho y empieza a publicar a El Matí el intrépido y lealísimo Pau Romeva" asegura Carner, respondiendo a lo que el prosista consideraba convencionalismo del novelista inglés, "creo, como Pau Romeva, que será uno grande bien su difusión en Catalunya. Si tengo tiempo, a mi traducción de Pickwick Papers y de David Copperfield haré seguir la de Great Expectations, y habré trabajado de todo corazón en la tarea que él recomendaba. Y si no es con los merecimientos del amigo Romeva, habrá sido al menos con la ilusión y la buena fe del memorable señor Pickwick".
De esta manera, el año 1931, Proa publicará en tres volúmenes de sus característicos volúmenes de color naranja Pickiwick, la deliciosa y divertidísima novela por entregas protagonizada por el bondadoso Samuel Pickwick, creador del club del mismo nombre, y personajes tan memorables como su criado, Weller. La traducció, considerada por Coll como una de las más prodigiosas que se hayan hecho nunca en catalán, y una de las mejores de la novela, fue celebrada por la crítica. El año 1934 lo seguirá Grandes esperanzas, que Proa ha recuperado en una edición conmemorativa del doble aniversario, mientras que David Copperfield tendrá que esperar hasta el año 1964, seis años antes de la muerte de Carner, para ver la luz.
Como señala Coll, la traducción de Pickwick coincide con el inicio de una nueva etapa de madurez, después de prosas de una enorme calidad como Les bonhomies, y en un momento de enorme intensidad política, social y cultural que él vive de lejos, pero interviniendo, desde la prensa, siempre que puede. Poeta sin novela, su íntimo deseo de convertirse en novelista –La novela es un género que me atrae. Tengo siete u ocho cosas pensadas a punto de empezar" aseguraba el mismo Carner– lo sublima con la traducción de esta primera novela que Charles Dickens empezó a publicar por entregas, en la cual, además, puede experimentar con una lengua que justo en aquel momento se está sistematizando bajo la batuta ordenadora de Pompeu Fabra, ampliando el léxico y creando un verdadero manual de estilo para el catalán.
Así, para Coll, el Pickwick de Carner, contemporáneo del diccionario Fabra, es la más elevada materialización literaria de esta obra normalizadora. "Si Fabra es el seny ordenador, Carner es su profeta", afirma rotundo Coll en el texto de introducción de la edición monumental de Pickwick. Además, hay que destacar el vocabulario carneriano a partir "del caudal lingüístico pickwickià" al cuidado de Joan Ferrer, en unos apéndice que incluyen las ilustraciones de la primera edición, uno dramatis personae, mapas de los lugares de la novela así como varios documentos complementarios.
Nuevas traducciones más allá del Príncipe
Más allá de las traducciones de Carner -denostades por|para una parte de la crítica como un acceso de novecentismo–, Dickens ha tenido una presencia más o menos regular entre las traducciones catalanas. Entre otros, Joan Sellent tradujo el año David Copperfield, editado por|para Destino –y recuperado por Navona-, y Xavier Pàmies tradujo en el 2008 El caserón también para Destino. El Avance, que publicó Una historia de dos ciudades el año 2015 con traducción de Jordi Arbonès, ha publicado el año que dejamos atrás Postales de Italia, con tradución de Josep Maria Muñoz Lloret. Pero la propuesta más singular y directamente vinculada a la pandemia de covid19 que tanto ha castigado las celebraciones del aniversario|cumpleaños de la muerte de Dickens –que seguro que habría tenido material de primera para|por su narrativa–, ha sido la de Club Editor, que a partir del establecimiento del confinamiento derivado del estado de alarma se decidió a publicar por|para entregas Historia de dos ciudades traducida por Núria Sales. Una entrega que homenajeaba el género del folletón|folletín donde vieron la luz tantas obras dickesianes y que la editorial ha recogido en un bellísimo libro, ilustrado por Aina Bonet.