Las voces intelectuales y periodísticas de Madrid han tenido un gran interés en la llamada cuestión, tema o problema –según se quiera– catalán. El año 2017, a propuesta del director José Antich, en este mismo diario nos encargamos de repasar algunas de las principales aportaciones de ida y vuelta en la serie "Catalunya-Espanya", después publicada el año 2018 como Greuges i desgreuges por Ara Llibres. En esta selección no faltó un artículo de Manuel Chaves Nogales, periodista sevillano de quien Libros del Asteroide acaba de publicar la obra completa en cinco volúmenes, con todos sus artículos y narraciones, así como textos inéditos.
Emergido después de años de ostracismo y olvido como un referente del periodismo liberal y republicano de los años 30 se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en el símbolo trágico de la llamada (e imposible) Tercera España. Con esta edición de lujo la editorial dirigida por Luis Solano completa la recuperación de quien se definía como un "pequeño burgués liberal", autor en A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, su retrato literario de los crímenes de la Guerra Civil.
Como decíamos, desde la emergencia del catalanismo político a finales del siglo XIX, los escritores y articulistas españoles dedicaron páginas y más páginas a Catalunya. Un buen grupo lo hicieron con la incomprensión, el recelo y las fobias que se siguen destilando en algunas cabeceras actuales, herederas directas de aquellas históricas, y los argumentos son prácticamente calcados. Un anticatalanismo donde no faltaba ni la tacañería ni el separatismo, pasando por la comparación delirante con los judíos que hacía Pío Baroja en El Mundo (de entonces). Otros mostraban su cara más amable buscando el entendimiento y el acuerdo con los catalanes, como el doctor Gregorio Marañón o Azorín. Incluso había amores que mataban, como los del fascista Giménez Caballero. Ahora hace noventa años –y estamos allí mismo– Catalunya sacaba humo a las rotativas de la prensa de Madrid.
Ir y explicarlo
Chaves Nogales, subdirector y hombre fuerte del diario ilustrado Ahora, sin embargo, a diferencia de muchos de sus contemporáneos que hablaban de oídas o como mucho se acercaban a las Cortes o al Hotel Palace –allí donde hacían estancia los políticos catalanes–, decidió seguir con Catalunya hacer aquello que había hecho en el Norte de África, en Rusia, en Alemania, en Francia o Italia, en los campos de Andalucía y en la Asturias revolucionaria, aquello que había empezado a hacer en su ciudad natal y como había seguido haciendo en la prensa madrileña que impulsó y modernizó: ir a los lugares –en tren, en coche, en barco o en avión– y explicar lo que había visto.
Así, el año 1936 se trasladó a Barcelona para vivir de primera mano del entusiasmo después del triunfo del Front Popular (de Izquierdas en Catalunya) y el retorno del penal del president Companys y su gobierno, en una serie de reportajes titulados ¿Qué pasa en Cataluña?, publicados en el Ahora. Sin embargo, no era la primera vez que lo hacía. Antes, en diciembre de 1931, quiso entrevistar al president Francesc Macià, hombre de acción poco amigo de la charlatanería, a quien consideraba encarnación de las aspiraciones catalanas y a quien consideraba esencial hacer conocer entre los lectores españoles a través de su pensamiento.
En la interviú, Macià hacía un repaso de su trayectoria y explicaba algunas confidencias sobre su exilio y los planes para proclamar la República catalana, así como de los hechos de Prats de Molló, y aseguraba al reportero andaluz con la vista puesta en la opinión pública que "bajo el régimen monárquico, que nos prohibía nuestra lengua, nos quitaba nustra bandera y procuraba ahogar la expresión de nuestros sentimientos, yo era separatista. Ahora bien, siempre dije que yo era separatista de aquel Estado español monárquico, que nos vejaba y escarnecía", a la vez que advertía contra aquellos falsos que se llamaban así mismos liberales pero que no respetaban la voluntad catalana expresada en el Estatuto.
Crónicas y entrevistas barcelonesas
Cuatro años después, testigo de la liberación de los presos políticos -Chaves sí que utiliza el término que causa miedo a sus sucesores actuales– encerrados a raíz de la represión de octubre del 34, y escribe: "Entusiasmo. Entusiasmo. En ninguna región de España se sabe lo que es el entusiasmo popular si no es en Cataluña. Pienso y no acierto a imaginar qué tendría que pasar en Madrid o en Sevilla, qué acontecimiento maravilloso habría de producirse para que los castellanos o los andaluces se entusiasmasen así. [...] Cuando de algún otro lugar de España que no sea Catalunya decimos los periodistas que la multitud estaba entusiasmada, mentimos siempre un poco. Entusiasmo multitudinario no hay más que uno en España: el de los catalanes. Fuera de Cataluña esa multitud a que refieren los periodistas suele ser simplemente a un grupo, una parte del pueblo más o menos considerable, pero nunca el pueblo mismo entero y verdadero"
Un entusiasmo del cual participaba todo el país, hubiesen votado a quien hubiesen votado, y que lo hacía anotar: "Hoy me sería imposible encontrar un solo anticatalanista. Hasta los que votaron contra nosotros –me dicen los triunfadores- participan del júbilo de nuestro triunfo desde el hondo de su alma", y aseguraba que "el separatismo se una rara sustancia que se utiliza en los laboratorios de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras. No sé aún si será tan difícil encontrar separatistas como anticatalanistas; pero, desde luego, no me parece tarea fácil hallarlos".
El autor del singular torero Juan Belmonte, matador de toros, a vivir en persona el retorno triunfal y entusiástico del presidente Lluís Companys, que había vuelto a pasar "de presidiario a gobernante" y no dudaba en mostrar su perplejidad para que se hubiera llegado a una situación, el 6 de octubre, que ni ERC ni el catalanismo conservador que se había sublevado contra la Ley de Contratos de Cultivo, habían querido –"Ni Companys creía en el catalanismo de las derechas catalanas ni éstas tenían ninguna fe en la capacidad de gobernante de Companys"– y se interesa por la cuestión social, sobre la cual destaca la fuerza del anarquismo, bien vivo en Catalunya.
Instalado de nuevo en el gobierno de la Generalitat, Chaves visita a Companys en la Casa dels Canonges y tiene una larga conversación y también es recibido en el Parlament, que impresiona al cronista, a pesar de juzgar severamente la poca calidad de los legisladores, improvisados por el cambio de régimen y la novedad autonómica, muy por debajo del pueblo al cual representaban y a quien auguraba un gran futuro, a pesar de la tensión social que se respiraba... pocos meses antes del estallido de la guerra.
A lo largo de su estancia, Chaves Nogales se entrevistó, entre otros, con Joan Moles Ormella, Lluís Nicolau d'Olwer, Amadeu Hurtado, Lluís Duran i Ventosa, Rafael Vidiella y Ángel Pestaña. No sabemos si el periodista, muerto prematuramente en el exilio inglés de una peritonitis, y a quien a buen seguro que su amigo Eugeni Xammar –corresponsal de Ahora en la Alemania nazi– debería haber explicado alguna cosa sobre el país, acabó de entender Catalunya, pero, al menos, hizo el honesto ejercicio de acercarse sin la retórica y los apriorismos habituales, ahora y hoy. Una actitud que no siempre han tenido los opinadores del Km. 0, como los que firman los prólogos a la hora de hablar de Catalunya y los catalanes, sin ir más lejos.